12 oct 2025

Nos engañaste

 

  La Historia da a aquellas personas que tienen conocimientos sobre ella una perspectiva del mundo, de la sociedad, de la economía o la política más amplia. Creo que en esto podríamos estar de acuerdo,  aunque tengo mis dudas dada la proliferación de negacionistas de la ciencia. No voy a entrar en esa discusión de sí la Historia es una ciencia o no. Lo es.
  Los negacionistas del todo cuentan con una hornada de manipuladores y revisionistas de la Historia, sobre todo de aquellos momentos más convulsos y personajes más controvertidos. Unos de los ejemplos más claros son los intentos de blanquear la Guerra Civil Española y la figura de Franco. Ese revisionismo histórico proviene, en muchos casos, de pseudohistoriadores o manipuladores situados en la extrema derecha política. Sus «estudios» no soportan un escrutinio riguroso, pero eso no importa a sus lectores ya que nunca confrontan esas publicaciones con otras de contrastado rigor académico. Tampoco es extraño, la lectura, el conocimiento, no se cuenta entre las necesidades de los neofascistas.
  Conozco a profesores de Historia que se encuentran superados por la realidad social y política del país. No son los únicos. Años de dedicación a la enseñanza desde el rigor y las buenas prácticas académicas no han servido para que muchos de sus alumnos adquirieran unas capacidades de comprensión no solo de la Historia, si no también de la realidad en la que viven. No lograron inculcarles el espíritu crítico tan necesario para ser autónomos y desarrollarse como personas independientes que viven en sociedad. ¿Fueron culpables? Creo que no. Los profesores, al menos una buena parte de los que conozco, han puesto de su parte todo lo necesario para transmitir conocimientos rigurosos con el fin de lograr personas más libres, democráticas y empáticas. No, no adoctrinan, eso lo hacen los de siempre, los que quieren rezar al entrar en las aulas presididas por un crucifijo y quieren obligar a saludar a una bandera. Son esos que no quieren ciudadanos si no súbditos abnegados y obedientes.
  Esto viene a cuento de mi encuentro con un profesor de Historia ya retirado, no aguantaba más la situación que vive la educación pública, no es el único. El desprestigio que se transmite de las ciencias sociales  dinamitó el interés por ellas y las ven como innecesarias. Lo que no ofrece una rentabilidad económica no merece la pena. Así nos va. A ese descrédito se une la desposesión de la autoridad que debiera tener el profesorado así como el papel que ejercen los padres, que en demasiadas ocasiones se reduce a la defensa a ultranza de sus hijos, aunque sean unos verdaderos…Han quemado al profesorado.
  La conversación con ese profesor, breve, se centró en la situación política mundial y española. Ambos manifestamos nuestra preocupación por los avances electorales y por la penetración en el discurso de muchos ciudadanos de los postulados de la extrema derecha. Con la distancia debida, pero con mucho temor, tiene demasiados parecidos con lo ocurrido en la década de los veinte y treinta del siglo pasado, cuando el fascismo y el nazismo llegó al poder y condujo al mundo a la peor guerra que ha sufrido la humanidad.
  Este profesor me contó, con decepción y tristeza, que se había encontrado con un antiguo alumno, por cierto, puntualizó, no de los más espabilados, que le dijo que les había engañado, a ellos, sus alumnos y por ese motivo ahora votaba a Vox.
  Intenté asimilar el razonamiento del alumno, imagino que hoy ya no tan joven, y no pude. Lo puedo comprender, desde luego, pero no aceptar.
  Cada uno, profesor y alumno, puede tener sus ideas, su ideología -sí, ideología. Tienes ideas, tienes ideología – pero de ahí a defender razonamientos de extrema derecha o fascistas hay una gran diferencia, y muy peligrosa. La Historia nos demostró que esos planteamientos ideológicos conducen a la confrontación y en demasiadas ocasiones  al silenciamiento, e incluso muerte, de los adversarios. La libertad de expresión no es aceptable cuando lo que se propone es la reducción a la nada de aquellos ciudadanos que no piensan o creen en los que ellos dicen que hay que pensar y creer. Eso es aprovecharse de la libertad que ofrecen las democracias para acceder al poder y luego acabar con esas libertades que tanto costó conseguir. Esos grupos se aprovechan de los descontentos sociales, de un populismo absurdo y ramplón, y, como no, de la ignorancia y credulidad ingenua o sencillamente tonta.
  Ese profesor en su interior tuvo que sentir una enorme frustración al ver como sus esfuerzos no valieron para nada.
  En estos momentos, si alguien lee este artículo, puede estar poniendo el grito en el cielo acusándome de manipulador y no sé cuantas cosas más. Me da igual. Si esas personas anteponen la división, la crispación, la imposición de creencias político-religiosas a la libertad de pensamiento y crítica tienen un serio problema ya que están incluidos en el grupo de los intransigentes de extrema derecha.
  Las encuestas, lo que escuchamos y leemos en las redes sociales nos dicen que la extrema derecha está calando entre los jóvenes muy jóvenes. Saludan levantando el brazo y gritando ¡viva Franco! Es demoledor a la par que me produce enorme tristeza y desazón. No tienen ni idea de lo que están diciendo, de lo que representa, del daño que causó Franco y sus cuarenta años de dictadura. Hay que ser muy ignorante y tonto para desear la vuelta a una dictadura o un régimen autoritario. Es terrible.
  Como sociedad somos responsables de haber llegado a esta situación y tenemos que ser capaces de reconducirla para seguir viviendo en democracia, en verdadera libertad, no la que dan las «cañitas», y frenar la confrontación a la que nos están llevando. La extrema derecha -repetiré una y mil veces - divide, enfrenta y una sociedad con esos pilares no es ni democrática, ni libre ni puede desarrollarse en armonía. Eduquemos a los jóvenes sin adoctrinamientos, pero exponiéndoles las diferencias entre las políticas que se desarrollan en una democracia y las que no se hacen en una dictadura de extrema derecha y lo que eso supone.
  Algún hipotético lector estará pensando que solo hablo de las dictaduras de extrema derecha, que no les extrañe, es el riego que están corriendo todas las democracias liberales occidentales. Por cierto, sí Venezuela es una dictadura, Cuba también, China, Arabia Saudí, Estados Unidos de Trump cada día más cerca… No, España no es una dictadura, si lo fuera todos los que critican al gobierno y a Sánchez estarían amordazados o en la cárcel y los jueces andarían derechitos. ¿Verdad qué eso no pasa? ¡Dejen de decir que no hay libertad en España!, patriotas de medio pelo
  A ese profesor, que es real y eso me contó, mi ánimo, al igual que a mi querido amigo, sabe que me refiero a él, también profesor de Historia que se dejó la piel en la enseñanza con enorme profesionalidad, con una integridad y forma de vivir acorde a sus pensamientos y que quedó hastiado por la falta de una política educativa rigurosa, donde el respeto y la convivencia se han roto.
  A ellos, a todos los profesores de cualquier materia, especialmente a los de Historia, mi agradecimiento por el trabajo y mi ánimo en las cuitas que compartimos.