Ilustración: Pablo García. Guión: Rogelio Román. La Nueva España 25 de marzo 2014
Comentario para Cangas del Narcea en la Onda, de Onda Cero Radio (25/03/2014)
A lo largo de la Historia, y por
intereses políticos y económicos, se ha intentado mitificar a muchos
gobernantes. Mao, Stalin, Kennedy, Tacher,
Reagan, y un sin fin más, son algunos ejemplos de esos intentos.
En estos momentos, aunque hace
tiempo que empezaron, lo están procurando con Adolfo Suárez.
Cuando Adolfo Suárez Illana, hijo
de Adolfo Suárez, anunció la eminente muerte de su padre, fuimos muchos los que
nos sorprendimos. Consideramos que fue extemporáneo e incluso, oportunista.
A lo largo de dos días muchos
medios de comunicación dedicaron una gran parte de su tiempo a desentrañar
todos los aspectos de su vida pública y privada. Aún seguía vivo.
Amigos, adversarios, conocidos,
correligionarios – los escasos que le quedaban – se dedicaron a loar su figura.
No me gustó. Me pareció
mercantilista.
La figura del presidente Adolfo
Suárez está siendo alabada hasta por quienes lo pusieron de vuelta y media hace
años. Las cosas no fueron tan bonitas como las pintan hoy.
Si me preguntan ¿Adolfo Suárez
tiene que pasar a la Historia? Mi respuesta es sí.
Adolfo Suárez es la
personificación de un deseo de la mayoría de los españoles y en él se
concretaron muchas esperanzas democráticas. Ese motivo es suficiente para pasar
a nuestra Historia.
Tras la muerte de Franco nadie
quería volver a las andadas. El recuerdo del golpe de estado franquista y la
guerra que provocó nos hizo a todos más transigentes y hasta olvidadizos.
Suárez
era heredero de aquellas tormentas. Provenía de Falange, fue gobernador civil
de Franco en Segovia, Ministro Secretario General del Movimiento y director de
TVE. Todo un bagaje franquista. Y será desde esas posturas antidemocráticas
desde las que gire hacia postulados democráticos.
¿Fue
por voluntad propia? No digo yo que no fuera así, pero desde luego las
circunstancias le obligaron a realizar ese giro.
Habría
que remontarse hasta 1957, con la entrada de los tecnócratas del Opus Dei en el
gobierno franquista, para comprender las medidas políticas tomadas en la
Transición.
Esos
tecnócratas diseñaron un plan en varias etapas con el que pretendían abrir el
país a los capitales extranjeros, al turismo y a la emigración. Al mismo
tiempo, querían dar prioridad a la industria privada ante la estatal.
Hay
que tener en cuenta que esas gentes admiran el modelo liberal norteamericano.
A
partir de 1958 se asientan en nuestro territorio las bases militares
americanas, España ingresa en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco
Mundial.
Desde
1959, una de las prioridades de los ministros del Opus Dei fue integrarse en
Mercado Común, creado tras la firma del Tratado de Roma de 1957.
Ponen
en marcha el Plan de Estabilización y más adelante los Planes de Desarrollo,
todo ello encaminado a esos fines.
En
febrero de 1962 se presenta la primera solicitud de adhesión a la Comunidad
Económica Europea, que no es aceptada.
La
economía sigue en esa senda liberal.
En
1969, diez de los diecinueve ministros franquistas son miembros del Opus Dei o
simpatizantes.
Las
líneas políticas y económicas están trazadas.
A
la muerte del dictador, dos figuras alcanzan el poder: el rey Juan Carlos y
Adolfo Suárez. Los dos han crecido
bajo la tutela del dictador.
Adolfo
Suárez, aunque no es bien visto por los más recalcitrantes franquistas, no deja
de ser uno de ellos. Se adapta a la situación. Es un digno continuador
de aquellas ideas y para desarrollarlas el camino de las democracias
occidentales es el menos malo.
En
1977 se legaliza el PCE, partido que abandona las referencias al leninismo y a
la dictadura del proletariado. Lo cual contribuye de forma notable al
entendimiento. Al igual que contribuyó la decisión del PSOE, en ese mismo año,
de abandonar el marxismo.
Ambos
partidos contribuyeron, de forma notable, a eso que hoy denominamos Transición.
En
junio de 1977, José Maldonado, último Presidente de la República en el exilio,
disolvió las instituciones republicanas. Ese gesto tuvo una enorme
trascendencia política, aunque su relevancia ha quedado relegada en la memoria
ciudadana.
No
hay un único protagonista como puede verse.
Los
Pactos de la Moncloa son otro haber que
tiene que ser también compartido.
En
los últimos años de gobierno de Suárez la situación era insostenible. Crisis
galopante, un paro terrible sin apenas coberturas sociales, endeudamiento,
inflación…Y a todo ello se suma que su partido, UCD, se desintegra por el
abandono de muchos de los que en estos días le alaban.
Ya
sabemos lo demás. Adolfo Suárez presenta la dimisión, intento de golpe de
estado y fracasos electorales.
Recordemos
que en las elecciones de 1982 obtuvo solo dos diputados. En 1986 catorce y en
1991 abandona el CDS.
Me
da la sensación que estas cosas se le han olvidado a muchos de esos que hoy se
dicen sus amigos y seguidores.
Repito
que estará en la Historia de España, pero como siempre, con luces y sombras. Habrá
quienes se empeñen en enaltecerle pues mientras más relevancia adquiera su
figura, más la tendrá quien se dice que le designó.
Algunos de los que más le
denigraron hoy le dan su nombre a un aeropuerto. Tiene bemoles.
La democracia ha sido cosa de
todos, de los que estuvieron en primera línea, pero también de los ciudadanos,
sin olvidar los apoyos que recibimos del exterior.
Medallas a cada uno las suyas.
¿Será
verdad lo de que todo estaba atado y bien atado?

Creando el mito de Adolfo Suárez by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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