Nada es gratis. No hay libros,
ordenadores, espectáculos, o lo que ustedes deseen, que no tenga un precio.
Otra cosa es como se financia el gasto que se produce. Ahí es donde empezamos a
hablar de impuestos.
Esto viene muy a cuento ya que
estamos en plena campaña electoral -aunque algunos llevan ocho años en ella- y
como no, los impuestos son tema principal en estos tiempos.
Subidas del IVA, despedidas y
bienvenidas del impuesto de patrimonio y, la última, la intención de
incrementar los tributos sobre el tabaco y las gasolinas, eso sí, para mantener
y sustentar la sanidad pública. Como nos hablan de nuestra salud, la de todos,
a callar y todo muy bien. Pues no, a mí no me gusta en absoluto.
Se me puede decir que “presionar”
sobre el tabaco está bien ya que su consumo provoca enfermedades mortales y
alegar que el gasto excesivo de gasolina contamina, etcétera, etcétera. Vale,
de acuerdo, pero hay un pequeño problema: son impuestos indirectos, y como
tales nos afectan a todos, independientemente de nuestras rentas.
Se está difuminando en el marasmo
mediático neoliberal que los impuestos para ser justos tienen que ser directos
y progresivos, lo demás es otra cosa. Y
es que al final una cosa es el aroma y otra la esencia. El primero es algo
volátil, la segunda está en la raíz.
Para otros el tema impositivo
está bien claro: menos impuestos y si puede ser ninguno pues mejor. Todos a
aplaudir. Los argumentos son los de siempre. Nos vuelven a repetir que el pago
de impuestos sirve para lastrar el desarrollo. Las empresas y los empresarios,
por supuesto, mientras menos paguen al Estado más invertirán en la creación de
puestos de trabajo. Ovación. Fenomenal. Primera falacia. Da igual lo que se
bajen los impuestos, lo único que se ha logrado es que algunos sean aún más
ricos. Nunca han creado más trabajo.
No tendrán problema en asegurar
una bajada del IRPF a los ahorradores. Y yo me pregunto ¿cuántas familias están
en posición de ahorrar? ¿A quien benefician entonces? Oigan, y paralelamente a
esto, no se ponen colorados al decir que quieren bajar los salarios. ¡Es que no
hay forma con ellos!
Dejémonos de pamplinas, si
queremos un estado del bienestar hay que pagar impuestos directos sobre las
rentas -que gravan los ingresos de las personas o las empresas- y además tienen
que ser progresivos. Ya está bien de pedir todo gratis y no querer contribuir a
las arcas estatales con un solo céntimo. Esas son ideas del liberalismo más
radical que desean acabar con el Estado para poder campar ellos a sus anchas. Sería
aquello de tanto tienes tanto vales. Habrá a quienes eso les parezca bien, pues
a mí no.
Esto es como si se incrementase
el precio de un servicio público y se dijese que no se puede soportar su
déficit, alegando además un criterio de justicia social, puesto que algunos
ciudadanos no hacen uso de él. La justificación podría ajustarse un poco más
diciendo que hay que ir acercando la tasa al coste real del servicio y que sean
los ciudadanos que lo usan los que lo costeen.
Desde luego esta es la postura que
siempre han defendido los neoliberales. Como argumentación puede parecer
razonable, pero piénsenlo un poco y ya verán como acaban en aquello de que
quien tenga dinero que lo utilice y pague y el que no… pues que se aguante.
La cuestión es que hay a quien se
le olvidó, o nunca lo supo, que “el estado del bienestar supone la protección
de la mayoría débil frente a la minoría fuerte y privilegiada”
No se preocupen, oficialmente la
campaña no comenzó, escuchen, lean y mediten. Ah, y no se olviden de preparar
la cartera que vamos a pagar más y ganar menos.
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