Publicado en La Nueva España el 8 de diciembre de 2015
Atravieso el Puente Tuña y en un momento me adentro en el valle que me llevará hasta la capital del Cuarto de la Riera: Tuña.
Me viene a la memoria un hecho curioso ocurrido en 1912, época en la que el caciquismo fue un fenómeno socio-político que revistió al poder local de un poder arbitrario.
A lo que iba. Allá por 1912, el alcalde de Tineo Ceferino Menéndez tiene todo un “detalle” de generosidad. Comunica a la corporación municipal que el ministerio de Fomento había ordenado el inicio de las obras de la carretera entre La Florida y el pueblo de Tuña, y que no habían podido comenzarse a causa de no ceder el paso por su finca una vecina del caserío de Bombeao. El edil toma cartas en el asunto y comprueba que la afectada no consiente si antes no se le entregan dos mil pesetas. Ni corto ni perezoso, el señor alcalde adquiere la finca en esa cantidad con el propósito de cederla al municipio y de esa forma poder comenzar las obras.
Gran gesto, sí señor, solo que tanta generosidad escama. “El terreno es en su mayor parte terreno inculto, con arbolado y maleza en su mayor extensión, parte de labrantío y una más pequeña de prado” así lo describe el secretario municipal del momento. Don Ceferino deja claras las cosas en el pleno municipal: “esta adquisición la hace para ceder en igual precio al municipio, pues su objeto no ha sido otro que evitar trámites y dilaciones que se opongan al pronto comienzo de las obras”.
No dejo de sonreír mientras lo recuerdo. Menudo pelotazo.
Enseguida estoy aparcando en la plaza. Lo primero que veo son dos monumentos que a todas luces son contradictorios. No digo que no puedan convivir, digo que, cuando menos, hacen pensar.
Uno es un busto de Rafael del Riego, el otro conmemora la concesión del título de Pueblo Ejemplar de Asturias a Tuña en el año 2000.
Riego, símbolo de los progresistas primero y luego de los republicanos, nació en este pueblo tinetense. José Maldonado, alcalde de Tineo y último presidente de la República en el exilio, fue elegido concejal por Tuña en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. Con la democracia este pueblo se convirtió, con suma discreción, en un lugar de peregrinaje republicano.
No es anecdótico que familias como la del ex lendakari Patxi López veraneasen durante muchos años en este tranquilo pueblo. Toda una declaración de intenciones. Fueron muchos los republicanos que realizaron visitas, y aún lo hacen, para conocer la patria chica de Rafael del Riego.
Recuerdo que Nalo, un vecino de la zona, me comentaba que Tuña había sido tierra de masones. La cuenca del Narcea fue vía de penetración de la masonería en los pueblos de la comarca suroccidental en época republicana.
Este bagaje creo que hizo que la corona española viese a Tuña de una forma especial y aprovechase los méritos ciudadanos actuales para saldar una deuda histórica.
La mención que el príncipe Felipe, hoy Felipe VI, realizó en Tuña sobre Rafael del Riego es clara:
También vivió la experiencia de la lejanía vuestro paisano Rafael del Riego, cuya agitada vida política debemos analizar desde una correcta perspectiva histórica. El tiempo pasa y con su transcurrir, el pasado va cobrando su auténtico significado. Cuando las acciones de los hombres responden a un deseo de justicia y de paz, cuando buscan el progreso, la libertad y el bien común, cuando, en fin, les mueve un profundo amor a la patria, el juicio de la posteridad debe realzar lo que hubo de imperecedero en sus inquietudes y en la defensa de sus ideales.
Eso sí, tampoco era necesario hacerse sangre y no recordó que Fernando VII, el denominado Deseado y más tarde rey Felón, fue el responsable de la ejecución de Riego.
No se olvidó de nombrar al “bondadoso y prudente de don José Maldonado”. No está de más recordar que Maldonado disolvió las instituciones republicanas el 21 de junio de 1977, anteponiendo la democracia a sus ideales republicanos.
Lo que les decía, Tuña tiene mucha historia tras de sí.
Frente a estos dos monumentos se encuentra la iglesia parroquial. Se cierra el círculo.
Cielo gris. La mañana fría. Cojo la cámara de fotos y ya estoy listo.
Hacía tiempo que no recorría el pueblo. Es precioso. Apenas veo gente, están a lo suyo. Un coche por alguna calle, un tractor aquí y allá, dos vecinos conversando y poco más. En todo momento me acompaña el discurrir del río, aunque no lo vea lo escucho.
Las casas tradicionales compiten con las de nueva factura en número. Son muchas las viviendas que conservan su hórreo o panera, la mayoría en buen estado. José M. Bouzas en su libro “Hórreos y paneras del Cuarto de la Riera” realiza un recuento y le salen 34 hórreos y 18 paneras.
No dejo de disparar con la cámara. Cada rincón merece una foto.
Paso por delante de la casa natal de Riego y me llego hasta el área recreativa. Contemplo el río y un escalofrío me recorre el cuerpo. Un perro, que cuida un pequeño rebaño de ovejas, me ladra.
Cada dos por tres me voy parando. Hórreos y paneras por doquier. Hermosas casas que me hablan de un pasado más esplendoroso y que hoy me infunden una nostalgia placentera.
En las casas atizan las cocinas. Columnas de humo blanco se elevan sin viento que entorpezca su verticalidad. En algunas deben estar ahumando la matanza. Un hombre limpia una artesa. A muchos cerdos les ha llegado su hora.
Sin ser un pueblo grande da para un recorrido pausado, contemplativo, relajante.
De una casa me salen al encuentro cuatro aguerridos perros. Entre todos ellos no hacen uno de mediano tamaño. Tras entablar amistad, serán mis compañeros de recorrido. El más pequeño, que aún se aprecia que es blanco, es el más tímido y va siempre a una distancia prudencial.
Todos juntos, en procesión laica y heterogénea, nos llegamos hasta la casa que denominan de los Riego y Tineo en Castañedo. Son unos minutos de camino. La casona, un día señorial y dedicada hoy a cuestiones tan prosaicas como la ganadería, no deja de tener su encanto. Desde allí todo el grupo nos paramos a contemplar Tuña.
Volvemos tras nuestros pasos y nos encaminamos hacia el puente Carral, que como a todo puente de piedra que se precie dicen que es romano.
Por el camino hemos tenido una deserción: el tímido nos ha dejado.
Otra vez estoy al lado del río y desde allí la casa-palacio de Cabo del Río es preciosa. Otro viejo caserón adecuado a las necesidades ganaderas de sus moradores.
Tras el acto contemplativo callejeamos un poco más. Otra deserción. Ya quedamos tres. Más fotos. Miramos la casa Torre de Tuña, hoy convertida en hotel y regresamos a la plaza donde inicié el recorrido.
Mis dos acompañantes al ver que me acerco al coche se dan media vuelta y allí me dejan. No nos despedimos.
Es una buena hora y con el espíritu sosegado, el ojo pletórico de hermosos rincones me doy una alegría en forma de cerveza en el Hotel Restaurante Casa Pipo. Por cierto, me la acompañaron de una tapa de hígado muy rica.
Cuando me di cuenta habían pasado dos horas y media muy reconfortantes.
Desde Tuña se puede uno acercar al dolmen de Merillés o hasta Genestaza y contemplar su fana.
No esperen más para conocer este pueblo. Si quieren visitar un símbolo: Tuña; si quieren pasear por un bonito lugar: Tuña.
Tuña, un pueblo con historia by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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