Dicen que somos uno de los países
más envejecidos del mundo y será verdad. Aunque viendo como está la playa no lo
parece. Los fines de semana el arenal se convierte en una enorme guardería.
Les confieso que llevo dos días
intentando comprender el lenguaje que utilizan estos niños con sus padres,
abuelos y resto de parentela. Las palabras se reducen a mamá, mejor dicho mami,
papá-papi y ,sobre todo, no. La negación la utilizan con una soltura que ya la
quisieran para sí muchos políticos. El resto de la conversación la alternan
entre el lloro seco y los gritos más o menos agudos. Los más dotados son
capaces de comunicarse con sus progenitores con una variada y chirriante gama
de gritos, a los que acompañan innumerables gestos. Ambos, gritos y gestos,
aumentan en función de las pocas ganas que tienen de obedecer.
Nadie parece sorprenderse del
caos acústico.
El maremágnum se complica ya que
todos ocupamos la franja más cercana al agua. En esa media docena de metros se
concentran todas las variedades dialectales de ese nuevo lenguaje. En
determinados momentos, para completar la situación, tengo la sensación de estar
dentro de una caja de resonancia.
No se crean, la cuestión de esta
confraternización forzosa se debe a que más allá de esa distancia la arena
quema tanto que ni el fakir más experimentado lo soportaría.
Hasta la hora de comer la playa
se convierte en un escenario donde concursan plañideras, futuros tenores y
sopranos. Para paliar los efectos me voy al agua que, por alguna razón casi incomprensible,
ha subido en varios grados su temperatura. ¡Qué maravilla!
- ¡¡¡Juan, sal del agua que nos
vamos!!!
El vozarrón parece bajar del
mismísimo cielo.
- ¡¡¡Juan, que vengas aquí!!!
Un poco más allá, María no quiere
ponerse las chanclas.
- ¡¡¡¡Ahí te quedas!!!!
Los decibelios debieron llegar a
130.
Es la hora de la recogida y los
impúberes no están por la labor. Los adultos los intentan convencer a grito
pelado.
Vaya, ahora que me doy cuenta ¿no
es verdad que los niños hacen lo que ven y oyen? Pues eso. Me voy a tomar un
analgésico.
Idioma playero by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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