8 abr 2017

Deslocalizadas



“Ir al mercado por las mañanas se había convertido en mi calvario particular. No podía estirar más el dinero. Si supierais cuántas veces habéis cenado sobras recocinadas, alucinaríais”.

La vida para muchos no es fácil. La crisis se llevó por delante empleos, dinero – el de todos los ciudadanos, desde luego – ilusiones, expectativas…vidas. Nuestro mundo se ha tambaleado como nunca – o es que no recordamos otros malos tiempos -. Sí, son malos tiempos.

“Hasta ahora, los ciudadanos votaban una cosa y los partidos hacían otra. ¿No es mejor no hacer promesas que luego van a incumplirse? ¿No es preferible que los votantes confíen en políticos que no se aferren a las viejas ideologías?”.

¿Cuántas veces hemos escuchado esta letanía? Frases de este estilo se han convertido en mantras que recorren el mundo.

“Sucedió exactamente lo que nadie esperaba. Empezó a circular el dinero en los mercados financieros, los índices de desempleo iniciaron un descenso, si bien tímido, y la gente estaba contenta, no porque ganara más, sino porque dejó de perder lo poco que le quedaba”.

Nos suena ¿verdad? Podría estar hablando de España, Francia, EEUU, la Pérfida Albión – en breve volverá a ser común esta expresión si siguen por el camino belicoso que han emprendido -. Pues me estoy refiriendo a Grecia.

“Todos necesitamos un respiro después de tantos años de austeridad”. Muy cierto, no es solo la necesidad de dinero o empleo, que ya sería bastante, es la constatación de que nuestras vidas están gobernadas por eso que llaman “mercado”.

Si lo nuestro es jodido, lo de los griegos aún debió, debe, ser peor: “ Pero eso podría ser un vestigio de los tiempos de crisis, cuando los griegos retiraban su dinero de los bancos y lo escondían en el colchón”.

Por aquí más de uno lo haría también. Los bancos no nos pagan un céntimo por nuestros ahorros, peor aún, nos cobran por tener depositado el dinero, por cualquier transferencia, por los recibos, por las notificaciones… y por si esto fuera poco les pagamos sus pufos.

“En Grecia, los primeros en recibir aumentos de sueldo son las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad”. Por estas tierras no, pero eso no significa que el ejército haya recortado sus presupuestos para armarse, todo lo contrario. El militarista Morenés se encargó de llenar bien las arcas de las empresas armamentísticas. No fue una excepción. Desde su retiro dorado de Washington seguirá haciendo lo que mejor sabe: ejercer la diplomacia, desde luego.

“¿Y por qué iban a traer su dinero negro a Grecia... Tal vez porque aquí, con el crecimiento acelerado que vivimos, puedan camuflarlo mejor. O porque les sale más barato el blanqueo…”

¿Esta práctica se habrá extendido a otros países? Sin duda. La respuesta es bien fácil: “No hay empresa en el mundo que esté dispuesta a perder dinero para contribuir a la recuperación económica de ningún país”.

¿Alguien se cree la patraña del nacionalismo empresarial?

Y la crisis nos trae, aquí y en todos los lados, lo que nos trae: “Soy de Amanecer Dorado porque son los únicos que nos pueden devolver la dignidad”. ¡Qué fácil es perder la dignidad!

No me he leído ningún libro de economía ni de historia reciente de Grecia. Todas las frases anteriores las pueden encontrar en Offshore el último libro de Petros Márkaris. 

El comisario Jaritos se verá envuelto en unos crímenes que le arrastrarán hasta este tipo de empresas piratas. La connivencia entre dinero, da igual su procedencia, y poder político es idéntica en Grecia que en España o cualquier tierra de garbanzos, las de arroz están incluidas.

Los personajes principales siguen siendo los mismos que en anteriores entregas y Adrianí sigue cocinando tan bien como siempre.

Solo les puedo decir que es una novela policíaca centrada en la Grecia de hoy. Se lee fácil y no tiene complicaciones. A partir de ella pueden elucubrar lo que quieran, sirva de muestra lo de más arriba.

Como siempre, no me crean, léanla y luego tendrán su opinión.

No sean tímidos, acérquense a la biblioteca pública más cercana y solicítenla o, en su defecto, a la librería más próxima a su casa.

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