En ocasiones escribo algo que queda olvidado por el ordenador, hoy me
topé con este artículo. Queda claro que es de hace tiempo. Esas cosas pasaron y
todo sigue igual. ¡Qué va! estamos peor. La pandemia de la COVID-19 también
llegó a Cataluña. Recuerdo que algún vocero del gobierno catalán dijo que en
una Cataluña independiente no habrían pasado las cosas que pasaron durante el
estado de alarma. En estos momentos tienen toda la responsabilidad y no se les
ve que vayan mejor, todo lo contrario. Les han ofrecido rastreadores del
ejército, por ejemplo, al igual que al resto de las comunidades, pero ni por el
forro.
Torra hace tiempo que dijo que la legislatura estaba acabada, pues ni
en eso dice la verdad. ¡Cómo van a convocar elecciones en plena pandemia!
Pschss, oiga, que en Euskadi y Galicia las hicieron. Buen, sí, Madrid nos
maltrata.
Lo de Cataluña me parece surrealista. Aunque bien pensado, lo de España
cada vez lo es más, y eso sí, nunca abandonamos el esperpento.
En fin, transcurrido el tiempo desde que lo escribí sigue siendo válido
como recordatorio y lo dicho, las cosas han empeorado. Vaya si transcurrió tiempo que todavía gobernaba el indolente Rajoy.
Lo dejé tal y cómo estaba.
¡Mana collons! Quim Torra controla el tiempo. George Wells estaría
encantado. El nuevo president volverá
al 1 de octubre y ahora sí que harán las cosas bien: restituirá a los cargos
públicos destituidos, repondrá las leyes derogadas por el 155, pondrá en marcha
un proceso constituyente, proclamará la república y conducirá a los Països Catalans hacia una nueva Arcadia.
¡Qué emoción!
¡Anda, me equivoqué! Quim Torra
no es el president, que lo dijo él:
el president es Carles Puigdemont.
Torra es un accidente en el glorioso camino emprendido. ¿O no?
Quim Torra pasará a las historietas
con el sobrenombre de El Gestos. De momento ya anunció algunos: colgará un lazo
amarillo en la fachada del Palau de la Generalitat, no ocupará el despacho del president, visitará a los encarcelados y
exiliados empezando por el president Puigdemont,
ante el que rendirá pleitesía y jurará fidelidad. Por cierto, ¿llevará a Oriol
Junqueras una notita del president?
Lo ven, primero lo importante.
Me conmueven, tan profundamente
que aún no he llegado al fondo, sus desvelos por los represaliados y su
preocupación ante la crisis humanitaria que asola Cataluña. Me estremezco cada
vez que lo pienso. Torra tiene la sensibilidad a flor de piel.
¿Qué decir de su talante
democrático? Nada de nada. Va a cumplir el mandato, democrático donde los haya,
del 1 de octubre que junto con las decisiones del Parlament de Catalunya del 6
y 7 de septiembre de 2017 pasarán a estudiarse en las universidades como ejemplo
a seguir por los países más libres del
mundo.
Al escucharle he reflexionado y
he tomado una decisión que cambiará mi vida: voy a aprender catalán. No era consciente
de que mis carencias afectivas e intelectuales tenían su origen en el
desconocimiento de esa lengua. Con su aprendizaje y uso entraré en ese club de
ungidos por ese bien supremo que es el nacionalismo. Ahora comprendo esa fusión
indisoluble entre pueblo elegido y lengua vernácula.
¡Cuánto tiempo perdido! ¡Qué
ignorante soy!
Esa república de los milagros,
cuyo advenimiento está más cerca de lo pensamos, será un bálsamo que calmará
las ansias de las gentes de la CUP. El president
Puigdemont, a través de su delegado Quim Torra, será capaz de armonizar, de
forma casi beatífica, la pulsión irrefrenable por la pela y el tres por ciento
de los antiguos convergentes con las querencias anticapitalistas de los
cuperos. Es más, estoy seguro que aquellas ensoñaciones anticapitalistas de
meter en vereda a la Unión Europea, no pagar la deuda o abandonar el euro
habrán quedado relegadas.
En estos momentos, perdón que voy
enjuagarme las lágrimas, me acuerdo de Anna Gabriel que se encuentra en ese
pobre país que es Suiza. Perdón, perdón, mis lágrimas rebotan en el suelo,
estoy pensando que tal vez se puede encontrar con Cristina y Urdangarín, ¿se lo
pueden imaginar? Terrible.
Es todo tan emotivo que me
resulta muy difícil pensar con frialdad. Lo siento, todavía no soy un buen
converso, me falta mucho. Cataluña, el nacionalismo, se llevan en el corazón. Es
una cuestión de fe. Fíjense sí lo será que hay muchos ciudadanos que se creen
que la unión de la derecha mesiánica independentista catalana con los signados
por la verdad de la Candidatura d´Unitat Popular y los desconcertados y
melifluos, excepto Marta Rovira que es más de tendencia plañidera, de Esquerra
Republicana de Catalunya les conducirá a ese edén terrenal.
Por cierto, ¿qué tendrá Suiza que
atrae tanto y a tantos?
No habrá ni ricos ni pobres, las
clases sociales serán cosa del pasado.
Los ciudadanos pedirán y se les concederá. Todos respirarán aliviados ya
que habrán dejado atrás ese país de corruptos, de fascistas cuyo jefe de Estado
es heredero de aquel que pende boca abajo. Por fin se verán libres de las
sanguijuelas que les roban.
Alabados sean todos ellos.
En esta tragicomedia Salvador
Dalí se desmelenaría y sería feliz. Sigmund Freud tendría mucho trabajo.
P.D. Se dan cuenta que no
mencioné ni una sola vez a Rajoy. Nuestro presidente, el de todos, juega otro
partido.
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