Grandes escritores, cuando llegan a edad
avanzada, siguen siendo prolíficos en su producción literaria, otros, por el
contrario, parecen haber agotado su inspiración y no por ello dejan de escribir
bien. La edad pesa y en ocasiones con sobr evivir es suficiente.
El trabajo intelectual supone un gran
esfuerzo mental y físico. Un creador no tiene tregua. No todos llegan a la
vejez con la suficiente energía como para seguir escribiendo con la intensidad,
la creatividad y originalidad que les caracteriza. Eso no significa que hayan
perdido el talento, pero les falta algo.
Una escritora o escritor no siempre crea
obras con la misma calidad y no por ello dejan de ser grandes autoras o
autores. Los hay que por una sola obra están en la historia de la literatura,
estoy pensando en Juan Rulfo y su obra Pedro Páramo o Salinger y El
guardián entre el centeno.
Por el contrario, hay quienes siguen
publicando y los lectores vemos como han perdido chispa. Al menos eso me
parece a mí. Sigo comprando y leyendo sus libros y añoro aquello que tanto me
gustaba en ellos. Son autores consagrados que venden mucho y las editoriales
les empujan a continuar, son un gran negocio. Probablemente hay quienes siguen publicando con afán de ganar más dinero, y no digo que no sea
lícito. Digo lícito en el sentido de justo y permitido, pero me produce un poco
de tristeza que en algunos casos no tienen la «calidad debida», otra de las
acepciones que le da el diccionario de la RAE al término lícito.
No voy a dar nombres, eso es cosa de cada
lector, y sin embargo voy a hablarles de un libro y un autor. Me refiero a Le
dedico mi silencio de Mario Vargas Llosa. Ahí es nada. No me atreveré a
poner en duda la calidad de este premio Nobel, digo que esta novela-ensayo no
tiene para mí el gancho de otras obras suyas. Según el autor ya solo le queda
por escribir un ensayo sobre Sartre, que será lo último. Es una apreciación
personal y habrá algún vargasllosiano al que le parezca una barbaridad. A un
lector no se le puede pedir fidelidad absoluta por muy premio Nobel que sea.
Por cierto, el título, Le dedico mi
silencio, me parece malo. Entre gente del cotilleo dicen que ese título
está dedicado a una mujer con la que tuvo una relación. Me da igual, no me
gusta.
El libro cabalga entre la ficción y el
ensayo. Se desarrolla en el Perú natal de Vargas Llosa. Les recuerdo que además
de la peruana tiene la nacionalidad española y la dominicana.
Cuenta la historia de Lalo Molfino, un
virtuoso de la guitarra que maravilló a Toño Azpilcueta, estudioso de la música
criolla. Tal fue el impacto que Azpilcueta decide escribir un libro sobre él.
Tiene suerte y un amigo le prestará dinero para cumplir su sueño. Azpilcueta
llevado por su ofuscación abandona el trabajo que le proporcionaba unos mínimos
ingresos y carga todo el sustento familiar en manos de su esposa. Es un
mantenido que no ama a su mujer. Está obsesionado con la cantante Cecilia
Barraza.
La suerte no parece abandonarle ya que
encuentra un editor que quiere publicarselo, y lo hace. Su aspiración parece
cumplirse ya que el libro se vende muy bien pero la fastidia. Según avanza en su investigación va
convirtiendo el libro en algo más. La historia de un músico se va convirtiendo
en una historia de la música criolla, la música popular peruana, más adelante,
llevado por una pasión irrefrenable y un desvarío utópico, quiere transmitir a
los peruanos que la música criolla no es sólo una seña de identidad si no que
puede convertirse en el elemento que transforme
la sociedad y acabe con los males que sufre el país. Esa idea le llevará
a introducir cada vez más información y opiniones en las siguientes reediciones
que nunca le satisfacen del todo. Su desaforada obsesión le lleva a convertirse
en un paranoico.
Esta es a grandes rasgos la parte de ficción,
hay otra que es ensayo. Así Mario Vargas Llosa hace un repaso de los estilos
populares de música dando gran relevancia a los valses peruanos. Introduce los
nombres de muchos intérpretes, compositores así como músicos. Entre todos
destaca Chabuca Granda, que adquirió fama internacional.
El personaje busca un sueño que va más allá
de la música y se acaba pareciendo más a un profeta que augura un futuro ideal
para su país. El resultado fue… No sé, tal vez Vargas Llosa al escribir esta
novela estuviese pensando en su etapa como candidato a la presidencia del Perú
allá por 1990, perdió ante Alberto Fujimori.
La trama se desarrolla en los momentos en que
el grupo terrorista Sendero Luminoso estaba activo. Fundado en 1970 realizó
infinidad de atentados y causaron la muerte de miles de peruanos. Su actividad
terrorista casi desapareció a partir de 1992, cuando su líder, Abismael Guzmán,
fue detenido.
Como curiosidad, cualquier lector lo podrá
comprobar, Vargas Llosa se refiere muchas veces a lo largo de la novela a la
«huachafería», llegando a explicar este término con gran detalle, así lo hace
desde la página 205 a la 212. La RAE (Real Academia Española) ventila el
término diciendo que significa cursilería en Perú. El autor va más allá y dice
: «… y no es la réplica ridícula de la elegancia y el refinamiento, sino una
forma propia y distinta, peruana, de ser refinado y elegante» (pág. 207). ¿Les recomiendo Le dedico mi silencio?
Claro que sí. Vargas Llosa es de esos autores que siempre leo.
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