Publicado en La Nueva España el 18 de noviembre de 2016.
Guerras,
desplazados, hambre, muertos y ahora Trump. ¿Qué necesidad hay de bibliotecas
públicas? Estoy seguro que la mayoría de las personas dirán que ninguna. Con
las que tenemos, y para lo que se utilizan, vamos servidos.
No
se crean que exageré demasiado.
Las
encuestas del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) dejan bien clara la
poca querencia de los españoles por la lectura. Y tampoco es ninguna desmesura.
El 36,1 por ciento de la población española no lee libros nunca o casi nunca – este casi tradúzcanlo por nunca -.
Editar
se edita en España la intemerata, leer se lee poco y en ocasiones… ¿Les
recuerdo que un libro firmado por Belén Esteban fue número uno en ventas? ¿O
que ese porno blando de las cincuentas sombras fue el más vendido en 2012 y
2013?
Seamos
sinceros, la lectura no se encuentra entre las necesidades de los españoles. Se
compran pocos libros, en relación a los títulos editados, se leen menos y
además las bibliotecas públicas no se utilizan con la misma intensidad que en
otras democracias de nuestro entorno.
Hay
muchas necesidades sociales en España que urgen cuidado y dotación económica.
Sin duda. Son tan claras esas exigencias que en lo primero que se invirtió, y
se endeudó aún más el país, fue en rescatar a los bancos.
Por
referirme solo a las cosas de la cultura
todos sabemos que, al ser superfluas, es de donde primero se recorta. Podemos,
si quieren, hablar de la educación en todos sus niveles. Bueno, lo dejamos.
Sigamos
con las bibliotecas públicas.
Se
puede vivir sin ellas. Pueden creerme, se puede vivir sin ellas. Es más,
durante muchos años España sobrevivió sin ellas. Las bibliotecas en la
dictadura franquista eran un espacio casi hermético y utilizado por una ínfima
parte de la población. Eso sin hablar de aquellos fondos monolíticos destinados
al adoctrinamiento de los escasos lectores.
Llegó
la democracia y algunos fueron conscientes de que uno de los pilares de las
democracias se encontraba en el acceso a la información, de forma libre,
directa y sin condicionamientos políticos. Pues bien, todo eso lo ofrecían, y
lo siguen haciendo, las bibliotecas públicas.
Con
el transcurso de los años se atemperaron aquellas ideas de excitación del
pensamiento y la capacidad crítica. Se abrió el camino del adoctrinamiento
mediático. No podía ser de otra forma y el acceso al libro se puso cuesta
arriba. Ya no interesan ciudadanos leídos,
todo lo contrario, ahora inquietan.
Para
controlar las veleidades de instrucción ciudadana nada mejor que incrementar
los costes de acceso a la cultura, encarecer y desacreditar la enseñanza
pública y dejar languidecer las bibliotecas públicas.
A
más horas de televisión, más de internet y menos de lectura tendremos más
Trump, más Le Pen y de España no hablo que con la Ley Mordaza me puede caer un paquete.
Se
estarán preguntando – o no - ¿a qué viene todo esto? Muy fácil de explicar. El
pasado sábado, 12 de noviembre, el BOE publicaba la estructura orgánica básica
de los departamentos ministeriales.
De
esa estructura orgánica desapareció la Dirección General de Bellas Artes y
Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas. No es que hasta ahora sirviera
de mucho pero estaba ahí. Estas cosas
ya ni las ponen en los papeles.
Lo
dicho ¿con la que está cayendo a quién le importa?
Es
curioso que desde muchos ámbitos políticos, sobre todo desde la derecha, se
apele a la cultura patria, pero claro, eso se hace desde la más pura demagogia.
A la hora de la verdad ni quieren, ni les interesa, ni saben lo que supone la
cultura para los ciudadanos, para el país y para la democracia.
Sé
de buena tinta que hay cargos públicos que no se acercan a una biblioteca
pública ni por error. Y aún son más los que no leen y ya ni les cuento los que
son capaces de escribir sus maravillosos discursos.
Así
nos va.
P.D.
Dada la devoción hacia el santoral de muchos ministros les recuerdo que “Por
sus frutos, pues, los podréis conocer” (Mateo 7:20).
Más importante que las bibliotecas by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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