Como cualquier lector tengo mis autores
preferidos, uno de ellos es Manuel Vicent. Mi devoción, laica desde luego,
viene de lejos, desde mi juventud. Todavía andan por casa artículos suyos
publicados en el diario El País en la década de los 80 del siglo pasado.Su último libro es Una historia particular,
título que se ajusta a la realidad ya que esa historia particular es la suya.
No se trata de una autobiografía al uso, aunque recoja retazos de su vida.
Vicent realiza un desnudo íntimo y sentimental parcelado en breves relatos sin
conexión, ni falta que les hace, en los que hasta algo tan trivial como un
automóvil se convierte en un vívido recuerdo y en literatura de la buena. No
son solo coches, libros, canciones, los perros que compartieron su vida o el
mar, siempre el mar, son los elementos que llevan a Vicent a ese desnudo
vivencial. Los cambios políticos y sociales también pasan por el tamiz de su
escritura y por lo tanto de su vida.
No hay ajuste de cuentas, tampoco
resentimiento ni siquiera frustración por el tiempo pasado y cuando esta está a
punto de aparecer le pone remedio: «Acababa de cumplir setenta y cinco años, y
me preguntaba si resultaba estético estar cabreado. A esa edad es fácil que te
tomen por un viejo cascarrabias. Había que cabrearse lo suficiente para que la
sangre circulara, pero no más. Ver la vida como espectáculo era una opción. En
mi caso había llegado el tiempo de leer a Montaigne.» (pág. 189). Toda una
lección de vida.
Ni siquiera la política le hace perder la
calma. Aunque las formas son suaves a la hora de expresar sus pensamientos
sobre la cosa pública se le nota un cierto cansancio y decepción.
Un recurso muy utilizado por el autor es la
ironía y la socarronería, que en esta ocasión no está presente.
Vicent es uno de los grandes escritores de
este país y en esta novela lo vuelve a demostrar. A sus 88 años sigue teniendo
chispa, lo digo con todo el respeto y cariño. Hay escritores que con la edad
pierden, no es este el caso. Sus tiras de opinión en El País son oro puro.
Tuve la fortuna de conocer personalmente a
Manuel Vicent. Fue con motivo de un encuentro con los clubes de lectura de las
bibliotecas públicas de Asturias. Hablé con él unos minutos y me pareció una persona encantadora. Me tenía ganado como
escritor y lo hizo como persona. Ningún atisbo de divismo ni engreimiento.
Manuel Vicent no necesita comentarios, hay
que leerlo. No me defrauda nunca. Me hace pensar, reír, disfrutar. Tiene una
escritura limpia, no necesita de artificios para atrapar al lector, al menos a
mí. Lean Una historia particular, lean siempre a Manuel Vicent.
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