En ocasiones, cómo cuando quieren desprestigiar a un
dictadorzuelo, nos muestran imágenes de personas haciendo cola. Da igual para
lo que sea, el caso es que veamos que ese país, con ese personaje déspota, es
un desastre.
Luego están esas otras colas.
Oigan y para eso Madrid. ¡Madre mía!
Los provincianos las contemplamos
con asombro. Los autóctonos ni se inmutan. Esperan pacientemente y luego, eso
sí, salen a la carrera.
Las gentes de provincias nos
acercamos a la capital, siempre que sea por ocio, en fines de semana o puentes.
Los madrileños abandonan la ciudad y la ocupamos los foráneos. Y ahí tenemos la
primera de las colas.
Sí somos tan atrevidos de ir en
coche – ya saben, no estamos acostumbrados a tanto vehículo, tanto carril y además
conducimos fatal – vemos las inmensas colas de coches que inundan las vías de
salida de la urbe. Kilómetros y kilómetros de automóviles que en ocasiones
están parados. ¡Nos quedamos maravillados!
Cuando dejamos la tartana en el
parking respiramos – al pagar la estancia nos quedamos sin respiración -.
Tras hacernos con un plano –
recuerdo que somos de provincias – empezamos el callejeo. ¡También se hacen
colas por las aceras! En la zona centro es tal la cantidad de gente que
instintivamente se van formando colas para poder caminar. ¿Qué exagero? Para
nada. Ir, por ejemplo, desde la plaza del Callao a Sol por Preciados es toda
una aventura. Y sí, se va en cola. ¿E ir desde Sol, por la calle del Arenal,
hasta el Teatro Real? ¡Una odisea! ¿Calle de Carretas? Colas, colas, por las
aceras.
Bueno, ya lo sé, hay otras calles
menos transitadas pero les recuerdo que somos de provincias y queremos
empaparnos del Madrid.
Deseamos que la villa y corte nos
deslumbre y, desde luego, hay que entrar al Palacio Real. Muy bien, pero antes
hagamos cola. Visitaremos lo visitable en cola. Haremos las fotos en la
escalinata de acceso por riguroso orden de cola. Pasaremos por el servicio y…
¡Qué bonito! ¡Qué grande! ¡Qué trabajo más pesado ese de ser rey!
Callejeando, callejeando, a uno
le entran ganas de tomar algo ¿qué tal unos churros? ¿Hacemos cola o seguimos?
Seguimos.
Las navidades ya se intuyen y no
queda otro remedio: vamos a comprar lotería a Doña Manolita. ¿Se imaginan lo
que nos pasó? Pues sí, una inmensa cola. Es tan grande que los provincianos
vemos con asombro como necesitan guardias de seguridad para controlar al gentío.
¿Y si toca? Si hay que hacer cola se hace.
Ya de estar ahí ¿una cerveza y un
frito de bacalao en el Labra? Magnífico. Ingenuos. Cola, hay que hacer cola.
Están buenos y tiene historia. En esta taberna se fundó, allá por 1879, el
Partido Socialista Obrero Español.
Aunque ustedes no se lo crean –
se lo prometo, se lo prometo que es cierto – he visto como los autóctonos hacen
cola en los cajeros. ¡De verdad! No dos, tres, cuatro o cinco, un montón.
Ahora caigo. Ya entiendo lo de su
tranquilidad en la espera: el móvil. Hay que declarar a este aparato como un
bien para la humanidad pues tranquiliza el ánimo.
Digresión. ¿Y sí los reparten
masivamente en zonas de conflicto armado?
Atardece. Nos hemos ilustrado y queremos
ver el templo de Debod. Acceso con cola. Para poder hacer unas fotografías esperamos
a que otros terminen. Cola. Nos acercamos a contemplar las vistas que desde
allí se contemplan y sin prisas aguardamos nuestra vez. La luz otoñal inspira a
más de uno.
La noche y el cansancio nos
encaminan al hotel. Mañana será otro día.
Madrugamos. Hay mucho que
recorrer, contemplar y con lo que asombrarnos.
Pasito a pasito nos hacemos la
Gran Vía. Nada nos resulta extraño. La televisión lo acerca todo.
Cruzar una calle es siempre
interesante. ¿Me dará tiempo? Las caras de los conductores no son muy
amigables. Pues sí, en los semáforos también se hace cola. Se acumula tanta
gente que parece una manifestación. No puedo dejar de asombrarme. ¿No lo
entienden? Pues es bien fácil, en mi pueblo no hay semáforos. Bueno, ni gente.
Ves más gente en un cruce de calles en Madrid que en mi pueblo en todo el día.
Miramos extasiados la fuente
donde se bañan los merengues. Tranquis, luego le tocará a la de los
colchoneros.
¡Qué pedazo de ayuntamiento! Todo
a lo grande, sí señor, que se note que es la capital. Por cierto, no se les
ocurra decir a un madrileño que su ciudad es un pueblo grande o similar
tontería. Les puede caer una morrocotuda.
Pensamos que desde la terraza del
Palacio de Cibeles, que tal se denomina al edificio del consistorio - también
Palacio de Comunicaciones o Palacio de Telecomunicaciones - habría una magnífica
panorámica. Pues nada, hagamos cola.
Es domingo, el sol aprieta y
pateamos el Paseo del Prado. Literal, vamos por medio de la calle. El séptimo
día cierran la vía al tráfico.
Quiero ver el Jardín de las
delicias, las Pinturas negras y las cosas de Velázquez. La cola para entrar al
Prado es descomunal. Se oyen idiomas varios. Todos desconocidos.
Seguimos.
En el Thyssen hay que ver a Renoir. Antes paradita a tomar
una cerveza en las Terrazas del Thyssen – vamos, en la cafetería del museo-. Cola
para entrar. Ya dentro ¿saben lo que hago? pues nada, cola en cada de uno de
los cuadros. No me importa. Es más, doy dos vueltas a la exposición.
A la calle.
Una pequeña subidita y de pronto
me paro, alguien me observa, levanto la vista y me encuentro con ella y ahí
está, ahí está, ahí esta…
No puede faltar la foto. Pues
nada, a esperar. Los buenos ángulos – la plaza es circular – están tomados por
guiris. Otra colita.
Atravesamos la verja y se
agradece la temperatura del Retiro. De frente hacia el Monumento a Alfonso XII.
Las calles del parque están a tope. Llegamos al estanque. Foto. Hay que esperar
que quede un hueco. Foto. Otros se ponen detrás, a esperar. Otra foto. Alguien
bufa. Nos apartamos.
Tanto paseo, tantas emociones,
nos dan hambre. Buscamos donde saciar el cuerpo, el espíritu ya lo está después
de tantas maravillas. ¡En formación!
Sacamos el móvil. Todo llega.
El día continúa. Madrid nos
asombra, nos deslumbra, nos da un poco de miedo. Ya saben, somos de provincias.
Hacemos cola y somos un poco madrileños. No lo podemos evitar, Madrid nos
gusta.
Madrid es una cola by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
No hay comentarios:
Publicar un comentario