Comentario para el programa Cangas del Narcea en la Onda, de Onda Cero Radio (22/05/2012)
Cada día que pasa estoy más
convencido de que la situación actual es como jugar a las cartas con un tahúr.
Aquí el que no miente, engaña.
No importa el cargo que se
ostente, engaña hasta el apuntador. Los presidentes del gobierno hoy nos
cuentan uno y mañana lo contrario. Los ministros se desdicen de forma continua.
Los presidentes de los bancos en su tónica: no han dicho jamás una verdad. El
gobernador del Banco de España nos mintió o peor aún, no se enteró de nada. De
ahí para abajo, mejor no hablar.
En España, además de la crisis
económica, se está debatiendo sobre la preponderancia de lo público o lo
privado. El Partido Popular trata de demostrar que la riqueza está generada por
lo privado y lo público es un estorbo en ese objetivo. La derecha española
piensa, y no es nada nuevo, que el sector público está sobredimensionado y por
lo tanto hay que reordenarlo. Y ya sabemos lo que eso significa: recortarlo.
Génova, sede del PP en
Madrid, ya vaticina que la reforma del
sector público “va a ser dolorosa y costosa”. Lo dicen ellos, ustedes y yo lo
vamos a padecer.
El Partido Popular nos venían
diciendo que ellos nunca iban a engañar a los ciudadanos. ¿Se acuerdan? Claro
que lo recuerdan. Pues a ellos, tan serios y rigurosos, no les ha quedado otro
remedio que reconocer que tres comunidades autónomas gobernadas por sus gentes
han hecho trampas: Madrid, Comunidad Valenciana y Castilla y León. Poca cosa,
unos 3.000 millones de euros que se les quedaron olvidados por los cajones.
Claro, con gestiones así es muy
fácil argumentar que lo público es una carga para la sociedad. Al final, la
conclusión a la que quieren que lleguemos los ciudadanos es que lo público es
malo. Pues no, nada de eso, lo que estamos viendo es que quien gestiona los
servicios públicos lo están haciendo muy mal. Y me refiero a todos.
Un parte de las deudas de las
administraciones provienen de financiar gasto corriente y eso es una
barbaridad; amén de gastos superfluos o grandonadas
en infraestructuras muy costas en su ejecución y mantenimiento. Una cosa es no
gastar en eso y otra bien distinta es no hacer inversiones estratégicas de futuro que lo que
consiguen es frenar la economía del país y su modernización, además de
incrementar el desempleo.
Estas gentes de la diestra primero
hablaron de la muerte de la ideología, luego del entierro de la Historia; más
tarde ensalzaron el individuo por encima de todo y a costa de querer acabar con
la sociedad, con lo común, y ahora, para rematar, quieren decir adiós a lo
público. Eso es lo que han querido siempre.
Los banqueros, las grandes corporaciones
empresariales, desean entrar a saco en lo público pues ahí siguen conservándose
grandes cantidades de dinero que están diciendo ¡ven y cógeme! Dinero fácil.
Nada de crear empresas, nada de arriesgar. Se privatizan los servicios públicos
a los que bajamos la calidad de las prestaciones, disminuimos el personal que
lo atiende, rebajamos los salarios y aplicamos el beneficio empresarial.
Negocio redondo.
Con lo que hemos visto hasta
ahora: gestión desastrosa de los bancos; constructoras quebradas; falta de
iniciativa exportadora en nuestras empresas; incapacidad de invertir en
desarrollo e investigación y un largísimo etcétera, aún se atreven a hablar de
que lo privado es bueno.
Como dejemos de apoyar con dinero
público a muchas empresas privadas, estas se van al garete.
Los servicios públicos nos atienden
a todos y son de todos; los negocios privados son de quienes son y su objetivo
es obtener beneficios.
Las medidas tomadas hasta ahora
no han servido para nada. Es el momento de aplicar otras. Economistas como Paul
Krugman llevan años advirtiéndonos y ni caso. Otro premio Nobel como Samuelson,
nada sospechoso él, dijo cosas como que “las familias y las empresas pueden y
deben endeudarse. Otra cosa es en qué medida, a qué coste y para qué”. También
nos recordó “que toda deuda contraída por una familia es para esa familia deuda
externa, mientras que la deuda pública del Estado está contraída con sus
ciudadanos, por lo que es una deuda del país consigo mismo”. Es otra forma de
ver la realidad económica.
Es la hora de pensar si queremos
unos servicios públicos pagados por todos y para todos o unos servicios
privados que alcanzará el que pueda pagarlos. Esa es la disyuntiva.
Mientras, por favor, que dejen de
engañarnos.
Son cosas que pasan por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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