25 jun 2019

Propuestas miserables de banqueros miserables

  Cada vez que leo u oigo a los dirigentes de los grandes organismos económicos mundiales proponer alguna receta económica me revuelven las tripas. Son unos miserables.

  La última de esas propuestas miserables fue la de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), quien no se cortó a la hora de plantear que los bancos podrán llegar a aplicar tipos de interés negativos. Vamos, dicho en lenguaje que todos entendamos: que los bancos cobren a los clientes por sus depósitos.

  Aprovechó para mandar otro recadito a los responsables de las políticas fiscales que “deben jugar su papel” para que progrese la economía, lo que traducido significa más rebajas y prebendas fiscales para los más ricos.

  Está claro que los irresponsables dirigentes bancarios los tienen más grandes que el caballo de Espartero.

  De momento, el presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), José María Roldán, ha dicho que no piensan aplicarlo.

  Mario Draghi cobra más de 400.000 euros al año y el vicepresidente de BCE, Luis de Guindos más de 335.000 euros.

  La presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, pidió para España moderación salarial, flexibilidad, despido más barato y subir el IVA. Su sueldo y extras para gastos personales la hacen superar los 600.000 euros anuales.

  El FMI no es un banco, es una organización financiera que corta el bacalao en los países en desarrollo y en las crisis financieras.

 Christine Lagarde, señora plagada de virtudes, fue condenada en Francia por “negligencia en la desviación de fondos públicos”. El caso se remonta a su época de ministra de Economía, Finanzas, Industria y Empleo siendo Sarkozy presidente de la República francesa. Lagarde concedió una indemnización de 403 millones al empresario Bernard Tapie, muy cercano al presidente Nicolas Sarkozy.

  El presidente del Banco Mundial, David Malpass, tiene también muchos conejos en la chistera. Cobra más de 500.000 dólares anuales.

  Malpass fue asesor de Donald Trump, lo cual ya explica mucho. Curiosamente antes de ocupar este cargo se manifestó en contra de este tipo de instituciones internacionales. No es partidario de las regulaciones,  quiere un dólar fuerte y bajos impuestos. En fin.

  Si repasamos los dichos y actuaciones de los gobernadores del Banco de España (BE), no libra ni uno. Han demostrado ser unos incompetentes en el desempeño de sus funciones. Su principal misión, la del BE, es la supervisión de los bancos nacionales cosa harto demostrada que no hicieron. Los gobernadores del BE se dedican a asustar al personal y destilar ideología liberal a troche y moche.

  El actual gobernador, Pablo Hernández de Cos, sigue la línea de sus antecesores. Una de sus últimas lindezas fue la de la “falta de capacidad de ahorro de los hogares” y su “elevado recurso al crédito para financiar su consumo”. Para evitar males mayores propone retrasar más la edad de jubilación y recortar las prestaciones en función de la esperanza de vida.

  ¡Los tiene más grandes que el caballo de Espartero!

  El anterior gobernador, Luis María Linde, también se lució. Fue el que dijo que las viviendas en propiedad de los pensionistas tenían que servir para la mejora de las rentas de jubilación. Pedía moderación salarial, estaba a favor de las pensiones privadas y quería flexibilizar aún más los contratos. Aseguró que la subida del salario mínimo interprofesional sería malo para la creación de empleo.

  Este buen hombre ganaba en 2017 178.245 euros repartidos en catorce pagas de 12.721 euros mensuales. Y este salario lo heredó su sucesor. Eso sí, Linde tiene derecho a cobrar el 80 por ciento de su salario durante los dos años posteriores a su mandato, es decir, 142,596 euros al año. No está mal la indemnización.

  No es el único. Ya Miguel Ángel Fernández Ordóñez cobró una indemnización de 348.751 euros entre 2012 y 2014. Y este es el mismo que no se enteró de la llegada de la crisis ni de lo que estaba pasando en la banca española.

  ¡Olé sus cojonazos!

  Se atreven a hablar de recortes o de ahorros para aquellos que no llegan a veinte mil euros anuales, que son una gran mayoría de ciudadanos. Su labor no es la de un servicio público, aunque lo que cobran sí es dinero público. Defienden los intereses de las grandes empresas y los más ricos del planeta o de España.

  No me merecen ningún respeto. Son unos miserables. ¡Uy, qué cosas digo! No es políticamente correcto llamarles miserables. Ah, ya, pero sí lo es que nos jodan la vida con sus medidas.
  
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