Me apetece un café. Hay poca gente y está bien ventilado. Entro. En una mesa un señor mayor. Al lado contrario una chica y un chico charlan. Luego están ellas y yo. Pido el café y algo para mojar en él. No puedo evitar escucharlas.
Una de ellas va embozada, la otra no. Se nota que la charleta viene de largo. La de cara descubierta va muy arreglada y habla muy fisno. La conversación es apasionada sin levantar demasiado la voz y las escucho bastante bien.
La desembozada cuenta que habló con alguien de Madrid y le comentó que los militares están muy enfadados por la situación. La otra asiente. Según le va diciendo eleva un poco el tono y gesticula con más vehemencia. La oyente sigue cabeceando. Voy a dar un sorbo y freno en seco cuando escucho decir que ya va siendo hora de que los militares hagan algo. No puedo resistirlo y miro hacia ellas. La embozada se da cuenta y miro al infinito.
Es una frase recurrente entre aquellos que no les gusta lo que hacen los otros cuando los suyos no gobiernan. He quedado calvo del todo. Dicho de otro modo, es lo que desean las gentes muy de derechas o extrema derecha cuando ellos no cortan el bacalao.
No es nada nuevo. Cuando Aznar quería llegar a la Moncloa sí o sí ya se oían estas cosas. El encabronamiento social de aquellos años fue morrocotudo. Los instigadores fueron los mismos que ahora, incluso Josemari sigue en la brecha. Sus herederos son aún más belicosos a la par que ignorantes y estúpidos. Solo hay ver que a Díaz Ayuso, el ariete del masterizado Casado. Imaginemos cómo debe ser Álvarez de Toledo para tener que echarla.
Ambas las dos van cogiendo carrerilla y le toca el turno al enemigo de España y de dios. Pues sí, al Coletas. Se les atraganta su nombre. Ahí se descorcharon. Que si corrupción, chalet, guardaespaldas… Todo muy bien, pero el tono era de odio, nada comparado con el que utilizaron para Sánchez, que ya es decir.
A esas gentes no les basta con una dura crítica, cuando insultan lo hacen con tal desprecio que rechinan los dientes. Me dan miedo. No hay crudeza o ironía, sólo odio. Con el paso del tiempo van afinando sus estrategias. Los líderes de la derecha – el PP, Ciudadanos tiene, en general, otro estilo - o la extrema derecha maquinan los males que nos aquejan, sus voceros mediáticos los esparcen y llegan a sus consumidores que los devoran con fruición. Cuando lo tienen digerido ya no hay nada que hacer. Da igual lo que se les diga, incluso con demostraciones contrastables, ellos no se bajan de la burra.
Ahí tenemos el ejemplo de los pisos ocupados. Da igual que lo digan jueces con todos los datos en las manos, la policía o el Papa, ellos erre que erre. No les hacen ascos a los bulos para derrotar y humillar al enemigo. No hay adversarios, hay enemigos y a esos se les aniquila.
Personajes como Álvarez de Toledo, Díaz Ayuso, Casado, Miguel Ángel Rodríguez, García Egea, Rafael Hernando, Aznar, etc., etc. son perfectos ejemplos de la manipulación frentista y eso ya es bastante jodido, aunque lo es más que tengan tantos hooligans.
Entre sus huestes, las del PP y la extrema derecha, podemos encontrar fanáticos de Hazte Oír o de grupúsculos nazis, no les importa. Se han convertido, por arte de la estupidez, en defensores de la libertad, de la democracia. Hay pocas ofensas mayores a la inteligencia que esa mentira.
Si alguna de esas gentes me leyera, no lo hacen por norma, me estarán tachando de intransigente y quien sabe si de bolivariano o comunista. No voy a darles explicaciones, sólo una puntualización, yo no utilizaría la violencia o el ejército contra mis adversarios ideológicos.
Aquellas mujeres siguieron por otros derroteros, pero igualmente se sentían agraviadas: empezaron a hablar de médicos. No rebajaron el tono. Con el fin de que no se me cortara la digestión pagué y me fui.
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