Publicado en La Nueva España el 11 de noviembre de 2017
“Las
proteínas son más fáciles de entender que los humanos”. Pues no tengo
argumentos, ni conocimientos, para afirmar o negar una opinión tan categórica.
Aunque bien pensado las personas sí que somos difíciles de entender.
Me
lo dice quien sabe mucho de proteínas, Isaac Tamargo Gómez (1994). Lo nacieron
en Suiza, donde trabajaban sus padres, pero a los dos meses ya estaba en Tineo.
Hacía
tiempo que no lo veía. Quedamos para tomar una cerveza y charlar. Tras los
saludos vislumbro como es Isaac: “La curiosidad es una de las cualidades de las
personas”. Toda una declaración de principios.
Isaac
Tamargo realizó sus estudios en el colegio Verdeamor, el IES Concejo de Tineo y
la Universidad de Oviedo.
Todavía
no lo he dicho, es biólogo y ha realizado un máster de biomedicina y oncología
molecular. En la actualidad está realizando su tesis doctoral y trabaja en los
laboratorios de Carlos López Otín (Departamento de Bioquímica y Biología
Molecular de la Universidad de Oviedo) y de Guillermo Mariño García, en el laboratorio
de Autofagia y Metabolismo del FINBA (Fundación para la Investigación e
Innovación Biosanitaria de Asturias). Es becario compartido por ambos
investigadores y los dos dirigen su tesis que trata de los procesos de autofagia,
cáncer y envejecimiento. Para la realización de la tesis recibió una beca de
retención de talentos puesto que tiene uno de los mejores expedientes
académicos de Asturias.
Todos
conocemos a Carlos López Otín y sabemos que es uno de los investigadores más
importantes sobre el cáncer, no me
resisto a preguntarle por él. “Me cambió la vida. Me dio clase en segundo y me
puse las pilas. Es un científico reconocido a nivel mundial pero es humilde. Es
muy cercano, ayuda a todo el mundo y se preocupa por los alumnos”.
Habla
con respeto y admiración de Otín y de Guillermo Mariño.
Refiriéndose
a los “Otines” (discípulos de López Otín), recalca que entre ellos no son
competitivos, son un equipo en el que no todos van en la misma dirección pero
se ayudan.
La
conversación sigue por el camino de la investigación.
Su
trabajo no está sujeto a horarios. “La investigación no dura ocho horas,
siempre le das vueltas a las cosas”. En su caso llega al extremo de tener una
libreta, negra por más señas, al lado de la cama ya que muchas noches la
necesita para anotar lo que se le ocurre.
Esto
sí que es llevarse el trabajo para casa.
“Me
gustan los retos, no sólo como investigador sino también cómo persona”. Las
convicciones están claras. Tan claro que investiga “para ayudar a la gente, no
trabajo para hacerme rico”.
Las
inversiones en investigación en la Universidad de Oviedo, en España, no son
equiparables a otras universidades y países. “Trabajamos mucho y muy bien pero
no podemos ser competitivos con otros laboratorios. Esas deficiencias, las
económicas, las suplimos con esfuerzo”.
Está
visto que la existencia de investigadores en España es fruto del esfuerzo
individual y no de una planificación. ¡Seguimos infravalorando su importancia!
El
tiempo pasa y la charla se alarga gratamente.
“Cada
persona tiene que buscar su motivación, por eso unos llegan y otros no. Si te
falta motivación al final no llegas”. ¿Y a ti dónde te gustaría llegar? No
necesita pensarlo: “a cronificar el cáncer, hacer del cáncer una enfermedad
común”. Así sea.
Abunda
un poco más en la explicación: “Lo que me parece difícil de creer es que estemos
vivos. Células que se mueren, genes que se transcriben… somos más complejos de
lo que parecemos. Al vivir más años tenemos más tiempo para generar algún tipo
de cáncer”.
Está
visto que el tiempo mata.
Isaac
Tamargo cree que las líneas de investigación sobre el cáncer tienen que ir
hacia la búsqueda de tratamientos que sustituyan, por ejemplo, a la
quimioterapia. Insiste en que no se trata de frenar el envejecimiento: “no
queremos llegar a la inmortalidad, queremos que la población viva mejor”.
La
investigación le apasiona, aunque también está cargada de frustraciones. Eso
sí, se rehace rápidamente. No se permite el desánimo. “Cuando saco adelante una
investigación la satisfacción es muy intensa”.
A
lo largo de la conversación intenta explicarme varios conceptos de forma muy
pedagógica. Le pido que lo deje, soy caso perdido. Lo que para él es sencillo
resulta muy complejo para mí. Me pide mi libreta e intenta ser aún más
esclarecedor para que entienda el ADN. Escribe con una letra pequeñita y
apretada. ¿De tanto estudiar lo minúsculo – pero muy importante - le habrá
encogido la letra?
De
cara al futuro desea poder seguir estudiando con otras “mentes potentes”
durante una temporada fuera de España y luego volver. Con el tiempo quiere dar
clases y seguir investigando en su propio laboratorio con sus líneas de
investigación.
Isaac
demuestra gran sensibilidad y preocupación por los demás. Sus padres también
están muy presentes. Agradece a su padre el haberle despertado su curiosidad
por las cosas.
Y
sí, tiene tiempo para el ocio. Sale con su novia y amigos, lee el periódico
todos los días para estar informado y no perdona un periódico deportivo. Le
gustan los cómics, los manga y Mortadelo y Filemón – aquí coincidimos-. Gustos
variados.
Me
recuerda que en la biblioteca de Tineo se fraguó parte de su expediente.
Hablamos
de la enseñanza y se muestra defensor de la pública, que tan buenos resultados
ha dado en su caso.
Pero
esta aproximación a Isaac Tamargo estaría incompleta si no mencionase su gran
afición: el futbolín. Cómo lo oyen. Es tal su pasión por el futbolín que se
dedica a él profesionalmente. Y no lo debe hacer mal ni mucho menos. El año
pasado quedó en cuarta posición en el campeonato de España. Ahí es nada.
Les
confieso que cuando me lo dijo solté una enorme carcajada. Ni en un millón de
años me lo podría figurar.
Fue
un reencuentro muy grato. Me gustó escucharle con tanto convencimiento y
pasión.
Al
despedirnos me dijo: “Aunque nos separa la edad y seguramente muchas cosas hay
algo que nos une: Mortadelo y Filemón”.
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Muy buenos Mortadelo y Filemón....
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