4 jul 2019

El comedor de pipas y los momos


¿Qué tiene de especial un comedor de pipas? ¿Qué son los momos? Ni idea. Cuando me puse con La moral del comedor de pipas, la última novela de Pedro de Silva e ilustrada por Álvaro Noguera, no las tenía todas conmigo. No le veía yo sustancia. Eso fue al principio. Le dí una pequeña oportunidad y todo empezó a encajar. Ya no la dejé. Me reí, me puse serio, me gustó.

Intentar clasificarla creo que es una tontería. ¿Una metáfora? ¿Una distopía? Pues llámenla como les de la gana. La novela es, en principio, un absurdo total. Según avanzas piensas que de absurdo no tiene tanto pues son muchos los momentos en que te das con la realidad. La aparente deformación no es tal ¿o sí? ¡Qué más da! Absurda, lúcida, irónica, simpática, procaz, provocadora, evocadora, infantil, madura…

Está narrada en primera persona por el protagonista, Luca. Su abuelo, el de Luca, tiene importancia en su vida, empezando por el nombre y que fue quien le suministró los refranes. “Mi abuelo, que ya he dicho que era un lector tan fiel que lo había sido de un solo libro, igual que (según decía mi padre) siempre fue de una sola mujer…” Ah, no mencioné que Luca es la abreviación de Lucanor. Queda explicado.

Luca está metido en una guerra con los momos. Ya respondo. Los momos son “una abstracción en estado puro”. Está claro, bueno, no tanto. No está solo en esa lucha, tampoco son muchos, se pueden contar con los dedos de una mano. Entre el anodino trabajo y su lucha transcurre la vida de Luca.

También está Leti, su pareja, y otras. Esa es otra historia que conocerán si leen el libro.

El amor está… el sexo es importante: “Esto, desde luego, me daba mucha tranquilidad, pues lo que nos cuelga del bajo vientre es muy caprichoso, un músculo fuera de control del cerebro, algo así como un pelotón de soldados que anda a su aire por el frente, sin atender las órdenes del estado mayor, y un día ganan una batalla perdida, pero otro se tiran a la bartola y cae el frente completo”. Filosofía pura. Y es que la filosofía es importante y si no vean: “Como esa fue la primera vez que oí la palabra filosofía le pregunté qué era, y ella, que no debía de tener pajolera idea, se marchó farfullando algo del aceite que tenía en la sartén echando humo y del puto niño. Mi madre es así de directa, por decirlo de algún modo…” Lo dicho.

Voy a descubrir un secreto: “El comedor de pipas no hace daño a nadie, se muestra tal cual es y deja un rastro que lo identifica claramente”.

Que no se me olvide: los dibujos de Álvaro Noguera son chulos.

No es un libro para comentar, hay que leerlo, dejarse atrapar. El último párrafo de la novela puede ser todo un tratado de vida que cierra una historia no tan loca. La guerra de Luca no se terminó. Seguro que hay partisanos que siguen en la lucha y quien sabe si nosotros no somos los momos.

En su biblioteca pública o librería preferida lo podrán encontrar. Acompáñenlo de una buena bolsa de pipas.

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