8 feb 2023

Marchando una de detectives perdidos


 


  No todos los detectives privados son tipos duros y cínicos como Philip Marlowe de Raymond Chandler o Sam Spade de Dashiell Hammett. Leticia Sánchez Ruiz nos presenta en Los detectives perdidos a otros más cercanos. Por cierto, el escritor y poeta chileno Roberto Bolaño tiene un poema titulado también Los detectives perdidos.
  Andrea Cosano desaparece, es la novia del detective Casares Biel, una leyenda en la profesión, pero no se ve capaz de buscarla y se lo encarga a otros compañeros. Esa desaparición se convertirá en una obsesión para todos los que intervienen en el caso.
  La infructuosa búsqueda logra desquiciar a los diversos detectives que se van pasando el caso de uno a otro. Es como una matrioska, ya saben, esas muñecas rusas huecas que en su interior llevan otras cada vez más pequeñas.
  El punto de partida es, además de la propia desaparición, un informe que entrega Casares Biel a los primeros detectives, que resulta ser una carta de amor, o así lo entienden. Nada más. Todas las opciones se convierten en callejones sin salida que acaban desesperando y transformando el carácter de los investigadores, que  ante el deterioro que sufren se ven obligados a pasar el caso a otro compañero de profesión, y así uno tras otro.
  Los detectives están especializados, cada uno de ellos, en una serie de investigaciones y reúnen unas condiciones más que sobradas para el desempeño de su  trabajo. Han accedido a ese mundo desde ámbitos y profesiones diferentes que la autora nos irá descubriendo. Tras la presentación del nuevo investigador nos narra algunos de los casos a los que se han enfrentado y ahí nos aproximaremos a las miserias de la humanidad y sus crímenes. Vamos, que con cada detective nos adentraremos en el mundo del crimen y en su mundo personal.
  Cada investigador aporta nuevas líneas de investigación al caso Cosano que van diversificando las opciones al tiempo que introducen más confusión. Inevitablemente, tanto los detectives como los lectores, acabamos pensando en un crimen perpetrado por Casares Biel que la hizo desaparecer.
  La obsesión, la desesperación por el caso irresoluto lleva a que entre los investigadores se establezca una relación, no de amistad pero sí de apoyo, que les permite continuar seguir hablando del suceso. Quien sabe, tal vez los detectives necesiten compañía y encontrarse a ellos mismos.
  El tiempo pasa y nada parece haber cambiado. Transcurridos diez años una casualidad introduce un  elemento inesperado. Bueno, al menos dos. En primer lugar, nos enteramos, en la página 151 de las 175 que tiene la novela, que lo que hemos leído hasta ese momento es lo que cuenta el narrador a alguien. Ese narrador omniscente se concreta en un nuevo detective del que no llegaremos a conocer ni siquiera su nombre. ¿A quién se lo cuenta? Ah, para eso tendrán que leer el libro. Si les puedo decir que al final hay sorpresa, bueno tampoco es tan extraño, para eso es una novela de detectives perdidos.
  Leí de Leticia Sánchez su anterior libro, La Biblioteca de Max Ventura, y ya me pasó lo mismo, no soy capaz de ubicarlos en un tiempo y un espacio. Desde luego no supone ningún problema. La autora me sumerge en una atmosfera no diré que inquietante, pero sí misteriosa que me lleva a pensar que tras lo evidente hay algo más. Eso que vemos, que leemos, es la antesala de un mensaje oculto que quiere que los lectores descubramos. Los personajes, tanto en Los detectives perdidos como en  La Biblioteca de Max Ventura, resultan enigmáticos y tengo la sensación de que sufren una cierta angustia vital. Unos más que otros, son personajes que parece que les falta algo y que están siempre a la búsqueda de aquello que les haga salir de esa atonía, por definirlo de alguna forma. Son seres incompletos que mediante la búsqueda de algo o alquien creen que podrán encontrarse a ellos mismos.
  Quién sabe, tal vez sean elucubraciones mías sin sentido, pero entre otras cosas eso es lo que pretende la literatura, abrir nuevos caminos de interpretación en cada uno de los lectores.
  Seguiré leyendo a esta joven escritora asturiana que va creando un estilo y forma de narrar que me gusta. Les recomiendo  Los detectives perdidos, pero no esperen una novela detectivesca al uso. 
  Lo podrán encontrar en su biblioteca pública o librería preferida.




 

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