“Ir al mercado por las mañanas se
había convertido en mi calvario particular. No podía estirar más el dinero. Si
supierais cuántas veces habéis cenado sobras recocinadas, alucinaríais”.
La vida para muchos no es fácil.
La crisis se llevó por delante empleos, dinero – el de todos los ciudadanos,
desde luego – ilusiones, expectativas…vidas. Nuestro mundo se ha tambaleado
como nunca – o es que no recordamos otros malos tiempos -. Sí, son malos tiempos.
“Hasta ahora, los ciudadanos
votaban una cosa y los partidos hacían otra. ¿No es mejor no hacer promesas que
luego van a incumplirse? ¿No es preferible que los votantes confíen en
políticos que no se aferren a las viejas ideologías?”.
¿Cuántas veces hemos escuchado
esta letanía? Frases de este estilo se han convertido en mantras que recorren
el mundo.
“Sucedió exactamente lo que nadie
esperaba. Empezó a circular el dinero en los mercados financieros, los índices
de desempleo iniciaron un descenso, si bien tímido, y la gente estaba contenta,
no porque ganara más, sino porque dejó de perder lo poco que le quedaba”.
Nos suena ¿verdad? Podría estar
hablando de España, Francia, EEUU, la Pérfida Albión – en breve volverá a ser
común esta expresión si siguen por el camino belicoso que han emprendido -.
Pues me estoy refiriendo a Grecia.
“Todos necesitamos un respiro
después de tantos años de austeridad”. Muy cierto, no es solo la necesidad de
dinero o empleo, que ya sería bastante, es la constatación de que nuestras
vidas están gobernadas por eso que llaman “mercado”.
Si lo nuestro es jodido, lo de
los griegos aún debió, debe, ser peor: “ Pero eso podría ser un vestigio de los
tiempos de crisis, cuando los griegos retiraban su dinero de los bancos y lo
escondían en el colchón”.
Por aquí más de uno lo haría
también. Los bancos no nos pagan un céntimo por nuestros ahorros, peor aún, nos
cobran por tener depositado el dinero, por cualquier transferencia, por los
recibos, por las notificaciones… y por si esto fuera poco les pagamos sus
pufos.
“En Grecia, los primeros en
recibir aumentos de sueldo son las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad”.
Por estas tierras no, pero eso no significa que el ejército haya recortado sus
presupuestos para armarse, todo lo contrario. El militarista Morenés se encargó
de llenar bien las arcas de las empresas armamentísticas. No fue una excepción.
Desde su retiro dorado de Washington seguirá haciendo lo que mejor sabe:
ejercer la diplomacia, desde luego.
“¿Y por qué iban a traer su dinero
negro a Grecia... Tal vez porque aquí, con el crecimiento acelerado que
vivimos, puedan camuflarlo mejor. O porque les sale más barato el blanqueo…”
¿Esta práctica se habrá extendido
a otros países? Sin duda. La respuesta es bien fácil: “No hay empresa en el
mundo que esté dispuesta a perder dinero para contribuir a la recuperación
económica de ningún país”.
¿Alguien se cree la patraña del
nacionalismo empresarial?
Y la crisis nos trae, aquí y en
todos los lados, lo que nos trae: “Soy de Amanecer Dorado porque son los únicos
que nos pueden devolver la dignidad”. ¡Qué fácil es perder la dignidad!
No me he leído ningún libro de
economía ni de historia reciente de Grecia. Todas las frases anteriores las
pueden encontrar en Offshore el
último libro de Petros Márkaris.
El comisario Jaritos se verá envuelto en unos
crímenes que le arrastrarán hasta este tipo de empresas piratas. La connivencia
entre dinero, da igual su procedencia, y poder político es idéntica en Grecia
que en España o cualquier tierra de garbanzos, las de arroz están incluidas.
Los personajes principales siguen
siendo los mismos que en anteriores entregas y Adrianí sigue cocinando tan bien
como siempre.
Solo les puedo decir que es una
novela policíaca centrada en la Grecia de hoy. Se lee fácil y no tiene
complicaciones. A partir de ella pueden elucubrar lo que quieran, sirva de
muestra lo de más arriba.
Como siempre, no me crean, léanla
y luego tendrán su opinión.
No sean tímidos, acérquense a la
biblioteca pública más cercana y solicítenla o, en su defecto, a la librería
más próxima a su casa.
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