La pobreza nos da grima. Cuando
nos topamos con ella torcemos la cabeza. No nos gusta verla. ¿Cuántas veces han
mirado a un pobre a la cara?
Aclaración: utilizo el término
pobre para entendernos de forma rápida, aunque se podría matizar mucho el
término.
No voy a hablar de la situación
de las personas en países de eso que antes se llamaba el Tercer Mundo, hoy
apenas escucho ese término, sino de esa pobreza que está a nuestro alrededor.
Esta España tan importante tiene
las calles plagadas de ciudadanos pidiendo una limosna y revisando los cubos de
basura. Esta España tan grande tiene a miles de ciudadanos viviendo en chabolas
o barrios depauperados. Esta España tan desarrollada tiene unas colas inmensas en
las cocinas económicas o en comedores solidarios. Esta España nuestra tiene
mucha pobreza.
Y no hablemos de la pobreza
infantil. Organizaciones internacionales como UNICEF o Save the Children nos
ponen ante una realidad muy dura. La pobreza infantil en España está entre las
más altas de los países industrializados.
Da igual que algunos, demasiados,
nieguen esa realidad, está ahí.
He leído y escuchado que la
pobreza es fruto de la desidia, la falta de esfuerzo y no sé cuántas cosas más.
Lo dicen quienes carecen de empatía y un mínimo de rigor. No voy a explicar las
causas de la pobreza en un sistema económico y político como el nuestro. Hay
montones de libros, informes o informaciones periodísticas que lo hacen muy
bien. Lo tienen al alcance de un clic. Da igual, seguirán con lo suyo.
Los ciudadanos partimos, cuando
nos nacen, de realidades muy diversas y desiguales. Lo del esfuerzo es una
patraña creada por los que lo tienen todo para tranquilizar al personal y
justificar las desigualdades. Creo en el esfuerzo como medio para el desarrollo
del personal, lo otro, lo del ascenso económico y social no está al alcance de
la inmensa mayoría.
En estos momentos, me saltarán a
la yugular los hijos de trabajadores que tienen profesiones liberales o un buen
trabajo. Médicos, arquitectos, profesores, abogados, jueces… Vamos, la clase
media, pero media, nada de alta. Por favor, no me recriminen nada, no se me
olvidó de donde vengo. Soy hijo de albañil y ama de casa.
La pobreza hizo que este país
fuese prodiga en emigrantes. Claro, generación tras generación de españoles han
huido del hambre que no le quitaba España por que eran unos vagos y no se
esforzaban lo suficiente.
En España, antes del estado de
alarma, había miles de trabajadores, ciudadanos, con un puesto de trabajo que
estaban en el umbral de pobreza. Desde luego, eran esos que no producían lo
suficiente. Esos que trabajando diez o doce horas no llegaban a los mil euros
ni de broma. Claro, que hubiesen estudiado y esforzado más en su juventud.
Ni una sola vez, ni una, se
plantean que el sistema genera pobreza. Es más fácil, y simple, achacarlo a la
incapacidad individual, a la vagancia. Esa gente nunca aceptará que esta
organización económica y social necesita bolsas de parados, pobreza y
emigrantes a los que explotar.
El último ejemplo de la afirmación
anterior es lo que están diciendo con motivo del ingreso mínimo vital. Da igual
que se esté aplicando en muchos países de la Unión Europea, da igual que medios
de comunicación, de todas las ideologías, hablen de la pobreza que tenemos, les
da igual todo: es una paguita para los vagos.
Los más listos proponen
soluciones como qué los perceptores de ese ingreso trabajen unas horas, y
coticen, cuidando personas mayores, en la limpieza, etc. No comprenden su
filosofía y no se paran a pensar que se convertirían en trabajadores mal
pagados haciendo competencia desleal a los que ya se dedican profesionalmente a
esas actividades.
Están seguros que los vagos y
vividores aumentarán. ¿Quién va a querer trabajar si les pagan quinientos,
setecientos o mil euros sin hacer nada? Ni por un segundo se plantean que algo
grave sucede en España cuando hay trabajadores que cobran cuatrocientos,
ochocientos o mil euros en jornadas de diez, doce o catorce horas. ¡No lo
piensan!
Volverán a esgrimir que ellos
están donde están gracias a su esfuerzo y quien necesita ayuda, sea del tipo
que sea, es por su culpa. El sistema de producción no tiene nada que ver.
Espero que la vida les depare
mucha suerte y no se vean abocados a pedir ayudas. Eso sí, cuando se han
quedado en el paro protestan por lo poco que cobran. ¿No sería culpa suya el
perder el empleo por ser malos trabajadores? Ah, no, entonces la culpa es del
gobierno.
Hay gente que a la escasa
capacidad de comprensión de la realidad en la que viven suman la falta de empatía.
En fin.
Termino con una frase de uno de
los personajes de la última novela de Petros Márkaris:
“Antes peleábamos para que los
pobres pudieran vivir mejor. Ahora los pobres se pelean entre sí por un sueldo
de trescientos euros”.
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