Hay expresiones que calan de
forma inmediata entre la gente. Unas veces son frases tontas, intrascendentes;
en otras ocasiones, van cargadas de sentido. La de injusto empobrecimiento puede pasar a los anales de la memez y del
descaro.
La frase, mencionada en el
recurso contra la fianza exigida a Urdangarin por el caso Nóos, ha causado una cierta
inquietud ciudadana.
Urdangarín, hijo de un
expresidente de la Caja de Ahorros de Vitoria y Álava y de una aristócrata de
origen belga, no se puede decir que haya pasado penurias. De balonmanista
profesional pasó a yerno real. ¡Menudo calvario! Pobrecito.
Fue nombrado vicepresidente
primero del Comité Olímpico Español, puesto desde el que parece que logró
jugosos contratos. Lo tuvo que dejar. ¿Motivo?
Tras una ardua búsqueda, el INEM
le consiguió un puesto en Telefónica. Por esa empresa anduvo
zascandileando, tanto lo debió hacer que se lo llevaron a Washington. Según
dicen por ahí le pagaban 1,5 millones de euros más otros 1,2 millones en retribuciones
en especie y, en caso de despido, 4,5
millones de nada.
¿A que eso del injusto emprobrecimiento ya va
cuadrando? No me extraña que recurra todo lo que haya que recurrir. Ese juez
tiene muy mala folla. Mira que querer fastidiarle los ahorrillos que con tanto esfuerzo logró. Yo le recomendaría que
fuese preparando el recurso ante el Tribunal de La Haya.
No puedo imaginar que ahora, por
unas acusaciones falsas de un
despechado, pueda empobrecerse. No se lo merece. No se puede consentir: es
yerno real. ¿Ya no cuenta la clase?
El desvalido Urdangarín se compró
un palacete, con su consorte real, por 5,8 milloncejos de nada, de los de 2004.
Eso sí, con hipoteca, como todos. La Caixa les cubrió casi el 100 %. ¡Qué
tiempos aquellos! ¡La ilusión que les hizo comprar su casita! Se pensaron hasta
el último detalle y tardaron dos años de rehabilitarla y decorarla. ¡Y ahora
pueden perderla! No hay derecho.
Ya habían tenido otro pisito. Lo
vendieron por 1,2 millones.
El afán de emprendimiento cuajó tanto en el exjugador que se compró otra
casita en Terrassa. ¿Se imaginan quien les dio la hipoteca? Pues sí, la Caixa.
Y en estos préstamos no tuvo nada que ver que la hija real trabajase en esa
entidad bancaria. No señor, no tuvo nada que ver.
Dado su espíritu inquieto
adquirió un terrenito en Bergara. Poca cosa, no se vayan a creer que quería
hacer la competencia a la Alba. Unos 30.000 metros .
Tenía alguna inversión por ahí.
Calderilla. No se preocupen que no eran 22 millones ni barbaridades por el
estilo. El trabajo honrado no da para tanto, no.
Al ser duque em-Palma-do
tenía que demostrar su gratitud a la tierra y se compraron no uno, sino dos
apartamentos en la isla. Oigan, y lo hicieron con otra hipoteca. Eso es tener
suerte. Algunos no consiguen ni una y ellos…¿Saben quien se la concedió? … Pues
no, listillos, no fue la Caixa, se lo dio el BBVA. Mal pensados.
Por favor, ¿y es a este esforzado
emprendedor al que quieren empobrecer? Así no se puede sacar el país adelante.
Lo de siempre: el que asoma la cabeza todo dios a pisársela. Tramontanos, que
somos un país de tramontanos.
¿Y el disgusto real? Pobre hombre.
A estas alturas de su vida, cuando lo que esperaba era una plácida vejez, vamos
y le damos este disgusto. Ahora le viene todo junto: un elefante por aquí, corinnas por allí…Entre todos lo vamos a
matar.
Estoy seguro que al final todo se
arregla. ¿Pueden ustedes imaginarse un vis a vis entre Urdangarín y su consorte
real? Yo no. Pues eso.
Injusto empobrecimiento por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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