Para Jorge
Oía voces en su interior. No le daban tregua. Unas veces eran masculinas, otras femeninas. Ansiaba el silencio. Las noches eran un poco más tranquilas. Menos de lo que deseaba. Era como si… era una sensación extraña. No sabía muy bien definir lo que le pasaba en la oscuridad. Sentía unas descargas eléctricas que le impedían descansar.
Con
las primeras luces se reiniciaba la agonía. Primero era como si le estuviesen
garabateando todo el cuerpo. Luego sentía punciones rápidas, intensas. Si no
fuera imposible diría que nerviosas. Poco después se encontraba ahíto ¡ni que
se hubiese tragado tres periódicos!
Voces.
Como en una gran cueva las palabras rebotaban en sus entrañas. ¡Y lo que tenía
que escuchar! Era tan real que en ocasiones se ponía colorado de tanta
estupidez.
¡Parar!
¡Por favor, parad!
Cuando
las peroratas se apagaban mil imágenes le inundaban. Algunas veces era tal el
batiburrillo de voces, letras e imágenes que, desbordado, creía enloquecer.
No
tenía ningún recuerdo de haber estado en silencio consigo mismo. No se podía
imaginar cómo sería vivir así. Ese deseo le angustiaba.
Cada
día se encontraba un poco más débil. No era tan viejo y, sin embargo, el paso
de los días le resultaba insoportable.
Una
idea fue tomando forma. Al principio le asustó. Poco a poco le pareció cada vez
más deseable. Nunca descansó, estaba agotado ¿Qué podía esperar? ¿Una lenta y
dolorosa agonía? No lo podía soportar más. Tenía que descansar.
Aviso
a todos mis amigos de Facebook: mi teléfono se me acaba de morir. Contactos por
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