Los escritores de renombre, los
que venden miles o millones de libros suelen escribir, o al menos publicar,
hasta el último aliento. Lo cual no quiere decir que sigan manteniendo un nivel
literario excelso, aunque desde luego eso no resta relevancia a su obra
anterior.
No podemos olvidar que la edición
de libros es un negocio y cómo tal quieren exprimir hasta el último euro que
pueda producir un escritor. No hay nada que objetar. Los escritores comen y
pagan facturas como todo hijo de vecino, pero más allá de esto las editoriales son tan voraces como cualquier
otra industria.
Cuando se publican libros con
afán recaudatorio tampoco es que me parezca mal, allá cada cual con su
prestigio. Siempre nos queda la opción de no compararlos. Lo que sí me molesta
son los elogios sin ton ni son. Tengo la sensación de que los realizan sin
haber leído el libro. Bueno, allá ellos.
La última decepción, en este
sentido, es la que me provocó Proyecto
Silverview, obra póstuma de John Le Carré, traducido por Ramón
Buenaventura.
Es de sobra conocido que Le Carré
es el escritor de la Guerra Fría y del espionaje británico, en esta ocasión
siguió en su línea. A las pocas páginas tuve la sensación de que a la historia
le pasaba algo. No le dí importancia, pero según avanzaba la cosa no mejoraba.
Podía ser cosa mía, en ocasiones me cuesta entrar en la narración. Me fijé más
y empecé a ver no sé sí erratas de traducción o sencillamente expresiones que
no se utilizan en el castellano. Les pongo algunos ejemplos: «…cantaban las
mismas canciones y se agarraban la trompa con los mismos matarratas» (pág.
149). «En las paredes de su hija…» (pág. 165). «Julian entró en contacto con la
muerte de Deborah…» (pág. 206). «Florian no ha emergido de su casa…» (pág.
270). Y así unas cuántas más. Pero no
fueron sólo estos errores, la historia me pareció inconclusa. Pensé que era
problema mío.
En ocasiones parecidas busco
críticas y las que leí ponen el libro por las nubes. Todas dicen más o menos lo
mismo. Divagan sobre la obra en general y el autor, pero poco aportan sobre Proyecto Silverview.
A lo largo de toda la lectura,
que es rápida, 296 páginas con un tamaño de letra muy adecuada para no cansar
la vista, estuve preocupado ya que la sensación de que algo no cuadraba no
desaparecía. Me sentí culpable de no sé qué.
Y llegué a la página 291, al
epílogo de Nick Cornwell, hijo de John Le Carré cuyo verdadero nombre era David
Cornwell, y ahí se disipó mi culpabilidad y quedó aclarado el misterio.
Nick Cornwell explica que
prometió a su padre terminar los relatos que encontrase incompletos y este es
el caso de Proyecto Silverview, cuya
existencia él conocía. Esto entra en contradicción con lo que manifiestan por
ahí algunos que dicen que el texto apareció de forma inesperada, lo cual
demuestra que no se leyeron el libro, cosa muy habitual, por cierto.
Nick dice que el libro es
tremendamente bueno y añade: «Había gazapos habituales en un manuscrito:
palabras repetidas, deslices técnicos, algún raro párrafo confuso» (pág. 293).
Continúa dando explicaciones: «La versión que el lector tiene ahora en sus
manos es resultado de un proceso de revisión que vino a ser más bien un
cepillado clandestino que ninguna otra cosa. Resulta desde cualquier punto de
vista razonable, puro Le Carré, aunque el lector es libre de achacarme a mí
todo lo más desafortunado» (pág. 294). Ese es mi caso. Creo que han publicado
un libro al que le hacen falta más cepillados, y lo digo siendo quien es el
autor.
La novela trata, cómo no, de
espías del servicio secreto británico y una fuga de información y la búsqueda
de la filtración. El servicio secreto aparece como un organismo plagado de
facciones alejadas del patriotismo que se le debía suponer. Los detalles de la
sociedad británica tampoco son nada buenos. Hay que tener en cuenta que Le
Carré estaba enfadado con sus conciudadanos por la situación política y el
Brexit, hasta tal punto que pidió y obtuvo la nacionalidad irlandesa como
muestra de su apoyo a la Unión Europea.
Esta es la opinión de un lector,
tan buena o mala como la de cualquiera. Para tener la suya tendrán que leer el
libro. Lo podrán encontrar en su biblioteca pública o librería preferida.
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