16 mar 2016

La vida está en Facebook


El devenir humano, hasta no hace mucho tiempo, estaba condicionado por el nacimiento – el lugar donde nos nacen -, la clase social y,  sí mi apuran, hasta por el azar. Hoy la realidad es otra. Más allá de esos “pequeños” detalles, hoy explicitamos nuestra vida en las redes sociales.

No sé sorprendan. Piénselo un segundo. Ya, tiempo cumplido. Algo de razón tengo ¿verdad?

No hace falta que pensemos en nosotros mismos. Desde luego que no. No vaya a ser que hagamos introspección y no nos gustemos demasiado. Vamos a lo fácil: fijémonos en los otros.

En la calle, en esa realidad, todos somos parecidos pero diferentes. Tímidos, lanzados, listos, tontos, educados, impresentables, tacaños, desprendidos… ¿Cuántas veces hemos llorado por detestarnos? Más de una. Llega Mark Zuckerberg y asunto arreglado.

Lo primero que llama la atención es que en Facebook muchas personas damos información personal veraz. Bueno, en lo de los años mentimos. Vale, en lo referente a los estudios también mienten muchos. Si hablamos del nivel de inglés entonces mentimos casi todos.

Salvo esto, y no sé en cuántas cosas más, es más fiable que otras redes.

Por cierto ¿han visto los sinónimos tiene la palabra red? Además de eso de malla, urdimbre o tejido, también significa trampa, ardid, celada, estratagema, artimaña o engaño. Aviso a navegantes.

La preservación de la intimidad era norma social, ya no lo es. Primero fueron las cámaras de vigilancia en las calles – nos espiaban, y nos espían – ahora se lo ponemos más fácil, somos nosotros quienes exponemos nuestra vida.

En Facebook subimos fotografías de vacaciones, comidas, celebraciones, borracheras, estupideces varias… y estamos encantados. Bodas, divorcios o enfermedades tampoco se escapan. Odios y fobias son la tónica general. Lo de las filias lo dejo de lado, aunque hay quienes se piensan que los amores en Facebook son cuasi eternos.

En los comentarios de face se lee de todo. Gentes que aparentan lo que no son, incluso los hay que demuestran lo que son. Tímidos que no son tales, todo lo contrario. Aprovechan que no dan la cara para mostrarse como verdaderos descarados, maleducados y sinvergüenzas. Los hay que irradian felicidad 28 horas al día. Incluso se inventan amores, amistades o utilizan el photoshop para entusiasmar a sus amigos.
Somos así. El que esté libre que levante la mano. Yo no lo haré.

Si nos vamos por los derroteros de la religión, sobre todo de la única verdadera, la católicaapostólicayromana, entonces nos encontramos con un muro, no de lamentaciones, de intolerancia.

En el caso de opiniones políticas es el desmadre. Ya no sabemos qué piensa quien. Gentes que se dicen de izquierdas, de muy izquierdas, utilizan para sostener sus argumentos noticas de medios de derechas, muy de derechas. Los de derechas suelen utilizar los argumentarios de los de derechas o muy de derechas. Alguno se equivoca y de vez en cuando utiliza alguna noticia de El País. Para los despistados: esto es una ironía.
Oigan, en esto del partidismo no se defiende lo que cada uno cree, faltaría más. Lo normal es que se compartan opiniones, de otros, que ponen a parir al adversario político.

Todo se muestra, y demuestra, en Facebook. Lo que no se ve ahí, no existe.

Los gobiernos están encantados con este Facebook. Antes, hace mucho tiempo, los descontentos se manifestaban en la calle. Hoy ya no. Colgamos una frasecita, que la mayoría de las veces es copiada, y ya estamos felices. Hemos cumplido.

Las redes sociales están canalizando el descontento social. Descargamos nuestras frustraciones en el mundo digital y que siga la fiesta.

No me digan que no les encantan las felicitaciones de cumpleaños, a mí sí. ¡Qué de amigos tengo! Es más, cuando pongo una fotografía el ego se me dispara. No hay nada como qué me llamen guapo. El problema llega cuando me miro en el espejo. Aunque eso tiene fácil solución, con no hacerlo todo arreglado.

Bendito seas, Facebook de nuestros amores. Ahí está nuestra vida.

Ah, si alguien no se da por aludido, que lo piense dos veces. Yo no me libro.

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