El
mundo de la publicidad es nuestro mundo.
En
revistas de actualidad, motor, cine, música, fotografía, astrología,
gastronomía, informática, historia, salud, televisión – aunque parezca
imposible – viajes, del corazón, masculinas, femeninas, infantiles, de padres –
sí de padres – tatuajes, no puede
faltar.
La
publicidad – al igual que lo dioses – está en todas. Directa, indirecta,
subliminal. Nos la tragamos siempre. Pero no es cosa exclusiva suya. No hay
periódico, digital o no, que no la tenga. Facebook, blogs, páginas personales.
Yo que sé…Es ubicua.
Da
igual el soporte, pero sobre el papel tiene su encanto.
La
prensa escrita hasta no hace mucho vivía de los ingresos publicitarios, hoy no
me atrevería a decir tal cosa. El número de anuncios ha bajado y las deudas de
esos medios han crecido.
Bancos,
grandes empresarios, han “salvado” a casi todos del desastre y la desaparición.
¿Habrán perdido su independencia? Estamos seguros de que no. Bueno, vamos a
dejarlo.
Fíjense
si son importantes los ingresos publicitarios que diarios muy devotos no dudan
en llenar varias páginas con anuncios de putos y putas.
A
mí lo que me llama la atención es la
publi de las revistas, y no soy lector asiduo de ellas.
Cada
una tiene sus características y ajustan la propaganda al perfil de sus
lectores. La mayoría de ellas son el quiero y no puedo. Les falta algo. Mezclan
un reloj con un coche o un champú. Eso no tiene glamour, no.
Las
que podemos comprar la mayoría de los mortales nos motivan a una compra
compulsiva, pero no nos llega al corazón. O son chabacanas o son estilo Isabel
Preysler. ¿O es que me van a decir que la
Preysler anunciando azulejos o bombones tenía glamour? No, va a ser que no.
Encanto,
glamour lo tienen las revistas de los
hoteles, los de cinco estrellas para arriba, claro.
Cuando
a uno le cae en las manos una revista de esos sitios no puede menos que
sonrojarse. Seré paleto.
Todas
están cortadas por el mismo patrón. Las autoalabanzas y promoción de otros
establecimientos de la misma cadena en diversos lugares del mundo – a cual más
exótico – cubren varias páginas.
Gracias
a estas revistas hoteleras uno puede descubrir paraísos que las revistas de las
agencias de viajes no traen. ¡Qué hoteles! ¡Qué playas! ¡Qué carísimo debe ser!
¡Diosss,
de cuanta ignorancia sacan a uno!
Entre
uno y otro, van colando anuncios de relojes inalcanzables. Suizos todos ellos.
En
estas publicaciones no falta la entrevista con un artista de renombre
internacional. A poder ser un músico, ya saben, por aquello del glamour. Un pintor no, que mancha mucho.
Los
anuncios de zapatos ¿los han visto? ¿De verdad se pueden usar? Por favor, esos
son para enseñar, no para pisar un charco.
Siempre
hay alguna entrevista con un personaje
relevante socialmente, así como otras dedicadas al medio ambiente. Pero ya
saben, todo con mucha clase y estilo.
En
ellas nada chirria. No hay espacio para lo ordinario ni lo vulgar. Oigan, que
es que por no haber no hay anuncios de coches. De verdad, no los anuncian.
Relojes,
relojes por todos lados. Bolsos, pero no unos cualquiera, de esos no. Los
bolsos son de los que regalan a las alcaldesas. Caros, carísimos.
El
toque tecnológico está presente, no se vayan a pensar que se han quedado
anticuados. Elegantes sí, añosos no.
Unas
páginas la dedican a la moda sport, pero de esa que se utiliza en los yates
kilométricos. Esa ropa hace además juego con un puerto deportivo, que es
obligado en toda revista que se precie. Como también es esencial un campo de
golf.
Visto
lo visto, yo de ahora en adelante voy a coleccionarlas. Las releeré con
fruición e igual se me contagia algo de ese glamour.
No
hay nada como una buena publicidad para alegrarnos la vida.
La publicidad que alegra nuestra existencia by M.Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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