Publicado en La Nueva España el 20 de febrero de 2016
La
mayoría de los asturianos hemos visitado Llanes, Ribadesella o Covadonga y
¿Pola de Allande o Grandas de Salime?
Que cada cual se responda.
Eso
de la lejanía y las malas carreteras es una disculpa. ¡Anda que no se hacen kilómetros
- y qué kilómetros - para subir a los Lagos de Covadonga!
Olvídense
de las prisas, no las necesitan.
Hagan
un pequeño recorrido conmigo, el de la AS-14 de Pola de Allande a Grandas de
Salime.
Cuando
lleguen a Pola de Allande, dense un respiro. Deambulen por la villa atravesada
por el río Nisón. Nadie les apura. Si han madrugado repongan fuerzas.
Nada
más salir de la capital del concejo se inicia la subida del Puerto del Palo.
Disfruten de la ascensión. Cuando lleguen al alto, si no hay niebla, tendrán
unas vistas magníficas. No falta el parque eólico de turno. Ya forman parte del
paisaje del occidente astur.
El
Palo está descarnado y sin embargo, resulta hermoso. Los tajazos de las pistas
que lo atraviesan le dan un aspecto más llamativo. Al poco de iniciar el
descenso veremos Montefurado, pueblo en mitad de la nada. Visto desde arriba
les llamará la atención su ubicación.
No
verán muchos coches, pero no se apuren. La escasez de tráfico es un aliciente
en el recorrido.
Cuando
lleguen a la altura de Lago deténganse y háganle una visita al tejo situado al
lado de la iglesia.
Continuando
ruta se toparán con Berducedo. ¿Otro café?
Sigue
la bajada hasta dar con el río Navia y el embalse de Grandas de Salime, pero
antes hay una parada obligada: San Emiliano. Desde la AS-14 hay un desvío a la
derecha, está bien indicado. Unos ochocientos metros y llegarán a este precioso
pueblo. No se lo pierdan.
Piedra,
pizarra, hórreos, paneras. Sobre todos destaca la Casa de la Torre, que la
datan allá por el siglo XVI. La iglesia, situada al lado de esta casa, la
catalogan, en su origen, en el románico.
Al
margen de estas dos construcciones, todo el pueblo tiene su encanto. Las casas
no se quedan a la zaga en cuanto a belleza. Inexcusable recorrer todas y
cada una de las caleyas.
Fíjense
y podrán ver que algunos hórreos están decorados con trísqueles y otros
símbolos.
En
el pueblo viven catorce personas. Cuando llega el verano la cosa cambia, los
oriundos que conservan casa se acercan con sus familias. San Emiliano revive.
A
la entrada del pueblo, junto a la antigua escuela, me encontré con alguno de
los vecinos. Estaban esperando al médico de Berducedo. Una vez cada cuatro
semanas se desplaza hasta San Emiliano para “dar” recetas. Comprueben las
líneas de transporte público y lo entenderán.
Niños
no hay. El más joven del lugar tiene 52 años. Todos jubilados.
No
hay vacas. Mejor dicho, quedan dos en una casa. La miel, la huerta para
autoconsumo, kiwis, algún naranjo y limonero y ahí se acaba. Por cierto, la
miel de esa zona es muy rica.
El
pueblo fue declarado Conjunto Histórico Artístico y Pintoresco el 3 de mayo de
1971, según reza en una inscripción colocada en la primer casa que nos
encontramos.
Les
dará pereza dejar San Emiliano.
Continúen
sin prisa. Ya saben, el tráfico no les agobiará.
Muy
cerca se encuentra el embalse de Salime y su central hidroeléctrica. La verán
desde la carretera.
La
obra inició su andadura en 1946. Su construcción fue toda una odisea. Sirva de
muestra que tuvieron que construir un teleférico de 36 kilómetros de
longitud, que partía del puerto de Navia, para transportar materiales hasta la
presa.
Pero
este embalse y central hidroeléctrica destaca, además, por sus aspectos
artísticos. En este aspecto, la mano - e ingenio - de Joaquín Vaquero Palacios
y de su hijo, Joaquín Vaquero Turcios, sirvió para elevar de categoría este
centro industrial.
Indaguen
un poco y verán las sorpresas que le depara. Realizan visitas guiadas.
Parada
a parada, el día va pasando.
Un
poco más allá se encuentra Grandas de Salime.
La
visita obligada es el Museo Etnográfico. Este tampoco se lo pueden perder.
Los
más mayores recordarán, los más jóvenes conocerán. Les atenderán
espléndidamente.
La
iglesia ocupa el espacio central, y más destacado, del pueblo. Aquí ejerce
Alejandro, cura que fue de Soto de la Barca y Tuña durante muchos años. Esta
profesión también está en horas bajas. Alejandro, además de Grandas de Salime,
se ocupa de Pesoz, San Martín de Oscos y Villanueva de Oscos. Vamos, que se
pasa la vida en el coche.
¿Ya
han repuesto fuerzas? Incluso puede que hayan comido.
Unos
kilómetros más allá se encuentra el castro de Chao Samartín y su museo. No
pasen de largo. Eso sí, comprueben los horarios de visita.
Cuando
se den cuenta el día estará acabado.
Esto
es una aproximación a esa zona. Les gustará y querrán conocerla mejor. Háganlo.
Su cuerpo se lo agradecerá y su mente también.
Aunque
estén un poco lejos, solo un poco, merecen una visita. Si puede ser, dense
tiempo y disfruten de un par de días, no les defraudará. Hay mucho más que ver.
Allande y Grandas, de cerca by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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