La política es imprescindible para
convivir, y me refiero en democracia. En regímenes dictatoriales, autoritarios
o totalitarios el poder reside en una persona o grupos sociales determinados
sin participación ciudadana con escasa o nula posibilidad de crítica al poder.
Las democracias liberales, como la nuestra, no son perfectas, pero sin duda son
la mejor forma de gobierno que conocemos.
En la actualidad el descrédito de la
política, especialmente de los políticos, ha sido clave para la presencia
creciente de los partidos de extrema derecha en la sociedad y las
instituciones. Las ilusiones y expectativas creadas y no cumplidas por la
Transición, por ejemplo en España, fueron el primer detonante de las
deserciones ciudadanas de la política. El paso del tiempo no mejoró esa imagen
y la crisis del 2007-2008 solo hizo que incrementarla de forma notable. Hoy es
tal la animadversión ciudadana hacia lo políticos que son aceptados antes los
bulos y mentiras que las informaciones verídicas y datos reales.
La presencia de la extrema derecha en la vida
política - y social, no se nos olvide – se hizo notar en los años finales del
siglo XX. Nunca se fueron, pero a partir de ahí se hicieron fuertes y han
avanzado tanto en resultados electorales como en apoyo a sus proclamas.
El primer mandato de Trump fue un estímulo
para esos grupos radicales, el segundo advenimiento del presidente
estadounidense ha sido la guinda del pastel extremista. Esto es así, el propio
Trump deja bien claras cuales son sus preferencias electorales en el mundo,
todas de extrema derecha, pero no debemos olvidarnos de otro actor: Putin. Está
demostrada la injerencia de Putin en los comicios europeos e incluso en los de
Estados Unidos. Siempre escorado a la extrema derecha, por supuesto.
Aquí hago un inciso. Me resulta curioso que
personas, y partidos políticos, de izquierda, de más a la izquierda, sean tan
benevolentes con Putin. Sus querencias por la Rusia soviética parece que han
transmutado a la Rusia de Putin sin un ápice de crítica. Ni siquiera con
respecto a la guerra que se montó contra Ucrania ha sido motivo de reproches,
cuando los hacen es con la boca pequeña. ¡Allá ellos y sus nostalgias!
Las derechas se han ido escorando hacia
postulados de los extremistas. Elección tras elección han comprobado como la
extrema derecha les ha ido comiendo terreno y solo han sido capaces de
apuntarse a gran parte de su programa. Así las derechas, española y europeas,
se han adentrado en el proceloso camino de la inmigración, solo para criticar
no para dar soluciones, o en el tema recurrente entre ellos del aborto, los
impuestos, más de lo mismo, y demás temas de siempre, pero elevando el tono con
un lenguaje faltón, plagado de insultos donde las mentiras y bulos conforman su
argumentario.
La izquierda, la socialdemocracia, sigue
noqueada y no sabe como hacer frente a esa avalancha que cada día que pasa gana
más adeptos entre los ciudadanos. ¿Motivos? Seguro que son muchos, tantos como
personas, pero lo que parece evidente es que los desengaños y la carencia de
soluciones democráticas a los problemas reales han creado esa desafección
ciudadana. Eso unido a la falta de un relato que se contraponga al de la
derecha extrema y la extrema derecha están arrinconando a los partidos de
izquierda. Y ese no es el verdadero problema, lo peor es que están calando en
la sociedad conductas, comportamientos e ideas antidemocráticas. El machismo,
la xenofobia, racismo, homofobia cada día está más presente, para desgracia de
todos, en nuestra sociedad que se está volviendo intransigente, desconfiada y
cada vez más individualista.
Ayer, 18 de mayo, hubo elecciones en tres
países de la Unión Europea, Polonia, Portugal y Rumanía. En los tres la extrema
derecha obtuvo unos buenos, muy buenos resultados, poniendo en serios aprietos
a los partidos de la derecha y a los socialistas. Los ciudadanos les han
«comprado» esos discursos que tanto se parecen y que tienen entre sus diatriba
principales la inmigración como causante de los males que nos aquejan.
Trump, Musk y Putin, entre otros de su ralea,
influyen a través de las redes sociales haciendo circular bulos y mentiras
descaradas. Sus campañas mediáticas son tan apabullantes que a los más críticos
nos hacen dudar en ocasiones y a los más ingenuos les convencen. Luego están
esos conspiranóicos, descerebrados y malas personas carentes de humanidad que
se encargan de echar más gasolina a las barbaridades que esos popes propagan.
Resulta doloroso comprobar como muchos,
muchísimos jóvenes, dan por buenas las dictaduras, ellos que tienen plena
libertad de opinión o desplazamientos, que nunca han vivido, afortunadamente
para ellos, en una dictadura y ahora se creen esa descomunal mentira de que en
una democracia se vive mejor o que el racismo y machismo en natural y no una
aberración por carecer de empatía y humanidad.
Estamos viviendo unos momentos jodidos por
culpa de la extrema derecha y
sus fobias mortales y por todos aquellos partidos y personas que de una u otra
manera les limpian y justifican, aunque sea en una mínima parte. Europa, el
mundo tendría que recordar, saber, que la intransigencia de los antecesores de
la extrema derecha de hoy fueron los responsables de guerras, asesinatos
masivos y de odios que perviven por generaciones.
Llegados a este punto, esos extremistas me
recordarán a la Rusia de Stalin, la China de Mao, los jemeres rojos de Camboya,
la Cuba de Fidel o la Venezuela de Maduro y Chaves. Pues vale, pero aquí estoy
a lo que estoy: la extrema derecha, causante de las mayores atrocidades
realizadas por seres humanos contra otros seres humanos. La máxima expresión
del horror fueron los nazis y hoy hay quienes tienen a Hitler… ¡hay que ser
ignorantes y despiadados!
Los demócratas tenemos que hacerles frente,
pero los dirigentes tienen que utilizar todos los recursos de las democracias
para frenarlos y desterrarlos de la sociedad. En Alemania han dado un paso muy
importante ilegalizando al grupo neonazi Hammerskins y a la asociación
Artgemeinschaft. Ese es el camino. Y los partidos de derechas tienen que dejar
de pactar con ellos, y esto va para el PP. Mientras sigan apoyándose en ellos
más crecerán y a la larga el PP perderá más apoyos y lo que es peor, dañaran la
convivencia y la paz social.
Quienes justifican, apoyan o difunden el
«ideario» de la extrema derecha son culpables, colaboracionistas que merecen
nuestro reproche y con los que debemos confrontar desde los principios
democráticos.
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