La Historia da a aquellas personas que tienen
conocimientos sobre ella una perspectiva del mundo, de la sociedad, de la
economía o la política más amplia. Creo que en esto podríamos estar de acuerdo, aunque tengo mis dudas dada la proliferación
de negacionistas de la ciencia. No voy a entrar en esa discusión de sí la
Historia es una ciencia o no. Lo es.
Los negacionistas del todo cuentan con una
hornada de manipuladores y revisionistas de la Historia, sobre todo de aquellos
momentos más convulsos y personajes más controvertidos. Unos de los ejemplos
más claros son los intentos de blanquear la Guerra Civil Española y la figura
de Franco. Ese revisionismo histórico proviene, en muchos casos, de
pseudohistoriadores o manipuladores situados en la extrema derecha política.
Sus «estudios» no soportan un escrutinio riguroso, pero eso no importa a sus
lectores ya que nunca confrontan esas publicaciones con otras de contrastado
rigor académico. Tampoco es extraño, la lectura, el conocimiento, no se cuenta
entre las necesidades de los neofascistas.
Conozco a profesores de Historia que se
encuentran superados por la realidad social y política del país. No son los
únicos. Años de dedicación a la enseñanza desde el rigor y las buenas prácticas
académicas no han servido para que muchos de sus alumnos adquirieran unas
capacidades de comprensión no solo de la Historia, si no también de la realidad
en la que viven. No lograron inculcarles el espíritu crítico tan necesario para
ser autónomos y desarrollarse como personas independientes que viven en
sociedad. ¿Fueron culpables? Creo que no. Los profesores, al menos una buena
parte de los que conozco, han puesto de su parte todo lo necesario para
transmitir conocimientos rigurosos con el fin de lograr personas más libres,
democráticas y empáticas. No, no adoctrinan, eso lo hacen los de siempre, los
que quieren rezar al entrar en las aulas presididas por un crucifijo y quieren
obligar a saludar a una bandera. Son esos que no quieren ciudadanos si no
súbditos abnegados y obedientes.
Esto viene a cuento de mi encuentro con un
profesor de Historia ya retirado, no aguantaba más la situación que vive la
educación pública, no es el único. El desprestigio que se transmite de las
ciencias sociales dinamitó el interés por ellas y las ven como
innecesarias. Lo que no ofrece una rentabilidad económica no merece la pena.
Así nos va. A ese descrédito se une la desposesión de la autoridad que debiera
tener el profesorado así como el papel que ejercen los padres, que en
demasiadas ocasiones se reduce a la defensa a ultranza de sus hijos, aunque
sean unos verdaderos…Han quemado al profesorado.
La conversación con ese profesor, breve, se
centró en la situación política mundial y española. Ambos manifestamos nuestra
preocupación por los avances electorales y por la penetración en el discurso de
muchos ciudadanos de los postulados de la extrema derecha. Con la distancia
debida, pero con mucho temor, tiene demasiados parecidos con lo ocurrido en la
década de los veinte y treinta del siglo pasado, cuando el fascismo y el
nazismo llegó al poder y condujo al mundo a la peor guerra que ha sufrido la humanidad.
Este profesor me contó, con decepción y
tristeza, que se había encontrado con un antiguo alumno, por cierto,
puntualizó, no de los más espabilados, que le dijo que les había engañado, a
ellos, sus alumnos y por ese motivo ahora votaba a Vox.
Intenté asimilar el razonamiento del alumno,
imagino que hoy ya no tan joven, y no pude. Lo puedo comprender, desde luego,
pero no aceptar.
Cada uno, profesor y alumno, puede tener sus
ideas, su ideología -sí, ideología. Tienes ideas, tienes ideología – pero de
ahí a defender razonamientos de extrema derecha o fascistas hay una gran
diferencia, y muy peligrosa. La Historia nos demostró que esos planteamientos
ideológicos conducen a la confrontación y en demasiadas ocasiones al silenciamiento, e incluso muerte, de los
adversarios. La libertad de expresión no es aceptable cuando lo que se propone
es la reducción a la nada de aquellos ciudadanos que no piensan o creen en los
que ellos dicen que hay que pensar y creer. Eso es aprovecharse de la libertad
que ofrecen las democracias para acceder al poder y luego acabar con esas
libertades que tanto costó conseguir. Esos grupos se aprovechan de los
descontentos sociales, de un populismo absurdo y ramplón, y, como no, de la
ignorancia y credulidad ingenua o sencillamente tonta.
Ese profesor en su interior tuvo que sentir
una enorme frustración al ver como sus esfuerzos no valieron para nada.
En
estos momentos, si alguien lee este artículo, puede estar poniendo el grito en
el cielo acusándome de manipulador y no sé cuantas cosas más. Me da igual. Si
esas personas anteponen la división, la crispación, la imposición de creencias
político-religiosas a la libertad de pensamiento y crítica tienen un serio
problema ya que están incluidos en el grupo de los intransigentes de extrema
derecha.
Las encuestas, lo que escuchamos y leemos en
las redes sociales nos dicen que la extrema derecha está calando entre los
jóvenes muy jóvenes. Saludan levantando el brazo y gritando ¡viva
Franco! Es demoledor a la par que me produce enorme tristeza y desazón. No
tienen ni idea de lo que están diciendo, de lo que representa, del daño que
causó Franco y sus cuarenta años de dictadura. Hay que ser muy ignorante y
tonto para desear la vuelta a una dictadura o un régimen autoritario. Es
terrible.
Como sociedad somos responsables de haber llegado a esta situación y
tenemos que ser capaces de reconducirla para seguir viviendo en democracia, en
verdadera libertad, no la que dan las «cañitas», y frenar la confrontación a la
que nos están llevando. La extrema derecha -repetiré una y mil veces - divide, enfrenta y una sociedad con esos pilares no es ni democrática,
ni libre ni puede desarrollarse en armonía. Eduquemos a los jóvenes sin
adoctrinamientos, pero exponiéndoles las diferencias entre las políticas que se
desarrollan en una democracia y las que no se hacen en una dictadura de extrema
derecha y lo que eso supone.
Algún hipotético lector estará pensando que
solo hablo de las dictaduras de extrema derecha, que no les extrañe, es el
riego que están corriendo todas las democracias liberales occidentales. Por
cierto, sí Venezuela es una dictadura, Cuba también, China, Arabia Saudí,
Estados Unidos de Trump cada día más cerca… No, España no es una dictadura, si
lo fuera todos los que critican al gobierno y a Sánchez estarían amordazados o
en la cárcel y los jueces andarían derechitos. ¿Verdad qué eso no pasa? ¡Dejen
de decir que no hay libertad en España!, patriotas de medio pelo
A ese profesor, que es real y eso me contó,
mi ánimo, al igual que a mi querido amigo, sabe que me refiero a él, también
profesor de Historia que se dejó la piel en la enseñanza con enorme
profesionalidad, con una integridad y forma de vivir acorde a sus pensamientos
y que quedó hastiado por la falta de una política educativa rigurosa, donde el
respeto y la convivencia se han roto.
A ellos, a todos los profesores de cualquier
materia, especialmente a los de Historia, mi agradecimiento por el trabajo y mi
ánimo en las cuitas que compartimos.