5 feb 2022

Soy un tipo ácido



  Hoy va de confesiones: soy un tipo ácido. No es que lo diga yo, que debería ser suficiente, me lo han dicho con toda la razón.
  ¿Me tengo qué preocupar? Pues va a ser que no.
  En este mundo de posverdades apocalípticas, de frases y actitudes constreñidas por la estupidez de lo políticamente correcto, manifestar pensamientos, creencias, o la ideología - sí, la ideología, eso que dicen no tener y todo el mundo tiene -  de manera irónica e incluso un poco, no demasiado, ácida supone que te despellejen una parte de los ciudadanos. Eso sí, siempre que lo hagas en público y en mí caso me lean. Lo harán por turnos, dependiendo del objeto de la ironía o crítica.
  Generalizando hay gentes que piden explicaciones por todo, pero les importan un pepino. Resulta una pérdida de tiempo, no las leen o no las escuchan. Da igual la solvencia intelectual o científica de las pruebas que se muestren, no se bajan del burro. A esa falta de comprensión, sobre todo lectora, se suma la incapacidad para entender la ironía como recurso expresivo y la crítica como derecho ciudadano.
  Ah, pero a todo esto le falta un ingrediente: las redes sociales. En ellas hasta el más tonto hace calceta. Nos encontramos con personal muy inteligente, ameno y pedagógico, con enormes conocimientos que tienen que soportar a tontos del culo. Algunos con infinita paciencia los intentan desasnar, no se dejan.
  Ahí tenemos los ingredientes necesarios para que se de la tormenta perfecta. Bulos, populismo, individualismo extremo, pervierten la vida social y política. Se aprovechan de ello para convertirnos en peleles y aquellos que no comulgan con carros y carretas son tipos raros, cargados de vayan ustedes a saber que males o rencores. ¡Sólo los dioses lo saben!
  Y claro, estamos los ácidos, los críticos. Estos somos malos, pero malos de lo peor. No encajamos. Repartimos con alegría a unos y a otros, incluso cuando hemos estado enmarcados. No somos fiables.
  Algunos somos de siempre una mosca cojonera, nada dóciles y dados a decir a la cara lo que pensamos – eso sí, con silencios clamorosos cuando la buena educación lo exigía y era mejor guardar silencio - esos somos los peores.
  La acidez venía de serie y la pandemia la alimenta. ¡Madre mía, lo que estamos viendo! Tipos que no hay por donde cogerlos, negacionistas, rompe huevos descerebrados que se pasan la ciencia por el forro o se acogen a argumentos tan absurdos que provocan dolor de estómago. Con esos elementos no se puede perder el tiempo. Las redes sociales están plagadas de ellos. Lo jodido viene cuando ves entre sus filas a tus vecinos o conocidos, y no hablemos sí son familiares. Algunos de ellos pierden esa seguridad cuando discuten cara a cara.
  Un inciso aclaratorio. Cuando se utiliza el término discutir muchos se llevan las manos a la cabeza y retroceden pensando que la cosa va a acabar a hostias. Pues no. El diccionario de la RAE lo define como «Dicho de dos o más personas: examinar atenta y particularmente una materia», eso en su primera acepción. En la segunda «Contender y alegar razones contra el parecer de alguien». Aclarado queda. No tengan problema en discutir, pero recuerden que hay que razonar.
  Sigo con otra de las consecuencias de la pandemia. Ha sido capaz de desarrollar la estupidez hasta niveles impensables hace dos años. Es otra epidemia súper contagiosa. Desgraciadamente la capacidad crítica no se ha incrementado a un nivel similar. De momento estupidez cien, crítica cinco.
  Lo tengo jodido, y el problema es que con el paso de los años la cosa va a más. Afortunadamente no soy único. Hay muchos y sobre todo más cualificados. Espero seguir aprendiendo de esos.
  Les voy a contar un sucedido, cómo dicen Buenafuente y Romero. Hace una temporadina – vamos, hace poco tiempo – un político local me recriminó algunas de mis opiniones. Tiene todo el derecho, faltaría más. Eso sí, se refería a mis críticas hacia su partido. En cambio cuando me habló de las que hice al alcalde le parecieron suaves. Es más, me reprendió por no darle más caña.
  La equidistancia está mal vista. Que nadie se equivoque, equidistancia no significa no tener criterio, es no ser partidista, ya no lo soy desde hace muchos años.
  En fin, soy ácido y crítico, no pido perdón por ello. Saben lo que les digo, pienso seguir siéndolo. A quienes les parezca mal lo tienen muy fácil, no me lean. Tan fácil. No pierdan el tiempo en ello.
  Ahora si me perdonan, voy a tomar un Almax y ver si encuentro plaza en algún balneario para relajarme… el cuerpo que no el espíritu.

 

 

 

 

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