La fotografía (desconozco el
autor) es la demostración palpable de nuestras contradicciones. Una imagen
religiosa merece más atención que un indigente – un pobre, para entendernos.
Recuerdo cuando las procesiones
de Semana Santa se habían quedado recluidas a algunas ciudades y pueblos, entre
ellos los que se consideraban más atrasados
o más de derechas. Apreciaciones
subjetivas - faltaría más - que podían estar más o menos alejadas de la
realidad. Eran otros tiempos.
Lo religioso y lo profano se han
mezclado de tal manera que es muy difícil deslindar uno de otro. Aunque eso sí,
y ahí están todos de acuerdo, es un gran
negocio.
Tan negocio es que más de un
alcalde y hostelero han rebuscado, con el beneplácito eclesiástico, por todos
los rincones con el fin de desempolvar los viejos pasos.
No importa el signo político.
Todo sea por atraer al turista y sobre todo su dinero.
Los curas hacen la vista y gorda
y se frotan las manos. Ya soltarán su sermón y… siembra que algo queda.
Las calles se llenan de músicas
que recuerdan a marchas militares. Muchas de ellas lo son.
No importa la hora. Las
procesiones se alargan hasta bien entrada la noche flagelando los oídos de los
que intenta dormir. Nadie se cabrea -¡faltaría más! - no vaya a ser que la ira
celestial recaiga sobre el protestante.
Pasados estos días de
recogimiento interior - que no exterior – habrá quienes recuerden las
declaraciones de la curia católica y se encolericen. ¡A buenas horas mangas
verdes!
Yo, como al otro, ni la música
militar ni la procesional me supo levantar, aunque me miren mal.
Pero estas fiestas tienen sus
cosas buenas. Podemos disfrutar de cuatro días de descanso seguidos y además
hay una rica gastronomía que acompaña a las fechas.
Afortunadamente para mí, yo no
necesito ninguna bula.
Por cierto, esa tradición de no
comer carne en estas fechas va por barrios.
La Iglesia Ortodoxa permite una
sopa tradicional a base de de cordero (casquería e interiores) llamado magiritsa. Bueno, eso a nosotros nos queda un poco
lejos.
Si damos un repaso a los platos
de esta época del año veremos que hay verdaderas delicias.
Podríamos empezar con unas patatas viudas. Su nombre lo deja bien
claro. Vamos, que son unas patatas sin una migaja de carne. Llevan su cebolla,
ajo, pimiento, pimentón, una hoja de laurel, que da mucho sabor, y patatas,
claro. Todo ello servido en cazuela de barro.
Para entonar un poco más, pasamos
a unos huevos de vigilia. No se
preocupen que no hay que dejarlos al sereno. Son unos huevos duros rellenos de
su yema, miga de pan y anchoas. Delicioso.
Podríamos seguir con el rey de
las fiestas. Oigan, sin querer quitar a
nadie el protagonismo. El bacalo.
Ayyy ¿qué decir del bacalao?
Este pescado se consumía, se
consume, preferentemente en salazón. La
variedad de platos es casi infinita, tantos como días del año y más. Todos
ellos magníficos, sabrosos. Solo hay un inconveniente: su precio.
Después de estos platos, todos
cumpliendo la más estricta normativa religiosa - para quien sea menester- cumplen, además, todas las normas dietéticas.
Una gozada.
Pues bien, para finalizar no
estaría mal darse un pequeño gusto, sin necesidad de arrepentimiento o
confesión: los postres.
Llegados aquí - para los más
fervorosos: sepan que esto ya es caer en la gula- demos buena cuenta de los
frutos de sartén. ¿Frutos de…? Dicho de otro modo, masa frita, que por cierto,
tiene su origen en la cocina sefardí.
Imaginemos: bartolillos, flor
frita, frisuelos, porras, buñuelos, pestiños, casadielles, almojábanas,
torrijas.
¿Se les hace la boca agua? A mí,
sí.
Así podríamos seguir. ¿Para qué?
Qué rico todo.
Ya ven, unos pueden seguir al
paso, otros lo podemos hacer a la olla y mientras, el pobre sigue tirado en la
acera.
Semana Santa: contradicciones y festines gastronómicos by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
Esta época del año es sumamente importante, une a las familias y nos trae un montón de fiestas y desfiles.
ResponderEliminarSigue escribiendo sobre todo lo referente a la Semana santa