La imagen del niño muerto en la
costa de Turquía está siendo repetida ad infinítum. Medios de comunicación y
redes sociales nos muestran esa terrible imagen. Sabemos que el niño se llamaba
Aylan Kurdi, era sirio.
Es comprensible. Una imagen
individualizada humaniza un problema - Aylan Kurdi no era un problema, era un
niño -. Las grandes cifras nos alejan de la
realidad. No somos capaces de asimilarlas.
En 2012 Unicef hizo público que
19.000 niños morían al día por causas evitables, unos 6.400 por hambre. Estos
datos son, en una palabra, terroríficos. Fueron publicados en los medios de
comunicación. No pasó nada. Siguen muriendo a ese ritmo o incluso las cifras se
habrán incrementado.
El pequeño cuerpo de Aylan Kurdi
nos conmociona – no podría entender que no lo hiciera – y nos recuerda el
horror de una guerra, como también lo hacen las imágenes de miles de sirios
queriendo llegar a los países desarrollados de Europa. La guerra en Siria
comenzó en 2011, calculan que han muerto más de 300.000 personas.
Continúa.
Para desgracia de todos hay
muchas más guerras: Afganistán, Somalia, Nigeria, Irak, Sudán del Sur, Libia,
Ucrania, Yemen… Eso sin hablar de los conflictos – entienden por tales aquellos
que han provocado más de 1.000 muertes violentas por año – y ahí podemos hablar
de Indonesia, Colombia, México, Filipinas, China, Angola, Tailandia…
Siguen.
Aylan Kurdi nos hace sentir mal.
Queremos ofrecer ayuda humanitaria – lo que está muy bien - ¿y luego qué?
Podríamos recordar - en honor a
Aylan Kurdi y de todos los muertos en guerras y conflictos - que España desde
el 2004 al 2013 multiplicó por diez la venta de armas. Nuestro país es el
séptimo exportador mundial.
La Ley 53/2007 prohíbe exportar
armas a países en conflicto o donde se violen los derechos humanos. España se
la vende a Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto o Israel – a este
último país, transitoriamente, dejó de hacerlo tras el último recrudecimiento
del conflicto con los palestinos -.
Aylan Kurdi debería recordarnos
que más de 300 millones de africanos carecen de agua potable. Catorce países,
al menos, sufren déficit permanente de agua.
El acceso al agua, o su carencia,
ya son determinantes en las migraciones, lo serán aún más en un futuro muy
cercano.
Mares interiores y lagos están
desapareciendo. Los habitantes de sus entornos se están desplazando ejerciendo
una enorme presión demográfica sobre las zonas donde aún quedan recursos
hídricos, con lo que esto supone.
Seguimos aumentando el
calentamiento terrestre, desplazando industrias muy contaminantes a África y
que consumen el poco agua que les queda.
Y en eso seguimos, Aylan Kurdi.
Hay gente tan liberal que no les hables del libre
mercado cuando se trata de mercancías de africanas o de otros países subdesarrollados.
Sus productos agrícolas o
pesqueros tienen todas las trabas del mundo para llegar a nuestros mercados. Es
más, subvencionamos a nuestros agricultores, pescadores y ganaderos para que
sean competitivos. Y me refiero a los
países del llamado primer mundo.
Esta situación no ha hecho más
que agravarse con la globalización: las monstruosas empresas internacionales
controlan todo el sistema productivo mundial. No dejan un resquicio a las
industrias de los países más pobres.
Aylan Kurdi serás un símbolo unos
días ¿y luego qué?
¿Dejaremos de fabricar armas en
España? ¿Permitiremos la entrada de productos libremente en la Unión Europea?
¿La ONU intervendrá para acabar con la guerra en Siria y otros países? ¿Durante
cuanto tiempo mantendremos a estos exiliados sin quejarnos del gasto que
provocan? ¿Seremos capaces de ayudar a los países más pobres para que sus
tierras sean productivas y generen sus industrias sin pedirles nada a cambio?
Primero los colonizamos, luego
los dejamos tirados, ahora seguimos explotándolos ¿de qué nos extrañamos?
Las olas emigratorias solo están
comenzando. O cambiamos el sistema y las formas de relacionarnos social y
económicamente o ya podemos poner vallas electrificadas en toda la Unión
Europea.
Lo siento por ti Aylan Kurdi, no
llegaste a disfrutar, siquiera un poquito, de la vida.
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