Publicado en La Nueva España el 11 de septiembre de 2014
Tengo
la sensación de que a más crisis más ganas de fiesta. Me explico.
Parecía
que el viejo orden en los pueblos había desaparecido. Los hitos festivos,
relacionados en gran parte con el calendario litúrgico cristiano, se recluyeron
en la memoria de los mayores y de vez en cuando los recordaban con nostalgia.
La
emigración - forzosa en la mayoría de los casos - el envejecimiento de la población y la baja
natalidad contribuyeron a ello.
Eso
creíamos. Pues no, nada más alejado de la realidad.
En
los últimos años, desde hace ocho o diez, han vuelto a resurgir e incluso se
han inventado alguna nueva. Los habitantes
de la zona rural no quieren que su pueblo quede relegado al olvido y
para ello nada mejor que remocicar
las fiestas.
Ya
se sabe que la fiesta supone una ruptura con la rutina y eso se agradece aún
más con la que está cayendo. La realidad de los último años es tan triste y
cabrea tanto, que todo es bueno con tal de olvidarse de tanto desaprensivo que
anda por ahí suelto.
A
lo que iba.
El
calendario festivo es enorme. Concejos como el de Tineo o Cangas del Narcea
están plagados de celebraciones. En algunos casos varios pueblos celebran su
fiesta juntos. El caso es que se vea que siguen ahí y que por un día o dos se
conviertan en el centro de atención.
Esa
es la idea y vaya si lo consiguen.
Siguen
siendo fiestas de prao, pero la
climatología ya no incordia: la mayoría se hacen bajo carpas. Y no pequeñas.
Van desde los 525 metros cuadrados a los 750 y tienen capacidad para acoger entre 500 y más de
1.000 personas. El alquiler para un fin de semana va desde los 800 hasta los
1.500 euros, según el tamaño.
Y
la cuestión es que muchas de ellas se llenan.
Que
nadie se haga una idea equivocada, no son los viejos los que las frecuentan, que también, nada de eso. Los más
jóvenes realizan su peregrinaje de
fiesta en fiesta, no se pierden ni una. Y además bailan.
¡Quién
lo iba a decir! Los pasodobles, y sobre todo la cumbia, barren entre los más
jóvenes.
En
el apartado de la música los acordeonistas, al menos en Tineo y Cangas del
Narcea, son los que se llevan la palma. ¡Menudas giras hacen! Los hay que
superan las 60 actuaciones anuales. Algunos ya han amenizado las noches de
alguna discoteca capitalina.
En
el concejo de Tineo, según me han contado, hay seis acordeonistas, dos
teclistas y dos cantantes. No está mal.
Pero
una fiesta sin comida no es fiesta ni es nada.
Las
comidas en las casas, con familiares y amigos, siguen celebrándose y además en
la mayoría se reparte el bollo.
Aunque eso del bollo es un decir.
Empezaron
con el bollo preñao y ahora ya son
auténticas cenas. Para muestra dos botones.
En
la fiesta de Anzas, Sabadel,Troncedo y Villapro (Tineo) el bollo consistía en:
un bollo preñao de chorizo y bacón, una empanadilla rellena de bonito, una
casadiella rellena de nuez, un postre lácteo y vino, refresco o cerveza.
Esta
fiesta coincidió con la de San Pedro en la villa de Tineo y eso se notó. Se
notó en Tineo, no se crean.
En
la fiesta de la Trashumancia, que se celebrará los días 12, 13 y 14 de
septiembre en la Casa del Puerto (Tineo) ascienden un peldaño: paella, que como
dicen los folletos será “paella a fartar”, con entremeses y postre.
Oigan
¿y saben una cosa? Hay vecinos que invitan, y digo invitan de pagar, a 50, 60,
70 familiares y amigos a ese bollo. Y no estoy exagerando nada, probablemente
me quede corto en más de un caso.
Pues
vaya con los bollos. Hay pueblos que no se andan tampoco con bromas y van
directamente a una parrillada.
¿Y
todo esto como se financia?
Los
vecinos hacen su aportación económica,
por casa, que oscila entre los 70 y 100 euros. Además venden rifas,
vales para esos bollos – hay fiestas
que reparten más de 800 bollos - y las ganancias del bar de la fiesta.
Esto
ha traído consigo que muchas capillas se adecentasen, a los santos se les
quitase el polvo y las procesiones hayan vuelto a recorrer los caminos.
Esto
tampoco nos lo creíamos hace no mucho tiempo. Se ha recuperado la tradición,
pero creo que nada más.
Lo
dicho, las fiestas de los pueblos están vivas, pero qué muy vivas.
Que no decaiga la fiesta by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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