Publicado en La Nueva España el 26 de octubre de 2016
Si
hay una certeza incuestionable esa es la muerte. Pues no hay forma con
nosotros, nos asusta. Los seres humanos hemos intentado desactivar ese temor
por los medios más diversos, pero no lo hemos conseguido.
Hay
quienes apelan a la racionalidad, a la brujería, a la vida eterna, a yo qué sé
cuántas cosas, pero al final nos entra el canguelo. Bueno, no tan al final. ¿Y
el miedo a la oscuridad? ¿a los cementerios? ¿a los muertos? ¿Esos no nos
acompañan toda la vida?
Oigan,
da igual que gente tan sesuda como Epicuro nos dejase frases redondas como “todo bien y todo mal residen en la sensibilidad y la muerte
no es otra cosa que la pérdida de sensibilidad”. Pues ni con esas. Insistió
este griego con aquello, más o menos, de que la muerte no es nada pues mientras
vivimos ella no está y cuando llega ya nos fuimos. ¡Que si quieres arroz,
Catalina!
El miedo a la muerte, el culto a los muertos, forma parte la
historia de la humanidad. Luego llegó la Iglesia católica y sus ritos y
costumbres se convirtieron en norma por estas tierras. Gregorio III (731-741)
fijó la festividad de Todos los Santos y de allí para acá el 1 de noviembre se
“festeja” a los muertos. Es más que un recordatorio de nuestros muertos, es una
advertencia sobre nuestra propia muerte.
El caso es que, y me dejo de divagaciones, los días
anteriores al primer día de noviembre los cementerios se llenan de gente que
lustra las lápidas, quita hierbas o encala nichos. Las flores no faltan.
Algunos lo hacen por convencimiento, otros por costumbre.
Pues bien, hasta ese rito se está modificando.
Miren que hay gentes que defienden las tradiciones a capa y
espada, muchas veces hasta con sangre – la de los demás, claro -, pues hasta
esos se están dejando seducir por costumbres externas. ¿A que ya están pensando
en Haloween? Pues eso.
Aunque esta tradición americana tenga su origen en Europa, y
les fuera transmitida por los irlandeses, no tiene mucho que ver con España.
Para empezar se celebra el 31 de octubre; después eso del truco o trato tampoco
es muy nuestro; la parafernalia estadounidense o canadiense de esa festividad
no es, ni mucho menos, autóctona. Para lo de los disfraces nosotros tenemos
carnaval.
Da igual. Las tiendas se nos han llenado de escobas,
calaveras, disfraces huesudos y calabazas. ¡Alto! ¡Un momento! Lo de les
calabaces de Tolos Santos ye cosa muy asturiana. Pues sí. La costumbre de
vaciar calabazas, abrir ojos, nariz y bocona, con una vela dentro, es una
tradición asturiana.
Ya ven, los americanos del norte son unos copiones.
Estos últimos días hemos visto que en Estados Unidos se ha
puesto de moda la tontería esa de los “payasos terroríficos”, pues nada, ya
puestos a copiar que mejor que imitar esta bobada. ¡Cuidadín! que en cualquier
momento nos puede salir al paso un payaso – no de verdad, no estoy pensando en
ningún político, aunque bien pensado…-.
Venga ya. ¿Dónde está los don juanes? Tenorios, desde luego.
¿Dónde la tristeza inherente a la muerte?
Nos lo tomamos todo a broma. ¿La muerte también? La nuestra,
la de cada uno, desde luego que no.
Eso sí, para broma lo de Cádiz. Esta festividad la denominan
“Tosantos”. Anda que no tiene chunga. Este término proviene de la práctica
gaditana de sintetizar términos más largos. Su cachondeo no les permite cambiar
el nombre. Hacen bien.
Que conste que ese día también lo denominan Fiesta de los
Mercados. Total, que los americanos – ya saben, los del norte – no se
inventaron tampoco esto del mercantilismo de la fiesta.
Por el solar patrio – esta España variada - se celebra de muchas
maneras aunque la gastronomía – también variada además de suculenta - une mucho. Y aún aúnan
más los postres. Huesos de santo, pestiños, borrachuelos de batata, buñuelos de
viento, panellets, unas simples y deliciosas castañas asadas o cocidas ayudan a
enjuagar las lágrimas.
Yo con unas torrijas voy servido, y sí se
empeñan con unos frixuelos.
Llega el día de visitar los cementerios, algunos, como
cualquier otro día, recordaremos a nuestros muertos con cariño y si nos topamos
con un payaso que se de media vuelta y eche a correr, no vaya a ser que lo
corramos a gorrazos.
¿Qué les parece si hasta que nos llega eso de la muerte nos
divertimos?
De Tosantos a Haloween by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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