Hay libros que se basan en la
realidad y algunos, como Patria de Fernando Aramburu, que están pegados a la
realidad. No es un ensayo, no es un libro de Historia, es una novela que supura
dolor, sangre.
Me removió unos recuerdos nunca
olvidados. No tengo muy claro que los más jóvenes conozcan la historia reciente
del País Vasco y ETA. Que no solo es suya, es de toda España ya que los muertos
y las políticas que se generaron por la situación que allí se vivía - ¡que
ironía! - nos afectaron, y lo sigue haciendo, a todos.
Lo explican muy bien Xabier y
Nerea (unos de los protagonistas), hijos de Txato:
-
Algún día no muy
lejano pocos recordarán lo que pasó.
-
No te hagas mala
sangre, hermano. Es ley de vida. Al final, siempre gana el olvido.
-
Pero nosotros no
tenemos por qué ser sus cómplices.
-
No lo somos.
Nuestra memoria no se borra con agua a presión. Y ya verás como nos echan en
cara a las víctimas que nos negamos a mirar hacia el futuro. Dirán que buscamos
venganza. Algunos ya han empezado a decirlo.
Estaría bien que se acercasen a
Patria aquellos que hablan de democracia, de fascismo, de lucha. Son 646
páginas bien empleadas. Ya sé que son algo más de 140 caracteres, así y todo lo
recomiendo. Después pueden contrastar lo que se cuenta en otros libros y medios
de comunicación que tienen al alcance de un clic.
Más de ochocientas personas
fueron asesinadas por ETA. Más de 800 personas ¿para qué? Joxe Mari, otro de
los protagonistas y activista – así
eran denominados eufemísticamente los miembros de ETA – llega a una conclusión:
¿Y cuál era la verdad? Cuál va a ser. Pues que había hecho daño y había
matado. ¿Para qué? Y la respuesta le llenaba de amargura: para nada. Después de
tanta sangre, ni socialismo, ni independencia, ni pollas en vinagre. Abrigaba
la firme convicción de haber sido víctima de una estafa.
Ya sé que habrá quien lo siga
justificando, yo no podía ni puedo entender aquella sangre. Tampoco puedo
entender el papel desempeñado por la Iglesia vasca.
Don Serapio, el cura de la
novela, pone voz a lo que leímos y escuchamos a más de uno en los años 80 del
siglo pasado:
Y a los vascos nos hizo [Dios] como somos, tenaces en nuestros
propósitos, trabajadores y firmes en la idea de una nación soberana. Por eso me
atrevería a afirmar que sobre nosotros recae la misión cristiana de defender
nuestra identidad, por tanto nuestra cultura y, por encima de todo, nuestra
lengua.
Y si había que justificar se
justificaba todo:
Y son los mismos que nos maltratan los que luego hablan de democracia.
Su democracia, la suya, la que nos oprime como pueblo. Por eso te digo yo, con
el corazón en la mano, que nuestra lucha no sólo es justa. Es necesaria, hoy
más que nunca. Es indispensable, puesto que es defensiva y tiene por objeto la
paz.
Podría resumirse en Dios, Patria
y ekintzas.
No son inventos de Fernando
Aramburu. No hay más que buscar declaraciones del entonces Obispo de San
Sebastián (de 1979 al 2000) José María Setién.
En esa misma senda de exculpación
se movió Xabier Arzalluz, presidente del Partido Nacionalista Vasco entre 1980
y 2004. Fue sacerdote de la Compañía de Jesús, en 1970 lo dejó y se dedicó a la
política.
Xabier Arzalluz denominó, en
alguna ocasión, a los etarras como chicos descarriados.
¿Y cómo olvidar a Joseba Egibar?
Imposible.
Me resulta difícil hablar del
libro. Demasiados tristes recuerdos.
Me veo en las calles de Bilbao,
allá por los años 80, cuando a las diez de la noche ya casi no veías a gente
por las calles. Miradas huidizas. El miedo estaba presente. Eso no era vida.
El libro tal vez se justifique -
¿lo necesita? – en este párrafo:
Asimismo escribí en contra del crimen perpetrado con excusa política,
en nombre de una patria donde un puñado de gente armada, con el vergonzoso
apoyo de un sector de la sociedad, decide quién pertenece a dicha patria y
quién debe abandonarla o desaparecer. Escribí sin odio contra el lenguaje del
odio y contra la desmemoria y el olvido tramado por quienes tratan de
inventarse una historia al servicio de su proyecto y sus convicciones totalitarias.
Patria es una novela para
reflexionar, para aprender. Sin odio, sin afán revanchista, pero también para
que el tiempo no entierre lo sucedido.
Su final, quiero creer, es el
principio de otra forma de vivir en el País Vasco:
El encuentro se produjo a la altura del quiosco de música. Fue un
abrazo breve. Las dos se miraron un instante a los ojos antes de separarse. ¿Se
dijeron algo? Nada. No se dijeron nada.
Patria, memoria del dolor by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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