Publicado en La Nueva España el 12 de agosto de 2015
“En
el campo de San Roque yo perdí una liga verde ¡Ay, del campo de San Roque donde
las ligas se pierden!”
En los primeros días de agosto
los más jóvenes del concejo de Tineo se empiezan a movilizar: San Roque ya está
ahí. Durante el resto del año las peñas, unas cincuenta, permanecen
aletargadas. Los mayores también tienen las suyas, aunque son las menos.
Los mensajes a través de
Facebook y sobre todo del WhatsApp no
paran. Se convoca al personal, se les anima a contribuir para la comida y bebida – esta última no puede
ser escasa y mucho menos faltar – y todo estará preparado: el Campo de San
Roque les aguarda. Antes habrán ocupado “su sitio” en el prao, colocado las pancartas e instalado los enormes cajones que
les servirán de despensa. Ahora sí, todo listo.
El prao de San Roque ha vuelto a
ser el protagonista – lo cual me alegra -. Hace no tanto tiempo la fiesta
estaba más dispersa.
Los años pasan y los recuerdos
afloran. Los más jóvenes viven con intensidad y ya tendrán tiempo para
rememorar. Yo ya estoy en el grupo de los que evocan.
En esencia la fiesta de San Roque
no ha cambiado mucho en estos años – no tantos, no exageremos -.
Las meriendas son consustanciales a la fiesta. No se entiende San Roque
sin el bollo del día 15 o esas meriendas
del 16. Familiares y amigos se reúnen ante una ingente cantidad de comida.
Todos son bien recibidos. Cómo marcan los cánones, lo normal es degustar el
ágape sentados en el prao.
Así era, así es.
Yo vi como se iluminaba la niebla
en el Campo con los fuegos artificiales. Durante años se instauró la costumbre
de realizar la tirada de los fuegos artificiales en el propio Campo de San
Roque. Esta práctica conllevaba las dudas sobre el color de la niebla de ese
año. Un año sí y otro también, la niebla de colores solía ser la protagonista.
Eso sí, cuando se decidió cambiar
y tirar los fuegos desde el Ferial de Santa Teresa se armó la marimorena. En
fin, cosas que pasaron.
Recordando, recordando…Me acuerdo
de cuando la Casa del Tiro no tenía carpa y tampoco acogía verbenas paralelas
al prao. Más tarde allí se ponía -
aún se hace - una carpa. Con la bonanza económica un empresario - dedicado a esto de las fiestas - instalaba
otra carpa - aún mayor - muy cercana a esta de la Casa del Tiro. Eso sí, previo
desembolso de una enorme cantidad de dinero.
Así llegaron a coexistir dos
fiestas en el Campo de San Roque: una en el prao de siempre y otra - para los más jóvenes - en las carpas. Los
mayores no dejábamos de darnos, de vez en cuando, una vuelta por allí.
Se ha vuelto a los orígenes y el
Campo es el centro de la fiesta. Ahora los jóvenes conocen a las orquestas e
incluso tienen seguidores entre ellos.
Recordando,
recordando… Me acuerdo de cuando instaron la farolona en mitad del prao.
Fue por el año
92-93, del siglo pasado, cuando la
térmica de Soto de la Barca regaló al Ayuntamiento de Tineo unas enormes
farolas, que ellos utilizaban para iluminar el parque de carbones. Unas se
instalaron en el Ferial de Santa Teresa - ahí siguen - y otra en mitad del
Campo de San Roque. Se lo juro, en mitad del Campo.
Las protestas
fueron importantes pero el consistorio la mantuvo allí durante unos años. Al
final la quitaron y muchos respiramos aliviados.
No me olvido
de los cubos.
El botellón,
dicho está, es práctica habitual en San Roque pero no es cosa de ahora. ¿Quién
no se acuerda de los cubos que Peraldo hacía en El Refugio? Los talluditos nos
acordamos y los probamos. ¡Qué buenos!
Para los
foráneos explicaré que el cubo era eso: un cubo de unos diez-doce litros. Se
troceaban frutas varias – las admite todas, según gustos – luego se iba
rellenando de varios tipos de alcoholes – sin reparos – más dulces o menos.
Varios litros, no había que pecar de tacaños. Como amalgama de todo ello
bebidas de naranja y limón aderezado todo ello con azúcar.
No se crean,
no era fácil dar con el gusto de todo el grupo. Los encargados de tal menester
tenían la terrible obligación de ir probando el brebaje, poco a poco, hasta
atinar con el equilibrio perfecto de la poción. El resultado solía ser que
cuando acercaban el cubo al grupo los druidas ya llegaban bastante animados.
El cubo se
paseaba arriba y abajo en el Campo de San Roque y entorno a él se baila. Los
círculos eran muchos y no era nada extraño, pero que nada extraño, el ir a otro
corrillo a degustar los caldos.
Eso sí, nada
de vasos: una garciella – cucharón - era el utensilio imprescindible. No había
ascos. La concentración de alcohol era tan elevada que mataba todos los
gérmenes.
Según descendía
el nivel en el cubo aumentaba el grado de animación de los acólitos. Razón aún
inexplicable hoy día.
En San Roque
no falta la xata. Desde el siglo XIX
se tiene constancia de tal cosa. ¡Anda que no la hacen dar vueltas ni nada! No
sean, la xata es distinta cada año,
no está momificada y se sortea.
Otra tradición
más reciente, y no por ello menos querida, es la presencia de la caseta de Las
Cabezas de San Juan – pueblo sevillano hermanado con Tineo -. Ya forman parte
del paisaje de estas fiestas.
El pelo cano o
muy escaso. Las arrugas marcando el pasado. Aquellos jóvenes son hoy abuelos y,
sin embargo, cuando llega San Roque la cara se les ilumina. Reencuentros,
nostalgias, recuerdos – muchos recuerdos – inundan el prao.
Allí estaremos
otro año más. Sed bienvenidos todos.
En el Campo de San Roque reverdecen las ilusiones by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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