Entre
1970 y 1980 las dictaduras del sur de América unieron esfuerzos para acabar con
todos aquellos que se opusiesen a sus regímenes. Y cuando digo acabar me
refiero a torturar y asesinar. Llegó un momento en que supimos de vuelos de la
muerte, robos de bebés y todo tipo de atrocidades.
Nadie
pudo negar las barbaridades cuando, el 20 de septiembre de 1984, Ernesto
Sábato, el escritor argentino, entregó el informe “Nunca más” de la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas que reflejaba la crueldad vivida en
la dictadura argentina (1976-1983).
El
Informe Sábato, como fue más conocido, recogió en unas 50.000 páginas de documentos
más de 30.000 casos de desapariciones, tortura y ejecuciones.
Lo
sucedido en Argentina formaba parte de una estrategia perfectamente definida y
que abarcó a otros países (Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y en menor
medida Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador) todo ello con la aquiescencia de la
CIA y EEUU.
Es
público que Henry Kissinger, siendo secretario de Estado de Estados Unidos durante
la presidencia de Richard Nixon, fue el autor e ideólogo del Plan Cóndor, que
así se denominó a esta operación de aniquilación y exterminio.
Otro
apunte, en 1976 el general Videla toma el poder en Argentina.
Por
su parte en Perú, el general Francisco Morales Bermúdez convocó una asamblea
constituyente en 1978 para facilitar el retorno de la democracia al país.
Ya
nos podemos hacer una idea del marco político en el que se desenvuelve la trama
de La
pena máxima de Santiago Roncagliolo.
No
menos importante en la novela es el campeonato del mundo de fútbol de 1978,
celebrado en Argentina.
Es
cierto que la sede de ese campeonato se designó en 1966, pero a la FIFA ni le
importó que la Triple A ya estuviese
haciendo de las suyas ni que Videla fuese un sanguinario.
El
fútbol es el fútbol y quien tenga dudas que pregunte a los españoles. De
exterminio y fútbol sabemos algo.
Por
cierto, el mundial lo ganó Argentina y no jugó ni Maradona ni Cruyff.
Ahora
sí, ese es el escenario en que se mueve el protagonista, el asistente de
archivo Félix Chacaltana. Un personaje que a base de coincidencias va
desentrañando una maraña. Todo empezó por intentar descubrir lo que le pasó a
su amigo Joaquín.
Su
credulidad y “legalismo” le impide ver la realidad que le circunda en su Perú
natal. Sabiendo lo que hoy sabemos, Chacaltana me pareció un tonto de capirote.
Pero claro, eso es muy fácil decirlo hoy.
Las
dictaduras fabrican unas buenas
historias y esconden muy bien a sus muertos.
Perú
está a las puertas de celebrar unas elecciones democráticas. Todo es confuso y
más para el desgraciado de Félix. La política de su país le es ajena.
Al
pobre asistente de archivero se le abren los ojos en un viaje relámpago a Buenos
Aires. Allí comprueba los métodos empleados en la Escuela de Mecánica de la
Armada y a partir de ahí, su vida y todos los misterios se resuelven.
Por
cierto, pasar por delante de la ESMA acojona aún hoy.
Chacaltana
es un títere. Su madre lo maneja, su jefe también. Le meten a espía y no se
entera. A Cecilia, su novia, no se atreve ni a darle un beso. En una palabra: de
tan bueno es tonto. Solo se inquieta, de pensamiento por supuesto, ante Susana
Aranda.
En
la trama tiene su puntín un exiliado
republicano español, que no sale muy bien parado.
Los
argentinos son muy malos y crueles, los de la Cóndor, y la selección de fútbol
también. Seis cero le metió en ese campeonato la selección argentina a la
peruana.
La
mezcla de la pasión futbolística con la trama política, de muerte, es lo más
destacado y sirve de descarga al drama. La tragedia es poca explícita y pasa
casi, casi, sin manifestarse. Es algo que subyace, que no necesita más detalle.
Ya sabemos lo que pasó. No es necesario recrearse.
Lo
que me resultó más terrible fue lo del niño. Se queda con los chinos.
El
que quiera saber más que lo lea. Es entretenido y quien desee buscarle tres
pies, le podrá encontrar cuatro.
Las
dictaduras pervierten la vida de los ciudadanos. Asesinan a los discrepantes y
atontan a la sociedad. Y al final, siempre hay un inocente que sale perdiendo.
Muerte y fútbol en La pena máxima by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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