La vida es una incertidumbre, nos
depara sorpresas y trabas, también alegrías, menos mal.
La existencia Julia cambia
radicalmente cuando deja Madrid y regresa, tras su divorcio, a la casa de su
madre en Galicia. La acompaña su hijo Sebas.
Julia sigue trabajando como
periodista y quiere realizar un reportaje sobre el narcotráfico en su pueblo.
Sus investigaciones le dan una nueva visión del asunto. Paralelamente indaga
sobre la desaparición de su padre que las abandonó sin dar explicaciones siendo
ella una niña.
Bueno, será hora que les diga de
que libro estoy hablando. Se trata de Golpes
de luz de Ledicia Costas. La novela está narrada a tres voces, la de los
protagonistas, que dan una visión más completa de los acontecimientos y con ello
los lectores tenemos una perspectiva más amplia al tiempo que la visión
particular de cada uno de ellos.
Sebas, el hijo de Julia de diez
años, se adapta al cambio de ciudad y amigos. Su amistad con Noa y Guerrero
será su tabla de salvación.
Luz, octogenaria y abuela de
Sebas, es su heroína, con la que se entiende muy bien. Parece una mujer
desequilibrada que se niega en rotundo a hablar de su marido. Tiene un fiel
compañero: un martillo. Le encanta jugar al parchís con sus amigas y ponerse
ciegas de Sansón y dulces.
Las relaciones personales, la
adaptación a la convivencia son una parte de la trama, sobre la que sobrevuelan
secretos que dan lugar a esos enfrentamientos entre madre e hija. A pesar de
ello hay humor, cariño y un poco de intriga. Tras esa historia íntima hay otra
mucho más dura y mortal: el mundo de las drogas en Galicia.
Durante muchos años Galicia,
especialmente las rías, se convirtieron en el gran puerto de entrada de las
drogas en España, eran los años 80 del siglo pasado. De un tráfico ilegal de
tabaco, socialmente aceptado, muchos de esos contrabandistas se pasaron al
negocio de las drogas, muchísimo más lucrativo, y con él entró la muerte. Miles
de jóvenes, en España, se quedaron en el camino por culpa de las drogas,
especialmente la heroína.
El narcotráfico se convirtió en
la forma de sobrevivir para muchas familias gallegas que apenas tenían opciones
laborales, o era eso o la incierta emigración.
Las ingentes cantidades de dinero
que generó el narcotráfico, sigue siendo así, corrompió a una parte de la
sociedad gallega, incluidos cuerpos de seguridad del Estado y poderes públicos.
En ese contexto de muerte de
cientos de muertos nació, en 1984, la asociación Érguete. Fueron las madres de
toxicómanos quienes levantaron la voz y pusieron a la sociedad española ante
esa realidad. Ellas, con su valor y tenacidad, lograron enormes avances en la
lucha contra el narcotráfico y se dieron los primeros pasos para rehabilitar a
los toxicómanos.
Me he desviado del tema, pero
quería recordar a esas mujeres, a esas madres «coraje».
El tema del narcotráfico está
tratado en el libro desde la cercanía. Cuando se empezaron a ver sus
consecuencias, personales y sociales, las relaciones familiares y entre vecinos
se deterioraron.
La narración resulta muy natural,
no hay tremendismo, ni siquiera hay ensañamiento con los culpables.
Las búsquedas de Julia darán sus
frutos. Se nos desvelarán los motivos de la desaparición del padre y el
martillo adquirirá un protagonismo inesperado.
Me gustó y creo que a ustedes
también lo hará. Se lo recomiendo.
En sus bibliotecas públicas lo
podrán encontrar, o en su defecto pídanlo en su librería más cercana.
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