1 jul 2024

Me dan miedo


  Me dan miedo. No me da vergüenza confesarlo. Tengo miedo a la extrema derecha. No se trata de una emoción, para nada, es la reacción intelectual generada por el conocimiento histórico. Por más que lo intento no dejo de establecer similitudes con tiempos pasados. Sé que las circunstancias son diferentes, y sin embargo, me dan miedo.
  Los efectos de dos guerras mundiales en Europa, la guerra fría y el Muro de Berlín, alcanzar esto que llaman sociedad del bienestar, la creación de lo que hoy es la Unión Europea, el espacio Schegen, hasta la reactivación de Eurovisión parecía indicar que a pesar de todo avanzábamos por una senda de paz y prosperidad. Es cierto que la Guerra de los Balcanes, la guerra del Dombás y ahora la ocupación de Ucrania tenía que habernos alertado, mucho más de lo que lo hizo, de los cambios que se estaban produciendo. El totalitarismo promoviendo guerras.
  Los avances sociales y políticos conseguidos tras años de convivencia democrática corren peligro.  No exagero. Cuestiones como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la violencia machista, la igualdad entre mujeres y hombres… no eran temas del debate político y parecía que existía un consenso y aceptación social. Otro tanto se puede decir de las autonomías o la Unión Europea. La criminalización de la inmigración o las referencias a la violencia en las calles, siendo España uno de los países más seguros, provocan un alarmismo infundado. Otro de los temas estrella de la extrema derecha española es el de los nacionalismos vascos y catalán, para denostarlos, desde luego. Esto del nacionalismo es curioso ya que ellos, la extrema derecha, son ultranacionalistas excluyentes, al igual que todos los nacionalismos.
  Tenemos suficiente información, no la tienen quienes no quieren, para saber que sus propuestas, las de la extrema derecha, suponen retroceder a un pasado más intransigente y discriminatorio. Con ellos, con la extrema derecha, no hay diálogo posible, imponen su ideario político, ético-moral modificando las leyes, aunque para ello tengan que emplear la fuerza del Estado o incluso la física en las calles. ¿Les recuerdo el asalto al Congreso de Estados Unidos? En este país nuestro hubo quien dijo que la calle era suya, ¿se acuerdan? Eso es la extrema derecha.
  Niegan la ciencia, incluido el cambio climático o el valor de las vacunas. ¿Cómo llegar a consensos con personas así? No tengo la respuesta, creo que es imposible.
  Hay otra característica que les define: la agresividad verbal y gestual. Están imbuidos de un ardor guerrero del que hacen gala y sacan pecho para demostrarlo.
  En lo económico son partidarios del despido libre, las bajadas de impuestos, excusa para rebajárselos a los más ricos, critican y reducen el gasto público al tiempo que privatizan todo lo privatizable. Van de proteccionistas cuando la verdad es que abren las fronteras de par en par a los grandes grupos financieros internacionales que entran a saco para arramblar con todo. De las pensiones públicas no quieren ni oír hablar, como tampoco de la sanidad o enseñanza públicas.
  Y a pesar de todo siguen avanzando en apoyos populares, Francia es la prueba y parece que Trump va camino de volver a la Casa Blanca. ¿Se imaginan a ese Trump, amigo de Putin y Netanyahu,  resentido con el mundo como va a actuar?
  Van camino de hacerse con el poder en varios países, no tardando mucho, y los demócratas estamos siendo meros espectadores pasivos. La ceguera ciudadana, promovida por el cabreo, puede conducirnos a unos cambios sociales y económicos con unas consecuencias desastrosas para la mayoría. Podemos frenarlos democráticamente con pequeños actos colectivos, pero también individuales y, sobre todo, con nuestro voto. La cabeza y no las tripas debe determinar nuestras acciones y votos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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