24 nov 2022

Pongamos que hablo de Barcelona

 

  No cabe duda, Barcelona tiene un problema de lenguas. No sé el resto de Cataluña, pero por lo que conozco la cuestión no parece tener la misma dimensión. Comprendo que el tema despierte pasiones, no es para menos, aunque personalmente les aseguro que no me afectó. Mi dominio de idiomas varios es el que es. La ciudad es una torre de Babel. Por sus calles y ramblas desfilan un montón de razas distintas que hablan otro montón de lenguas. No hay problema, cada uno a lo suyo y la mayoría va a lo que va, a disfrutar de la ciudad. Ah sí, también hablan catalán pero ese personal no tiene problema en pasarse al castellano cuando su interlocutor no lo hace. Hooligans los topas en cualquier sitio.
  No cabe duda, en Barcelona las instituciones están enfrentadas, solo hay que acercarse a la plaza de Sant Jaume y en ella podremos contemplar la rivalidad entre la Generalitat y el Ajuntament de Barcelona. Los edificios que albergan ambas instituciones están frente a frente en esa plaza y para resaltar el conflicto, custodiando la entrada, en una hay mossos d´esquadra y en la otra guardias urbanos. Por si esto no fuera suficiente han colocado, en ambas las dos entradas, vallas de contención. La pugna entre una y otra institución no puede estar más clara. En estos momentos hay una cuestión que les une, vía sendas pancartas, el apoyo a los ucranianos.
  Cómo pueden comprobar es una ciudad al borde de la desintegración, y sin embargo, me gusta.
  La ciudad, con todas las pegas de una gran urbe, tiene muchos atractivos para el visitante. Así lo demuestran los más de ocho millones de turistas que recibe al año y con ellos los problemas ingentes que generan.
  Las calles están abarrotadas de gentes, solo hay que ver Plaza Cataluña y La Rambla. La catedral, Montjuic, la plaza España, la Barceloneta, el puerto deportivo… son paso casi obligado para el turista que se precie de tal. Tampoco se puede dejar de lado el Barri Gòtic o  El Born.
  La posibilidad de visitar museos y lugares de interés es enorme, teniendo pocos días hay que seleccionar. Barcelona es la ciudad española del modernismo y de Gaudí. Al pasear la ciudad los ojos se te van hacia los edificios. Los hay impresionantes, otros menos pero también muy guapos.
  Lo de Gaudí es mucho. La Casa Batlló gusta a todo el mundo. Ese hombre, Gaudí, marcó las diferencias. Arquitectónicamente está super estudiada y es fácil de encontrar estudios y análisis de su obra en general. Batlló está hasta arriba de visitantes móvil en ristre. Es, además, un negocio enorme. Los precios desaniman a muchos, se quedan afuera y se conforman con hacer fotografías del exterior.  
  La Batlló se encuentra en el Paseo de Gracia, enorme calle con edificios magníficos y donde se ubican las tiendas de lujo. Algunos pegamos la nariz al cristal, bueno no, que nos reñirían los guardias de seguridad. Algunos nos acercamos al cristal y vemos que a los posibles compradores les ofrecen asiento ante una pequeña mesa en sillas que parecen muy confortables – la atención es individualizada, por supuesto – y les ofrecen una copa de cava u otras bebidas. ¡Hasta para comprar hay que tener estilo! y mucho dinero. En todas había compradores, en algunas se formaba cola para entrar como en la ya atestada tienda de conocidos, y carísimos, bolsos.
  La crisis existe, es una realidad, pero no para todos.
  La Sagrada Familia es otro tótem. Hasta un profano se da cuenta de las diferencias entre lo diseñado por Gaudí y el resto. Lo cual está bien, pero me parece que los continuadores de la obra se alejaron un poco de la idea de Antoni Gaudí y de su huída de la línea recta. De todas formas el edificio impresiona por sus dimensiones y características. Llevan 140 construyéndola y esperan que para el 2026 esté acabada.
  El número de turistas parece que va en relación a las dimensiones del edificio. Los precios de la entrada son elevados. En el exterior también son muchos los que hacen fotos y se van. El interior es como un enorme mercado, aunque los colores de las vidrieras le dan más aspecto de discoteca que de otra cosa. Parece que el personal no es consciente de que se encuentra en un edificio religioso. En esa enorme Babel se puede ver a una pareja morreando con fruición, niños jugando o adultos hablando en tono de bar.
