Publicado en La Nueva el 25 de noviembre de 2016
En lo que va de año han sido asesinadas por sus parejas o exparejas 43 mujeres. Según sea la fuente puede variar esta cifra. Me da igual. Todas ellas fueron asesinadas por hombres y eso tiene un nombre: asesinato machista.
Nada
de violencia doméstica, nada de violencia de género: asesinato machista.
Por
mucho que se empeñen algunos, hay también mujeres, no es una cuestión
individual. Es un problema social. Un problema que se atisba en muchas de las
conductas ciudadanas diarias que nutren a los machistas. Son detalles que
pueden parecer nimios pero que en absoluto lo son.
Si
establecemos papeles masculinos y femeninos dentro del hogar estamos fomentando
el machismo.
Si
la niña hace su cama y al niño se la hace su madre, es lo más habitual, están
educando desde el machismo. Si el niño recibe regalos tecnológicos, balones y
similares y la niña muñecas, carritos de bebé y cocinitas, están educando desde
el machismo.
Habrá,
y los hay, quienes digan que esto no tiene relevancia. Creo que se equivocan.
La tiene y mucha. Los roles se asimilan desde la infancia. Siempre de forma
sutil. Hace tiempo, no tanto, se inculcaban a torta limpia.
Con
la adolescencia será a las niñas a quienes se otorgue la responsabilidad de
cuidar a sus hermanos menores. No al niño. Sigue siendo norma. No se
equivoquen, eso también es machismo.
Los
jóvenes comenzarán a salir por las noches ¡Cuántos dolores de cabeza para los
padres! Pues bien, por lo general los padres son mucho más estrictos con los
horarios de las chicas que con los de los chicos. Y eso es machismo. No les voy
a hablar de los temores paternos en el caso de unas y otros.
Machismo.
Cuando
se van a estudiar alejados de la protección
familiar las chicas llaman todos los días a casa para dar el parte de
novedades, los chicos lo hacen cuando cuadra y normalmente son las madres las
que realizan la llamada. ¡Los chicos son así!
No
lo duden, sigue siendo una actitud machista.
La
incorporación al mundo laboral supone más desigualdad. Hay infinidad de
estadísticas que nos dicen que las mujeres están discriminadas a todos los
niveles: económico, de promoción… Eso es machismo puro y duro. El acceso a
determinados puestos sigue estando casi prohibido a las mujeres. No solo en las
empresas, pequeñas y grandes, sobre todo estas últimas, también en cargos
públicos de máxima relevancia.
Y
eso, no les quepa la menor duda, es machismo.
En
nuestro ámbito familiar los hombres hacemos la compra, alguna vez, y de eso
alardeamos pero ¿cuántas veces fregamos la taza del váter? No, no tienen autolimpieza.
Eso es machismo.
Si
miramos a nuestro alrededor mil y un detalles nos indican conductas machistas.
No les voy a hablar de vergüenzas panfletarias como Cásate y sé sumisa que sobrepasa cualquier atisbo de racionalidad.
Pues
si estas, y otras muchas, son pautas sociales normales no debería extrañarnos que surja la anormalidad mortífera
del asesinato machista.
Desde
luego no establezco una relación directa entre esos procederes machistas y los
asesinatos. Lo que si digo es que una sociedad machista es un caldo de cultivo ideal
para que se maltraten, y en casos extremos se asesinen, a mujeres sin que se
produzca una inmensa protesta social.
Hay
una actitud que me resulta – voy a decirlo de forma suave – reprobable. Es la
de aquellos hombres que cuando se habla de asesinatos machistas sacan a
colación lo de que también hay mujeres que matan a hombres. Para ello utilizan
fuentes nunca aclaradas. De las mujeres asesinadas podemos saber fácilmente sus
nombres, la de esos varones nunca.
Eso
sí, estos hombres no se consideran machistas.
Otro
de sus razonamientos de cabecera son las denuncias falsas por maltratos que
realizan las mujeres. Con que recuerden una ya les vale. De las miles que son
ciertas ni se acuerdan. Tienen memoria selectiva.
No
son machistas. En absoluto. ¡Faltaría más!
Llegados
al paroxismo del argumentario sacan a colación la maldad de las mujeres que
ante un divorcio se quedan con la
custodia de los hijos y la mitad de los bienes.
Por
favor, fíjense y verán como siguen este lamentable patrón. Por mucho que se
empeñen sus argumentaciones son torticeras, maniqueas. Son machistas.
Sí,
en esta España nuestra tan avanzada, justa y democrática suceden estas cosas.
¿Se
imaginan a mujeres asesinando a jueces, diputados o sacerdotes? No uno, ni dos,
ni tres; matando a cuarenta, cincuenta, sesenta al año. Pues esas son las
mujeres asesinadas por hombres.
¡Y
luego dicen que no somos machistas!
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