Los libros de Margaret Atwood necesitan una
lectura sosegada y con todos los seontidos. Sus obras pueden causar un
desconcierto inicial, hay que darle unas páginas de margen y todo empezará a
encajar. Y hablo por mí. Se lo adelanto, las novelas de Margaret Atwood me
gustan mucho.
La autora canadiense se hizo
popular con la serie de televisión basada en su novela El cuento de la criada y seguramente esa popularidad llevó a que se
publicara nuevamente su trilogía Maddaddam,
integrada por Oryx y Crake, El año del diluvio y finaliza con Maddaddam. En España se publicó entre
2003 y 2004. Hay que leer los tres libros, en cada uno de ellos hay referencias
a los otros. La mayor parte de los protagonistas de Maddaddam aparecen en los dos primeros libros de la serie. Las
dudas que puedan quedar en los dos primeros se aclaran en el último donde se
hace un resumen de los anteriores que viene muy bien.
Permítanme que mencione a los
traductores. Oryx y Crake fue
traducido por Juanjo Estrella; El año del
diluvio por Javier Guerrero y Maddaddam
por Antonio Padilla Esteban.
Es una novela de ciencia ficción,
perdón que eso resulta muy viejuno, es una novela distópica. ¿Mejor así? En
total son 1477 páginas. Lectura para unos días.
Novela postapocalíptica dura, en
la que los seres humanos no salimos muy bien parados. Antes del desastre la
sociedad estaba brutalmente estratificada. Por un lado, una minoría integrada
en gran parte por científicos que viven muy bien en complejos amurallados, y
por otra una mayoría que sobrevive en guetos, las llamadas «plebillas».
La mano del hombre provocó la
casi extinción de los seres humanos. Pretendían un nuevo renacer de la
humanidad en la que los males que los aquejaba desaparecieran y volvieran a una
vida natural, casi salvaje.
En la trilogía hay un ecologismo
extremo, pero también otro que aprovecha los recursos de la naturaleza y se
compenetra con ella. La máxima expresión de esa integración son unos nuevos
seres creados fruto de la transformación genética de los humanos. Se trataría
de un retorno a un hipotético paraíso con un nuevo género humano.
El resultado no fue muy bueno a
tenor de lo que se perdió.
Los avances tecnológicos y
genéticos habían transformado a la sociedad y a las personas. Quienes se lo
podían pagar se «recauchutaban». Vamos, igual que hoy. Un implante de pelo no
era un problema, se criaban ovejas con pelo humano. ¿Un buen regalo para un
niño? Nada mejor que un conejo fluorescente. ¿Qué necesitan un órgano? Sin
problema, para eso se modificaron los cerdos genéticamente. En la trilogía los
llaman «cerdones», llegan a tener pensamientos a modo y manera de los humanos.
En su afán genetista elevan el
nivel hasta crear un humanoide pero sin los que suponían eran sus lastres, los
llamados «crackers». Son seres que no sienten celos sexuales. Se aparean
estacionalmente. Se percibe su predisposición a realizar un coito porque ciertas
partes de su cuerpo se ponen de color azul y lo realizan de manera grupal,
cuatro hombres y una mujer. Carecen de codicia, son vegetarianos y su cuerpo
repele los insectos.
Volviendo a los cerdos, a los
avances biogenéticos y tecnológicos, Margaret Atwood dice que esas
informaciones están basadas en investigaciones reales o teorías que ya existen.
La verdad que da un poquito de miedo, pero por otro lado un animal como el
cerdo salva a millones de vidas humanas. Hasta hace poco tiempo pensábamos que
eran imposibles los xenotrasplantes (transplantes entre especies distintas),
hemos comprobado que ya están aquí. Hace pocas fechas un equipo de cirujanos de
la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland (Estados Unidos) realizó
un transplante de corazón de un cerdo a un humano. Y salió bien. Los cerdos
vienen utilizándose, desde hace muchos años, en el ámbito médico para realizar
prácticas quirúrgicas por sus similitudes con los humanos. Asimismo, se
utilizan para la obtención de medicinas como la insulina o para una hormona que
se usa en el tratamiento de la artritis y enfermedades inflamatorias. La
heparina y la hemoglobina tienen también su origen en el cerdo.
Regreso a Maddaddam.
Además de la manipulación
genética, el poder en manos de las grandes corporaciones científicas, la
desigualdad social, el culto al cuerpo, ecologismo, feminismo o las nuevas
seudoreligiones hay amor, amistad, odio, muerte y lucha por la supervivencia.
En ese extraño mundo posapocalíptico las mujeres tienen un papel muy relevante.
Son ellas las protagonistas. Mujeres duras, que tras su inteligencia y esfuerzo
por sobrevivir guardan lo que nos hace más humanos, la capacidad de sentir
empatía por otros humanos. No han perdido la capacidad de amar. La violencia es
el distintivo de muchos de los personajes masculinos, las mujeres solo la
utilizan en casos de extrema necesidad.
El perfil feminista de Margaret
Atwood es conocido, hace gala de él y está presente en su obra. No podría ser
de otra manera. Otra de las características de sus novelas es la visión de
futuro. En el momento que las escribe pueden parecer fruto de una mente con
mucha imaginación, el tiempo demuestra que nada de eso, sus relatos están
basados en un gran conocimiento del mundo científico y tecnológico.
Los narradores van cambiando con
el tiempo y al final nos llevaremos una sorpresa. La humanidad, el deseo de
aprender y comprender la vida es muy fuerte. La humanidad o algo parecido acaba triunfando ¿o no?
Les recomiendo Maddaddam. Acérquense a su biblioteca
pública o en su defecto a la librería más cercana.
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