La Federación Asturiana de Profesionales y Empresarios Autónomos (FAPEA) concedió el premio "Legado Generacional" 2011 a Casa Lula
Se conoce al concejo de Tineo por muchos motivos y uno de ellos es por
su gastronomía. El pote, los embutidos –con el chosco al frente- la caza… todos
ellos hacen de estas tierras un lugar especial para degustar unos platos
cargados de tradición, ingredientes naturales y sobre todo, y ante todo,
elaborados con maestría y cariño.
Es en esto de la elaboración donde el pueblo de El Crucero adquiere
entidad. Dos casas de comida, de las de toda la vida, tienen un reconocido
prestigio: Casa Emburria y Casa Lula. Esta segunda, Casa Lula, lleva 81 años
dando de comer al tiempo que satisface los paladares más exigentes.
La historia de Casa Lula se remonta al año 1924, cuando Alvarín y
Manuela, más conocida por Lula, se instalan en una casa propiedad de los padres
de él en la aldea de El Crucero. Pero para llegar hasta ese comienzo, Alvarín
había tenido que emigrar a Cuba y con los ahorros generados pusieron en marcha
el negocio de comidas, que compaginaban con el de comercio.
En diciembre de 1925 la pareja tiene su primer hijo: Manolín, que con
el tiempo será el continuador de la saga. Su segundo hijo, Gelo, nunca se
dedicó al negocio familiar.
La casa de comidas no era, en aquella época, tan próspera que
permitiera dedicarse a ella en exclusiva y
por ello compaginaban esa dedicación con las labores de labranza y la
cría de ganado. Aún diversificaron más el negocio con el trato de animales en ferias y mercados. Incluso llegaron a
dedicarse al transporte de piedra para la construcción de casas. A este
menester se dedicó ocasionalmente Manolín en su mocedad con la ayuda de dos
bueyes.
La Guerra Civil obliga a la familia a paralizar su actividad de
tratantes, centrándose en el comercio mixto y casa de comidas. Con el final de
la guerra, llegan las cartillas de racionamiento y Casa Lula comienza a
trabajar con ellas. Era el propio establecimiento el que se encargaba de
guardar estos documentos a sus clientes e iban recortando los cupones de los
productos que consumían: pan, aceite, arroz, legumbres o lo poco que hubiese.
La posguerra fue tan dura que las libretas
se convirtieron en un elemento imprescindible. La compra a crédito era algo
normal en aquellos años y Casa Lula también hizo uso de ellas. Sí se podía se
pagaba al mes la cuenta de esa libreta, sino cuando alcanzaba el dinero.
Manolín aún conserva alguna de esas libretas.
El esfuerzo familiar permitió que el primogénito pudiese desplazarse a
Madrid a estudiar y por aquellas tierras anduvo en 1941.
Las cosas marchaban bien y eso les permitió la adquisición del terreno y el hórreo que había frente al
negocio familiar. Será aquí donde decidan construir una cuadra, un pajar y una
pequeña casa con cuatro habitaciones, con caballerizas debajo, destinados al
alojamiento de viajantes, transeúntes y caballos. Casa Lula amplia así su
oferta.
En 1948 se aumenta considerablemente el negocio. El hórreo situado frente a la antigua
vivienda se derriba y se levanta una casa de doce por nueve metros, con dos
alturas, unida al edificio ya existente. Es en ese mismo espacio donde se
encuentra el actual restaurante. La familia, Lula y Alvarín junto a sus dos
hijos, se instalan en esta nueva residencia y ahí trasladan también el negocio.
Los años pasan y en 1951 Manolín contrae matrimonio con Adina, natural
de Llaneces de la Barca. Esta segunda generación se implica en el negocio.
Adina se incorpora inmediatamente a la cocina, tanto que solo tuvo cuatro días
de luna de miel en Gijón. Lula se encarga de adentrar a su nuera en los
secretos de los fogones y esta lo hará con posterioridad con su nuera, pero
para eso aún le queda un largo camino que recorrer.
