Si tuviera que contar, en pocas
palabras, de qué va la novela Expo 58
de Jonathan Coe diría que de un pusilánime, una guerra fría que se quedó en
templada y de la Exposición General de primera categoría de Bruselas de 1958 –
oficialmente se llamó así -.
Y me quedaría bastante tranquilo.
Hay más, desde luego.
La exposición de Bruselas es el
eje central que aglutina varias historias, sin dejar de lado al protagonista,
Thomas Foley.
La historia de Foley es la de sus
curiosas relaciones personales, que
incluyen las matrimoniales y las otras. El pobre es un quiero y no me atrevo.
Lo hago, no lo hago. Desea a otras mujeres, amaga, crea expectativas que no se
atreve a consumar y desconcierta a todos. Bueno, consuma una vez y pasa lo que
pasa.
El puritanismo forma parte de la
vida de Thomas Foley, en su matrimonio y fuera de él. Y lo digo en el sentido
que conlleva de falsedad e hipocresía. Su actitud causa daño a su mujer y a
Anneke, con la que no deja de coquetear.
Seis meses de exposición dan para
entablar muchas relaciones.
Otra de las intrahistorias es la
de la propia exposición. El certamen fue aprovechado para demostrar las
bondades que podía tener la energía atómica – aún seguimos esperando por ellas
-. Las grandes potencias exhibieron sus logros tras la guerra mundial. Como
símbolo indiscutible nos queda el Atomium, con el que Bélgica quiso representar
el futuro.
La descripción de algunos
pabellones y su contenido tiene su espacio, especialmente el inglés, sus vicisitudes y sus glorias son
recogidas de forma extensa.
Leyendo algunos artículos sobre
esta celebración, me encontré con el dato curioso de que mientras estuvo
abierta la Expo 58, Bélgica produjo cinco toneladas diarias de chocolate. ¡Qué
perdición!
También me topé con opiniones que
afirman que sirvió para estrechar las relaciones entre países. No digo yo que
no fuese así. Seguro que en esos seis meses todo fue “armonía”. Parece que se
lo quisieron tomar en serio y el lema
de la expo fue un rimbombante “Por un
mundo más humano”. La matanza mundial estaba muy cerca y todos quisieron
lavarse la cara.
Ese espíritu no debió calar mucho
puesto que la guerra de Vietnam continuó y en 1961 se inició la construcción
del Muro de Berlín, por ejemplo.
La tercera pata de la novela es
la Guerra Fría, aunque más bien parece una guerra de las de Gila.
La urdimbre del espionaje resulta
casi ñoña. Es como un cuento. Desde luego no tiene nada que ver con El tercer hombre. Tal vez sea la
influencia de esa película – recordar que es de 1949 – la que me da otra visión
de lo que fue la Guerra Fría y esta de Expo
58 me parece una broma.
Thomas Foley se ve envuelto en el
lío de espías sin quererlo, al menos aparenta no desearlo. Otra faceta de su
vida en la que no se atreve a tomar una decisión. Un pusilánime. No vive, le
conducen por la vida. No deja de ser un colaborador involuntario en su
matrimonio, en sus escarceos amorosos o en las intrigas de un James Bond barato.
Se supone que es humor inglés, y
lo es – Coe es de Birmingham -. Ahí se queda.
Me entretuvo, sin más. Se lee
rápido y fácil.
Un pusilánime en la guerra templada de Expo 58 by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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