Publicado en La Nueva España el 15 de septiembre de 2015
El silencio forma parte del
monasterio de Obona. Las veces que he estado allí - y son bastantes – siempre
me ha sorprendido esa tranquilidad. Ni el piar de los pájaros se oye, todo lo
más un cencerro o acaso un tractor que pase por sus inmediaciones.
No es una sensación religiosa o
esotérica, es física. El profundo silencio te acoge y te envuelve. Lo que queda
del claustro te aísla de tal manera que resulta muy fácil pensar. La
contemplación de esas viejas piedras te infunde calma. Nada te distrae.
La fuente del Matoxo, cuya agua
era muy apreciada por Feijoo, ya no pone ritmo a los pensamientos. El agua no
discurre por ella.
El monasterio de Obona seguía la
regla benedictina, aunque la fábrica del templo responde a las características
cistercienses. Esto supone que la sobriedad, la pureza arquitectónica y
carencia de ornamentación son sus señas de identidad.
Tal sobriedad debió chocar a los
vecinos que han puesto remedio a esa orfandad decorando los pilares de los
arcos de la nave principal con claveles blancos de plástico.
Hasta hace no muchos años, el
suelo de esta iglesia era de piedra, alguien decidió quitar las lajas y poner
unas baldosas – oscuras, eso sí - que seguro que se friegan muy bien. De
aquellas queda como testigo un pequeño residuo en la entrada. Cosas de los
tiempos.
La tribuna acoge una caja que en
su tiempo albergó las piezas de un órgano, de las cuales creo que nada se sabe.
Ni un solo ruido. Todo es
silencio.
Hay una inscripción, en una
lápida, que hipotéticamente sitúa la fundación de este monasterio allá por el
año 781 y cuyos benefactores se dice que fueron el príncipe Adelgaster
(supuesto hijo del rey Silo) y su esposa Brunilda. Esta tradición no se
sostiene documentalmente.
Eso es tema de otro ámbito. Cuando
visito Obona no me planteo esas disquisiciones, el sosiego no me lo permite.
Aunque sea verano, en el interior
de la iglesia, siempre hay humedad. Y eso también se nota. La frialdad te
penetra hasta el tuétano.
Más temprano o tarde acabas mirando
hacia arriba. En mi caso no es para implorar nada a nadie, es para ver el
Cristo crucificado que pende del techo.
Es, sin duda, una de las mejores
obras de imaginería románica asturiana. Y no lo digo yo. El profesor Germán
Ramallo y la profesora Mª Soledad Álvarez Martínez, lo afirman desde el
conocimiento.
El rostro no muestra sufrimiento.
Se representa con barba, tocado con corona y un paño de pureza que le cubre
desde la cadera hasta las rodillas. La profesora Álvarez Martínez lo describe
con detalle.
La imagen son varias piezas de
madera, unidas posteriormente y se caracteriza por tener una escala humana
bastante realista.
Es una obra de culto, es arte.
Arte en estado precario. Patrimonio cultural en peligro.
Nos cuentan que estaba
policromada: conjugaba tonos terrosos, claros, blanco para el paño y marrones
oscuros. Y digo cuentan ya que desde el suelo se aprecian poco.
Hubo un tiempo, no hace mucho, en
que por las ventanas de la iglesia entraban las curuxas. Su lugar preferido
para posarse era este Cristo, al que dejaron hecho un Cristo – nunca mejor
dicho – con sus cagadas (sic). Las cuales, por cierto, ya no tiene.
Se pusieron unos cristales que
impiden la entrada de aves. Algo es algo.
De la casa abacial ni hablo. Sus
condiciones son pésimas.
Con estas burdas pinceladas
quiero lamentarme en público del estado de deterioro y del peligro que corre
nuestro patrimonio, que para unos será religioso y que para mí es cultural.
La curia no parece tener interés
en revitalizar el culto a ese Cristo, las instituciones poco quieren saber de
este edificio que no es de su propiedad. Unos y otros lo van dejando en el
olvido y de vez en cuando alguien, como yo ahora, se acuerda de él. No sirve
para nada, ya lo sé, pero así y todo aquí queda.
Seguiré acercándome a Obona de
vez en cuando. Me tropezaré con algún peregrino del Camino de Santiago que
estará asombrado del silencio, la belleza y la dejadez.
Quien quiera un rato de paz,
disfrutar de un arte sencillo y hermoso déjese caer por Obona. Les aseguro que
el silencio les impresionará.
El silencio del monasterio de Obona by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
No hay comentarios:
Publicar un comentario