Publicado en La Nueva España el 21 de marzo de 2017
A
un clic de ratón, en Google Earth,
podemos ver que el Suroccidente asturiano está, casi, rodeado por minas a cielo
abierto. Mejor dicho, por algunas explotaciones mineras a cielo abierto y otras
donde solo quedan enormes socavones. Hablo de Boinás, Carlés, Cerredo, Tormaleo
o Buseiro.
Boinás
y Carlés ahí andan en explotación. El tiempo nos dirá lo que pasa con los
residuos. Las otras tres están a matu.
Es
más que sabido que las minas a cielo abierto son muy rentables, para el
empresario. Otra cosa es el número de empleos que ocupan, por cuánto tiempo y
los perjuicios que acarrean.
Su
impacto ambiental es innegable. La devastación en superficie es evidente.
Cambian la morfología del terreno. Pueden modificar los cursos de aguas y
formar lagunas allí donde no existían. Los residuos, material estéril, forman
nuevas montañas. La utilización de cianuro, por ejemplo, en el proceso de
extracción de oro es altamente peligrosa. La mina de Boinás ya fue sancionada
por verter metales pesados al río Cauxa, además de cianuro, selenio, arsénico,
mercurio, fluoruros, zinc, níquel y cobre. Estos metales no se quedan en la
superficie, afectan a la capa freática y contaminan el aire.
Para
quienes tengan dudas de los problemas que generan podemos preguntar a los
vecinos de Tormaleo.
Estas
explotaciones – nunca mejor dicho – se ubican en lugares alejados de grandes
poblaciones o en zonas colindantes a antiguas zonas mineras en crisis. Esas
circunstancias se convierten en grandes aliadas de empresarios que buscan la
rentabilidad fácil e inmediata.
Uno
de esos furacos se encuentra en el
concejo de Tineo: Buseiro.
Todo
comenzó allá por 1992, un siete de abril. En un pleno municipal en el
Ayuntamiento de Tineo se hizo una pregunta “inocente”: “¿existe proyecto de
recuperación de la montaña de Buseiro presentado por la empresa que realiza en
ella una explotación minera a cielo abierto?”. La respuesta del alcalde fue
rotunda: existe. Eso sí, respondió en el pleno del 14 de mayo de ese año.
Bueno,
la verdad es que todo comenzó antes, en 1991, cuando la empresa González y Díez
S.A. empezó a excavar en ese monte sin dar cuenta ni razón al Ayuntamiento
tinetense.
La
cuestión se aclara en el pleno municipal del 7 de julio de 1992. En él hay un
punto que se refiere a la “petición a Consejería de Medio Rural de exclusión
del convenio sobre montes existente entre este Ayuntamiento y esa Consejería”.
Tineo visto desde Buseiro
Se
lo explico.
El
señor secretario del momento informa que el Monte de Buseiro es un bien comunal
del Ayuntamiento sobre el que tienen derecho de aprovechamiento de pasto los
vecinos de Buserio. Sigue explicando el alto funcionario - que por cierto era
tan dado a informar como a opinar - que allá por el 3 de septiembre de 1991 la
Oficina Técnica Municipal constata una explotación minera a cielo abierto
realizada por la empresa González y Díez S.A, sin licencia ni autorización municipal.
Vaya,
ahora se empieza a entender aquella pregunta. No era tan inocente.
Eso
sí, la empresa había obtenido la autorización de explotación de la Consejería
de Industria, Comercio y Turismo y contaba con el informe favorable de la
Agencia de Medio Ambiente.
Como
vemos la incomunicación entre administraciones no es de ahora, viene de lejos.
La
cosa se estaba poniendo complicada. González y Díez se reúne con el Ayuntamiento
tinetense y comprueba que el consistorio tiene buena voluntad para solucionar
el problema.
¡Cómo
para no tenerla!
La
empresa minera es muy considerada y manifiesta que no tiene ningún interés en
la propiedad de los terrenos sino en desarrollar la explotación.
Todos
contentos.
A
buscar una solución: el Ayuntamiento solicita a la Consejería de Medio Rural y
Pesca la exclusión del convenio firmado entre ambos en 1989 de la zona que se
está explotando. Para rematar, la empresa reconoce la propiedad municipal de
esa zona.
El
pleno aprueba por unanimidad de los presentes, quince concejales, la propuesta.
Aquí
paz y después gloria.
Luego
vendría Vitorino Alonso, se haría con la empresa y ahí comienza otra historia.
Hace
unos años se dejó de explotar. El socavón sigue ahí. Se plantó hierba y esa fue
toda la recuperación.
En
2009 la Consejería de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio e
Infraestructuras autoriza a la Central Térmica del Narcea un vertedero de
residuos no peligrosos de la central en Buseiro, procedentes de la planta de
desulfuración.
La
térmica dio a ese depósito una vida de veinticinco años. La superficie ocupada
es de 180.000 metros cuadrados y tiene capacidad para albergar 6,8 millones de
metros cúbicos de cenizas, escorias y yesos. Drenajes y una balsa para recoger
las aguas vertidas están a la vista. Todo parece estar en orden.
Cuando
lo rellenen, allí al lado tienen el gran furacu en el que caben muchísimos más
residuos.
Desde
Tineo se puede ver el monte y en los días de sol se observa un destello, es el
aislante del terreno. Eso sí, ese aislante no es blanco es negro. Cosas de la
luz.
Con
el tiempo irán apareciendo arbustos y árboles y ya no nos acordaremos de que allí
existió una mina a cielo abierto.
Buseiro a cielo abierto by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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