23 abr 2024

¿Sagrados o malditos?


La Nueva España 23 de abril 2024

  

  Hubo un tiempo en el que fueron condenados por peligrosos ya que introducían en la mente ideas pecaminosas. No había nada más peligroso que leer libros. Los más recalcitrantes podían acabar locos. Para otros, en cambio, tenían un carácter sagrado, especialmente los de carácter profético. Estos, en su afán purificador, condenaban a la hoguera al resto por competencia peligrosa y desleal.
  Puede parecer que me estoy refiriendo a épocas muy remotas, pues no tanto. Hoy tenemos demasiados ejemplos en los que hay títulos que se proscriben por indecorosos, impúdicos o amorales. Y no estoy hablando, que también, de Estados, si no de individuos o grupos sociales que se han convertido en los nuevos censores e inquisidores. Es lo que se ha denominado la cultura de la cancelación. Todos conocemos ejemplos de lo que está sucediendo en Estados Unidos y que se está extendiendo por el resto del mundo. Grupos de personas están imponiendo la retirada de libros o modificación de determinadas partes que les resultan ofensivos. Da igual que sea una obra maestra de la literatura universal, en su necedad consideran que están legitimados para censurar e imponer su criterio moral, estético o lo que les de la gana.
  Los libros, a pesar de las apariencias, no son tan venerados como parece, en caso contrario habría muchos más lectores. En el caso de España, por mucho que se edulcoren las cifras, el número de lectores es bajo. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2023 el 35,9 % de los consultados afirmó no leer nunca o casi nunca. Por lo que respecta a la frecuencia con la que leen reúnen en el mismo saco a los que lo hacen a diario con los que lo hacen semanalmente y estiman que son un 52 % de los encuestados. Seamos sinceros, quienes leen una vez a la semana o al trimestre no se pueden considerar lectores. Los lectores leen a diario, y no me refiero a los titulares de un periódico o en Facebook.
  Reconozco que consideré, en mi infancia y juventud, a los libros como algo no sagrado pero que me infundía mucho respeto, tal vez la falta de ellos en casa me produjo ese sentimiento. Con ellos he construido gran parte de mi vida y han rellenado enormes lagunas de ignorancia, lo siguen haciendo. En muchas ocasiones regreso a casa para encontrarme con ese amigo que me espera y sé que no me defraudará. Me han proporcionado miles de horas de felicidad, colmando  horas de soledad placentera de hijo único.
  Entrado en años mi amor y pasión por ellos no ha disminuido y, sin embargo, los «maltrato». Subrayo, hago comentarios en sus páginas y llego al colmo de la barbarie doblando esquinas. No me siento mal por ello. Es una manera de reforzar los pensamientos y sensaciones que me provoca la lectura. No siempre lo hago, cuando surge no me refreno.
  No otorgo a la lectura un poder salvífico. Tras grandes lectores se pueden esconder las personas más abyectas. Los libros no son ni sagrados ni malditos, son la gran creación de los seres humanos.

                                             


                                         

 

 

 

 

 

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