Unos niños encuentran un cráneo
dentro de un árbol, un olmo, y de ahí salen 616 páginas de novela. La autora
del logro es Tana French en El secreto
del olmo, traducida por Julia Osuna Aguilar.
Ese número de páginas no les debe impresionar. Nos enteramos del misterio en la
página 205: “Y sobre el verde intenso de la hierba, a los pies de los niños,
una cosa marrón y amarilla que, aunque era la primera vez que veía uno real,
comprendí sin necesidad de pensarlo ni por un momento que era un cráneo
humano”.
Para mantener la atención del
lector Tana French nos recuerda la importancia de lo que va a suceder: “…y más
trabajo me cuesta imaginar cómo habría seguido la cosa sin no hubiera pasado lo
qué pasó” (página 170).
¿A qué se dedicó Tana French
hasta ahí? A presentarnos a Toby, el protagonista. Algo de su vida, su trabajo
y un percance ocupan las páginas anteriores. La trama discurre con parsimonia. Se
lo toma con tranquilidad y así seguirá. El narrador, Toby, va desgranando
acontecimientos, introduciendo personajes y soltando con cuentagotas la
investigación que se genera tras el descubrimiento del cráneo.
Un cráneo, una casa, una familia,
una novia, dos amigos, unos policías, una enfermedad bien entremezclados y ahí
tienen El secreto del olmo.
La autora realiza un recorrido a
través de la mente humana, sobre quiénes somos o en qué nos podemos convertir…
Eso dicen y será así. Páginas tuvo para eso y más. La propia autora la califica
cómo una novela policiaca y psicológica.
Me resultó lenta. Tanto irse por
otros caminos me llegó a cansar. La vi forzada, demasiadas páginas para ese rendimiento.
Oigan, ni caso. El libro se vendió como churros,
léanlo y háganse su opinión.
Toby es un personaje bastante tontainas,
pero con suerte. Tiene una vida despreocupada en la que toma decisiones poco
reflexivas: “Qué típico de ti: las cosas que te hacen sentirte mal desaparecen
sin más de tu cabeza” (página 290). Sus primos, personajes relevantes en la
historia, se lo repiten más de una vez. La relación con su novia denota que su inconsistencia juvenil sigue ahí.
Tampoco se entera de nada, o más
bien no quiere enterarse: “Todo el mundo me puteaba. Y tú estabas ahí mismo, y
lo viste muchas veces, y de vez en cuando hasta te molestabas en decir: oye,
tíos dejad a mi primo” (página 409).
Ah, ¡ven! yo también me voy por
las ramas, les recuerdo la existencia de un crimen. ¿Quién o quiénes fueron los
asesinos? No me sorprendió, a otros
lectores imagino que tampoco, y tan evidente le debió parecer a la autora que introdujo al final un elemento más. Ese nuevo suceso me pareció muy pillado por
los pelos. Más que un elemento sorpresa me resultó un elemento sobrante.
Pues vaya, ¡lo qué faltaba! La
novela es de Tana French y la escribió cómo le dio la gana. Lo que para ella
tiene sentido y cierra el círculo de la historia para mí es algo innecesario.
¡Tiene narices la cosa! Bueno, soy un lector y me apropio de la historia, de
eso se trata.
Cuando he leído que un libro
recibe elogios, y no me ajusto a ellos, suelo echar una ojeada a varias
críticas. Pues bien, en algunas cosas discrepo. Tampoco es nada extraño. La
lectura genera opiniones diferentes y, bueno, lo mío tampoco son críticas al
uso, ni siquiera son críticas.
Hay quien ven en los policías,
por ejemplo, a unos depredadores, a unas rapaces que acosan a sus presas. Si
ellos lo dicen… No lo percibí así, todo lo contrario, son polis amables y
tenaces. Solo entiendo esa opinión como justificación del final.
En fin, cada uno con lo suyo.
Venga, no me extiendo más. Seguro
que muchos lectores de El secreto del
olmo tienen una opinión muy distinta. Ya sabe, léanlo, no hay otra forma de
saber sí les puede gustar o no. En caso de que no les guste, no se preocupen,
en las bibliotecas públicas y las librerías de su barrio o ciudad les están
esperando un montón de libros.
Un olmo con muchos secretos by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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