Manuel Rivas, galardonado con el Premio
Nacional de las Letras Españolas 2024, tiene nueva novela, Detrás del cielo.
Los diez años transcurridos desde la última no significa que no haya
publicado libros de otros géneros. Transita por todos los caminos de la
escritura, así es poeta, narrador, ensayista o articulista. Rivas tiene un
compromiso con su tierra, Galicia, y con su lengua. Escribe en gallego y luego
traduce al castellano, así es en Detrás del cielo. Según el autor este
título es el inicio de una serie, que lleva bastante avanzada, donde el hilo
conductor será el poder, la depredación de la naturaleza y la caza del hombre
por el hombre.
En la sinopsis publicitaria se dice que se
trata de una novela de serie negra, opinión que no comparto. Me parece una
clasificación que no se ajusta a la realidad. Quienes esperen un asesinato o
varios, con una investigación policial al uso se equivocarán.
Desde la primera línea se percibe una
atmósfera inquietante: «Rumió juramentos, masticó maldiciones, mezcló con café,
aliento y niebla toda aquella metralla y la escupió en el suelo» (pág. 11). Esa
primera página acaba así: «Me quería mucho, Estanis. Me quería como a un perro»
(pág. 11), dice Dombodán, joven especial, que por sus características se hace
querer por casi todos y que es el narrador.
Podemos situar el desarrollo de la acción en
torno al confinamiento por el COVID al que se hace referencia de forma
residual.
Los acontecimientos se desarrollan en un
lugar llamado Tras do Ceo y tiene como eje una cuadrilla de cazadores. Manuel
Rivas es militante ecologista y queda patente en la novela, lo hace sin ningún
tipo de apología y ello no impide que los cazadores, en este caso, tengan su
propia voz.
Hay otros temas que van surgiendo y que nos
sirven para ver como se desarrolla la vida en la Galicia rural, que no es muy
diferente a otras zonas de España. Ya no se puede vivir con unas pocas vacas y
la preocupación por el futuro es aprovechada por los vivos de turno: «Al señor
Duroc le hacían falta esas tierras, y a nosotros el dinero. Estaba al tanto del
proyecto de la granja. Él estaba seguro de que sería un éxito. Era el momento.
La gran oportunidad. Había ayudas europeas, subvenciones. Las grandes compañías
competían por comerciar con la leche de Galicia. En el mundo había unos valores
seguros. Y la alimentación, empezando por la leche, era lo primero. Siempre iba
a hacer falta leche» (pág. 81). En esta situación de desesperación económica
surgen los conflictos generacionales.
Este
discurso les suena ¿verdad? Con la leche ya lo conocimos y recordamos la cuota
láctea. Ahora son los aerogeneradores, las plantas de biomasa o las minas de
oro.
Ya sabemos como acaban estos «negocios»,
ahora, en demasiadas ocasiones, trabajan a pérdidas, eso dicen.
Galicia ha sido, sigue siendo, tierra de
emigrantes, pero parece que se les olvidó, hoy los recibe,. «Ni tú ni yo
aguantaríamos ni la décima parte de lo que ellos llevan aguantado» (pág. 95).
La inmigración, tan denostada y maltratada, es uno de los pilares sobre el que
se asienta nuestra sociedad, sin ellos se para el país.
Dombodán, en su simplicidad, comprende cual
es su sitio y repite lo que ya nos dijo desde el primer momento: «Yo pienso
que, para él, para Estanis, era como un perro. Me quería como a un perro. Y yo
hacía de perro. Es más de lo que puedes esperar de mucha gente. Si eres un buen
perro, claro» (pag. 101). «Milana bonita», seguro que lo recuerdan. Terrible
pero muy cierto. Hay explotadores y explotados. La vida está plagada
personajillos que basan su existencia es humillar a otros, desgraciadamente hay
quienes tienen pocas oportunidades de zafarse de la bota que los oprime, aunque
no siempre.
Bajo la apariencia de tranquilidad y pureza
los pueblos también tienen presentes sus miserias. Los prostíbulos siguen
formando parte del paisaje y en ellos recalan la crème de la crème de la
comarca. En ellos las mujeres son
esclavizadas y tratadas como animales. La realidad no tiene nada de bucólica.
Más temas. El narcotráfico o el suicidio
tienen su espacio como lo tienen en la vida. No se olvida Rivas de aquellos que
dedican su esfuerzo a salvar la vida de quienes se la juegan para llegar a la
«rica» Europa.
Hablar de Galicia supone que en algún momento
surja lo mágico: «Nada, no me responde. Cuando habla sola, no oye. O se
despierta de repente, te mira con estupor, como quien viene de dormir fuera:
«¿Qué quieres tú? No me vengas detras. ¿No ves que estoy libre?» (pág. 147).
Ya ven, Detrás del cielo es más que
una novela negra, como les dije. Hay muertos que son producto de una forma de
vida en la cual las miserias humanas salen a la luz. La Galicia de siempre
tiene su pervivencia en la de hoy. Hay cosas que el tiempo no es capaz de
cambiar a la velocidad que deseamos y viendo lo que estamos viendo parece que
no va a ser fácil seguir avanzando.
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