Publicado en La Nueva España el 27 de enero de 2015
Cuando uno quiere conocer un
pueblo, una ciudad, no hay nada como meter las manos en los bolsillos y
caminar. El sosiego del andar nos permite contemplar, y deleitarnos con el
paisaje urbano.
La obra del hombre al construir
su morada es un arte, aunque algunos se hayan empeñado en la desmesura y en
abandonar cualquier lógica antropométrica de la arquitectura.
A nuestro alrededor quedan
vestigios que nos reconcilian con la racionalidad, la utilidad y la armonía.
La villa de Tineo es un ejemplo de
cómo puede pasar desapercibida la parte más destacable, según mi parecer, incluso
para sus propios habitantes.
Cualquier viajero que entre en
Tineo desde Oviedo en coche, a poco que se despiste, habrá salido del pueblo.
Solo apreciará que se trata de un
pueblo-calle más.
Sí llega hasta la plaza del
Ayuntamiento y se para, podrá ver las magníficas vista que hay desde el Paseo y además apreciar la belleza del
Palacio de Merás, hoy convertido en Hotel-Restaurante, y uno de los palacios
urbanos más bellos de Asturias, como dijo el profesor Germán Ramallo.
Una casa solitaria y derruida en
parte, llamará la atención de los viajeros y no le darán demasiada importancia.
Es una casa de los años veinte. En frente de ella se alza un pequeño monumento
dedicado a José Maldonado, quien fuera alcalde de Tineo y último presidente de
la República en el exilio. La casa pertenecía a su familia. En 1939 fue
incautada por las tropas franquistas y sirvió como cuartel de las tropas. Más
adelante sería también Cuartel de la Guardia Civil. Todo un símbolo.
Desde el propio Paseo contemplará el barrio de El Viso,
El Pascón o el Recinto Ferial de Santa Teresa. A su espalda quedará la sierra
de Tineo, que apenas vislumbrará, con los antiestéticos molinos de viento.
El viajero se subirá al coche y
podrá decir: “Tineo tiene unas vistas preciosas”. Se irá con la tranquilidad de
haber conocido otro pueblo.
Nada más alejado de la realidad.
En ese caso, habrá visto un
pueblo que ofrece un atractivo, sus vistas, y un mobiliario urbano igual que el
de otros muchos lugares (el centralismo capitalino se encargó – vía
consejerías- de uniformizar los pueblos con el mismo mobiliario urbano y las
mismas baldosas)
Por favor, si ustedes se acercan
a Tineo aparquen el coche y desde la plaza del Ayuntamiento, además de recorrer
el Paseo, bajen a Fondos de Villa
descendiendo la calle que pasa por delante del Palacio de Merás y creerán que
están en otro lugar. Es un pequeño trayecto en el que las casas tradicionales,
algún hórreo y un lavadero están presentes.
Del antiguo castillo, no queda
nada reseñable.
Tendrán que volver a subir, no
hay prisa, hasta la plaza del Ayuntamiento. El esfuerzo no es mucho.
Suban por la calle Mayor y se
estarán dirigiendo hacia Picos de Villa. Aunque la calle es empinada, el
recorrido no será muy largo pero si intenso. De vez en cuando miren hacia las
fachadas y podrán ver algún escudo.
No, no verán una retahíla de
escudos nobiliarios, casonas y palacios. No les importará. Métanse por las callejuelas que van
encontrando a los lados de la calle Mayor. No se perderán.
De pronto se encontrarán con un pueblo asturiano dentro
de la villa, el origen de Tineo. Calles estrechas, hórreos, paneras, casas
tradicionales.
Aunque no se aprecia desde el
exterior, en el número 21 de la calle Mayor, se conservan los restos de una
antigua iglesia reconvertida en teatro, que en los últimos años alojó las
oficinas de Hidroeléctrica del Cantábrico. En su fachada posterior se conservan
dos contrafuertes testigos de aquel pasado. En el interior, no visitable, se
preserva una bóveda de medio cañón, con restos de pinturas.
Solo unos pasos más arriba, a la
derecha, una pequeña calle les guiará al encuentro de cuatro hórreos. Un
conjunto que nos llevará a otros tiempos y otros lugares. Nadie se espera que
en la capital se puedan apreciar estas joyas de la arquitectura tradicional
asturiana. Ahí están, esperando que ustedes los visiten.
Vuelvan sobre sus pasos y un poco
más arriba verán el Palacio de los García de Tineo, hoy Biblioteca y Casa de
Cultura (siglo XIV), que en su parte posterior tiene una torre redonda, que
según estiman es anterior a la propia casa.
Allí mismo se encuentra la
iglesia de San Pedro, antiguo convento de los franciscanos, en el que sobresale
las puertas de madera de la entrada. Cada una de ellas está hecha de una sola
pieza, lo que da idea de las dimensiones del árbol del cual fueron sacadas.
En un feo añadido de la fachada,
de los años 50 del siglo pasado, se esconde
un pequeño tesoro: el Museo de Arte Sacro.
Llegados a este punto, si ustedes
planean el viaje con tiempo, soliciten una visita en el Museo Parroquial. No
les importe si son ustedes religiosos o no, merece la pena una visita.
Además de orfebrería, vestimenta
y libros litúrgicos, pondrán ver magníficas tallas religiosas desde el siglo
XII en adelante.
Al lado de Iglesia verán un gran
edificio. Se trata del Palacio de la Audiencia, construido a fines del siglo
XIX.
Después caminen, no es mucho el
recorrido.
Calles estrechas, alguna muy
estrecha que no se le puede dar tal nombre, nos sorprenderán. En más de una
veremos unas protuberancias que sobresalen de las fachadas de las casas, son
los antiguos hornos de leña en desuso, vestigio de un tiempo en que las comidas
se hacían a un ritmo lento.
Acabarán, seguro, en la Plaza del Lavadero. Un lugar coqueto
donde los haya. Allí celebran los vecinos la fiesta de San Antonio.
Igual, hasta por un momento,
tienen que pararse a pensar donde están. Ese es otro Tineo.
Si se fijan, que seguro que lo hacen,
verán como más de una casa se asienta directamente sobre la roca, no les hacía
falta otra cimentación.
Algunas casas son un único
edificio que contenía la vivienda, la cuadra y servía de almacén. Otras tienen
corredores, que tradicionalmente se usaron para el secado de maíz. De una o de
dos plantas. Más grandes o más pequeñas pero todas con ese sabor de lo
asturiano.
Los moradores de estos barrios lo
son de toda la vida. Su vida diaria se parece más a la de antaño que a la que
se desarrolla doscientos metros más abajo.
Después de deambular por todo
Picos de Villa pueden continuar por el denominado Paseo de los Frailes, desde
donde tendrán otras magníficas vistas.
Cuando se den cuenta se darán de bruces
con la capilla de San Roque y el Campo del mismo nombre, lugar de esparcimiento
de la villa y de celebración de las fiestas más importantes del concejo.
Todo esto no les llevará mucho
tiempo, no se cansarán y entonces sí podrán decir que han estado en Tineo.
Otra forma de ver la villa de Tineo by Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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