La vida seguía sin ser fácil para nadie, tampoco lo era para Casa
Lula. Había que preparar la comida para la taberna, atender la pensión, lavar
la ropa en el río, traer agua y llevar la comida a los hombres cuando estos
trabajaban en el campo, todo ello sin olvidar los quehaceres de la casa
familiar. En eso andaban Lula y Adina. El tiempo ha dulcificado la memoria y
Adina aún recuerda la primera vez que llevó la comida a su marido al prao de la
Venta el Aire. Con un poco de nostalgia rememora las ramitas que Manolín le fue
dejando en cada cruce de caminos con el fin de orientarla. La cosa funcionó y
la comida llegó a su destino.
Tras cuatro años de matrimonio, un 15 de mayo de 1955, nace Álvaro, su
único hijo y también único nieto de Lula y Alvarín. La situación va mejorando y
con el tiempo Álvaro podrá compaginar sus estudios con el trabajo en la casa.
En 1963 fallece Alvarín y el testigo pasa a su hijo. Él será el nuevo
cabeza de familia.
El negocio tiene que adaptarse a la nueva realidad y en 1965 se amplia
con un nuevo comedor y se procede a una profunda reforma.
En 1971 muere Lula.
Álvaro, el tercero de la dinastía, realiza estudios en el Colegio
Loyola de Oviedo y posteriormente en el San Luís de Pravia. Será en esa villa
donde conocerá a la que será su esposa, Mayte. Álvaro se matricula en la
facultad de veterinaria de León, Mayte realiza estudios de Económicas en
Oviedo. Tras cinco años de noviazgo, contraen matrimonio en 1979 y ambos
deciden dejar sus estudios y dedicarse a la hostelería. La continuidad está
garantizada.
El año de la boda coincide con el inicio de otra nueva ampliación. Se
construirá un nuevo comedor con capacidad para 220 personas, destinado a
albergar bodas y banquetes. En ese tiempo Mayte va aprendiendo los rudimentos
de los fogones. Ahora es Adina quien tutela a su nuera transmitiéndole la
maestría culinaria que adquirió de manos de su suegra.
En 1980 -el 7 de agosto- nace Blanca, la cuarta generación ya está en
marcha. En diciembre de ese año, el día de Nochevieja, se inaugura el nuevo
comedor. El mes de enero siguiente acoge
la primera boda.
La década de los 80 estuvo marcada en el concejo de Tineo por la
ampliación de la térmica de Soto de la Barca. Estas obras trajeron al concejo a
una ingente cantidad de trabajadores que había que alimentar y alojar. La
pensión se quedó pequeña y una casa cercana al restaurante fue adquirida con el
objetivo, no lejano, de hacer allí una nueva pensión.
En mayo de 1986 se incrementa la familia con Álvaro. Un año después
construyen un hotel con once habitaciones, cada una de ellas con su baño.
Mayte no deja de aprender. Los conoci-mientos transmitidos por Adina
los completa con otros aprendizajes. La marca de la casa sigue siendo la cocina
tradicional, pero con nuevos aires. Una cosa y otra no son incompatibles.
La cuarta generación se garantizó cuando Blanca decide realizar sus
estudios en la Escola Superior de Hostelería de Cataluña. Tras la formación
teórica dedicó un tiempo a ampliar horizontes y a desempeñar su trabajo en
varios establecimientos hoteleros.
La última de las reformas realizadas en Casa Lula tuvo lugar en el año
2000, coincidiendo con el 75 aniversario de su creación.
En 2003 Blanca se incorpora al negocio familiar y Mayte, su madre, se
encarga desde entonces de transmitirle todos sus saberes, que son muchos.
Blanca está absorbiendo en estos momentos la sapiencia de Lula, Adina y de
Mayte. Ella, al igual que sus dos predecesoras, está integrada dentro del Club
de la Guisanderas, lo que es toda una declaración de principios, pero no de
final.
La saga tal vez continúe. Ahí esta la pequeña Lola, hija de Blanca.
Toda su vida transcurre entre fogones ¿podrá resistir la tentación?
Casa Lula lleva 81 años ofreciendo comida y alojamiento. Cuatro
generaciones de algo más que un negocio.
Casa Lula: 81 años dedicados a la gastronomía by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
enhorabuena ,por ese trabajo reconocido.
ResponderEliminarUna gran familia que nos llena de alegria y de mucho cariño cada vez que visitamos su casa.
ResponderEliminarUna historia precisoa de saga familiar y de amor a una profesion y a un territorio.
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