En tiempos convulsos y de
desasosiego la novela policíaca dicen que triunfa. Pues será verdad. También
cuentan que ha dejado de ser un género menor, lo cual debe ser cierto a tenor
del número de títulos y sobre todo de ventas.
Es cierto, al menos así lo veo
yo, que en la mayoría de los casos las policíacas han perdido negritud. Los
aspectos sórdidos, sombríos y oscuros de la sociedad y el alma humana se han
edulcorado para no ofender a las almas más sensibles.
Hace unos años la lista de
escritores de novelas policíacas españoles era reducidísima. Muchos ni se
acuerdan de Francisco García Pavón y su detective Plinio. Algunos más, y
entrados en años, recuerdan al gran Manuel Vázquez Montalbán y su detective
gourmet Pepe Carvalho. Francisco González Ledesma o Andreu Martín son más
cercanos, al igual que Eduardo Mendoza con el detective sin nombre.
Hoy la lista ocuparía mucho
espacio y veríamos los nombres de muchas escritoras: Alicia Giménez Barttlet,
Dolores Redondo, Eva García Sáenz de Urturi, Carme Riera, Rosa Ribas, Nieves
Abarca, Susana Hernández o Susana Martín Gijón…
La última de ellas, Susana Martín
Gijón, ha traído al mundo a una nueva detective, Camino Vargas, en su novela Progenie.
La trama se desarrolla en la achicharrada
Sevilla. Un asesinato pone en acción a la detective Vargas y su equipo. Cuando
aparecen otros dos más, con características comunes, las alarmas se disparan.
Lo que parece más o menos evidente no tiene nada que ver con el desenlace. Tras
esos asesinatos y su investigación hay un trasfondo social. La maternidad y
sobre todo los tratamientos de reproducción asistida están en el foco de
atención de la autora y la detective.
Camino Vargas es un personaje que
llega para quedarse y valdrá más que vayamos sabiendo quien es: “Liviana con el
seguimiento de las normas, le cuesta obedecer las órdenes con las que no
comulga y los convencionalismos impuestos por una sociedad de la que se siente
ajena con demasiada frecuencia. Toma sus propias rutas, a menudo con atajos que
la lleven a conseguir su objetivo, todo según su propia idea de la justicia y
de la existencia, tanto en su profesión como en la vida” (página 76).
Su inseguridad en el cargo, en el
que no se encuentra a gusto, la lleva a mostrarse tajante con sus subordinados.
A pesar de ello, no es mala gente. Intenta controlarse pero lleva la
insatisfacción a cuestas.
En las páginas 188-189 se realiza
una disertación sobre el sentido de ser madres y las pesadas cargas que ello
supone para las mujeres. Estas páginas, en función de las creencias y
sentimientos de cada cual, recibirán aplausos o recriminaciones. Teniendo en
cuenta la trayectoria de Susana Martín Gijón no resulta nada extraño.
La inspectora tiene clara su
concepción del mundo: “Nunca deja de sorprenderme la facilidad del capitalismo
para abrazar lo que más le conviene. En este caso, maternidad social y
biológicamente tardía. Y encima lo venderán como un favor que nos hacen a las
mujeres” (página 289).
El compromiso militante es
patente a lo largo de la novela: “Ese es el verdadero don de Nerea: no un
cuerpo explosivo, ni una cara bonita, ni siquiera su inteligencia. Es la
capacidad de irradiar luz, de hacer que uno quiera permanecer a su lado, como
si la felicidad residiera justo ahí” (página 354).
Para comprobar esto y más tendrán
que leer Progenie. El final me
resultó un poco exagerado, pero igual es por mi desconocimiento. Es una
policíaca entretenida que cuenta cosas.
En su biblioteca pública o
librería preferida la podrán encontrar. Buena lectura para estos días de
verano.
Camino Vargas, una nueva inspectora by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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