  Los costes de mantenimiento deben ser elevados, pero el precio y número de visitantes hacen de las obras de Gaudí un gran negocio. Para visitar el parque Güell también hay que pasar por caja, al igual que en la Casa Milá. No digo que no sea necesario, pero me parecen precios excesivos.
  El arte religioso muy extenso e importante en todo el territorio ibérico también merece una visita en el terruño catalán.  La catedral y la Basílica de Santa María del Mar merecen un tiempo del ajetreado guiri, incluyo a los spanish.
  En Montjuic podemos ver el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Anillo Olímpico y el Pueblo Español. El Pueblo Español es una recreación de edificios de toda España. Vamos, que todo es falso, todo no, en él hay un museo precioso, el Museo Fran Daurel. Está dedicado, preferentemente, al arte contemporáneo catalán, pero cuenta además con obras de Picasso, Miró, Dalí, Tàpies, Barceló o Navascues. Merece una visita.
  La curiosidad nos puede llevar a contemplar las obras faraónicas que se realizaron para las olimpiadas del 92, el llamado Anillo Olímpico. Me recordó a la arquitectura del realismo socialista. Allí está también la torre de telecomunicaciones obra del «preclaro» Santiago Calatrava.
  Antes de ascender a Montjuic tenemos el Pabellón Alemán diseñado por Ludwig Mies Van der Rohe y Lilly Reich para la exposición Internacional de Barcelona de 1929. Tras la exposición el pabellón fue desmontado en 1930 y fue reconstruido, con más del noventa por ciento de exactitud, según me contaron. La iniciativa partió de Oriol Bohigas y se inauguró en 1986.
  Soy de los que piensan que los pueblos y ciudades hay que patearlas. Barcelona, como gran ciudad, tiene suficientes alicientes en sus calles. Ah, por cierto, tiene un problemilla con su alcantarillado. No es raro que de vez en cuando, en algunas zonas, te suba a la napia un tufillo que tira a asqueroso. La limpieza también tiene su aquel.
  Las terrazas están abarrotadas. Son un magnífico palco para disfrutar del paisaje urbano, aunque en ellas te puede pasar de todo. Que un mendigo se acerque a pedir es normal, pero lo que no es tanto es que llegue un tipo, sin que te dé tiempo a reaccionar, y se lleve un vaso vacío. Tal cual. Luego comprendí el afane, el susodicho se estaba agenciando vasos para poder hacer botellón con sus colegas. Quien roba por necesidad…
  Ya puestos a contar sucedidos les referiré uno tan cierto como la vida misma. Les pongo en situación. Un baño de un restaurante, dos puertas. Mientras me lavo las manos la puerta del baño para las féminas se abre. Una mujer sentada en el inodoro, pantalones bajados, me chapurrea algo que no entiendo. Me quedo petrificado. Hasta que por fin dice paper palabro que afortunadamente entiendo. Obedientemente me dirijo al de caballeros, hago buena provisión de papel, me acerco a la otra puerta que estaba un poco entreabierta y cuando desde dentro ve acercarse mi mano, la mujer sedente abre bien la puerta para hacerse con el papel. Con una gran sonrisa me da las gracias, en inglés, y salgo, no diré turbado, pero sí sorprendido. Oigan, rigurosamente cierto.
  Otra anécdota, aunque esta es tragicómica. Paseando por el barrio del Born se pueden encontrar con la Oficina Europarlamentària para mayor gloria de Puigdemont, Comín y Ponsatí. En ella tres jóvenes, vestidos de pijos, son los encargados de mantener viva la llama del trío. Eso imaginamos. Me resulta patético.
  No digo yo que estas cosas no pasen en cualquier sitio, pero nos pasó pongamos que en Barcelona.
  Una curiosidad más. Los taxistas no engañan a los clientes. Es más, sí van a dar un rodeo explican el motivo. Hay más de once mil taxistas de los cuales más de tres mil son paquistaníes, que entienden el castellano y lo hablan. Son muy amables.
  Es una ciudad para visitar varias veces. Tiene mucho que ver y disfrutar y no tengan problema los castellano parlantes, les entenderán y se dirigirán a ustedes en su idioma. Sí es en inglés también lo harán, e imagino que en más idiomas. Lugares públicos, restaurantes, hoteles, tiendas… encontrarán a trabajadores con los que van a entenderse.
  No se crean todo lo que vean y oigan en los medios de comunicación. Nunca tuvimos, ni en esta ocasión ni en otras, una mala cara o contestación por ser españolazos. Barcelona és molt Barcelona. Fins a la propera.

 






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