11 mar 2013

Todos creíamos


El 11 de marzo de 2004, a las 7:37 horas, explotaba la primera bomba en Madrid. A partir de ahí todo fue muerte, desolación, dolor y solidaridad.

A media mañana de ese día se me pide un comunicado para leer a las 12:00 horas. Me puse a ello y lo redacté creyendo las informaciones de Ángel Acebes, entonces Ministro del Interior con Aznar: fue ETA.
Poco antes de su lectura lo tuve que rectificar pues se pone en seria duda la autoría de los etarras.

El texto que transcribo a continuación es de ese 11 de marzo de 2004.

En noviembre de 2005, el día 19, se entregó a la Asociación 11 M Afectados del Terrorismo el Premio a las Libertades “Rafael del Riego” en Tuña. Durante dos días tuve el placer de conocer a dos integrantes de esa asociación: Marisa Pacheco y su madre, Ina Colado. Marisa es la mujer de un sobreviviente de esa masacre que padecía graves secuelas físicas y psíquicas. Su relato me sobrepaso en más de una ocasión. El dolor que transmitían es indescriptible.

No solo fueron las pérdidas de sus seres queridos o los destrozos que les hicieron, que ya hubiese sido suficiente, luego llegó lo que llegó.

Todos creíamos que ya no nos podían hacer llorar más. Pensábamos que habían llegado al límite de crueldad, pero no, desgraciadamente no ha sido así.

Nuestros corazones tenían una herida por cada una de las personas asesinadas, hoy sangra por todos esos ciudadanos a los que les han quitado la vida de la forma más infame e ignominiosa. Pero este dolor que sentimos por estos muertos, que son algo nuestro, y por sus familiares, no nos impedirán reafirmar nuestras convicciones democráticas.

Nuestra enorme pena no nos cegará como a esos desalmados asesinos y los combatiremos con toda la fuerza y el rigor democrático. Con la contundencia que marcan las leyes y con la persecución policial, hasta la extenuación, los pondremos en el sitio que se merecen, la cárcel.

Qué nadie se equivoque, los terroristas asesinan y según las leyes de este país, a los asesinos se les persigue, detiene, juzga y se les encierra. No hay más. Sencillamente son asesinos.

El domingo haremos otra demostración de que somos más. La razón está de nuestra parte y llevaremos a la práctica una de las esencias de la democracia: votaremos. Nuestro voto será de reafirmación democrática  y, a pesar del dolor, lo vamos a hacer porque unos pocos asesinos no van a modificar un ápice nuestros pensamientos más profundos.

Somos una democracia joven pero fuerte. La solidaridad entre los españoles, nuestros deseos democráticos, son más fuertes que las pistolas y bombas. Ellos son pocos y miserables. Como seres humanos no somos capaces a entender esta barbarie. Ninguna idea justifica en España el derramamiento de una sola gota de sangre.

La Constitución que hace unos meses homenajeábamos en su veinticinco aniversario da cabida a cualquier idea. Esa misma Constitución y el esfuerzo de todos los españoles han hecho de nosotros un modelo para otros. Tenemos el estado más descentralizado del mundo y es plenamente aceptado por una mayoría de los ciudadanos de este país. Nadie, por la fuerza, nos cambiará.

Esos asesinos no van a imponernos nada. Hoy, más que nunca, defendemos nuestra Constitución, nuestro modelo de estado y nuestra ideología democrática.

Los derechos humanos están por encima de cualquier idea. Cuando estos han sido pisoteados de manera tan despiadada solo se pueden hacer dos cosas: llorar y luego mantener la voluntad democrática.




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