Cuando empiezo con un caso de Kostas Jaritos,
el policía creado por Petros Márkaris, sé lo que me voy a encontrar. En torno a
un crimen se desarrolla, además de la trama policial, una crítica social. Cada
libro de la serie aborda un tema diferente.
Márkaris tiene 88 años y continua publicando
una novela casi al año. Es cierto que esa labor la facilita que sus personajes
ya están perfilados y sabemos, los que le seguimos, quienes son cada uno de
ellos. Además de Kostas Jaritos, ascendido a Jefe de Seguridad del Ática, está
Adrianí, su esposa, que llegado el caso le pone en su sitio, es una excelente
cocinera. Katerina es la hija de ambos, casada y con un hijo que hace las
delicias de sus abuelos. Están los compañeros de Jaritos y un papel importante lo
ocupa Zisis, comunista que dirige un albergue para necesitados. Sufrió
persecución y cárcel durante la dictadura de los coroneles en Grecia y es un
referente moral.
En esta ocasión Jaritos y sus compañeros
tienen que descubrir al asesino de un profesor de matemáticas en la Facultad de
Económicas. A partir de ese delito la novela aborda una cuestión que afecta a
los jóvenes del mundo desarrollado, que no es otro que su futuro y como han
evolucionado, no para bien, los planes educativos. Grecia, por lo que se ve, no
se libra de este problema como tampoco lo hace España donde hemos tenido ocho
leyes de educación desde la instauración de la democracia.
Márkaris pone de relieve un tema que para
muchos es crucial en la educación, las Humanidades. Así dice: «Los ciudadanos
concienciados de cualquier democracia se forman, sobre todo, a través de los
estudios generales y de humanidades. Cuando los estudios generales dejan de
serlo y se orientan exclusivamente a preparar los estudios superiores y, al
mismo tiempo, se reducen los estudios humanísticos, también se reduce el número
de ciudadanos concienciados» (pág. 58). Estoy totalmente de acuerdo con él.
La reducción de horas lectivas en asignaturas
como la Historia provoca vacíos que la desinformación, bulos y mentiras se
encargan de rellenar. Es un hecho comprobable en las redes sociales plagadas de
fabulaciones que nada tienen que ver con la Historia. Otro tanto podemos decir
de la Filosofía que nos enfrenta a la realidad del ser humano desde una
perspectiva ética, de la que tan faltos estamos.
Un problema recurrente en Grecia, que también
se da en España, es el que sigue en boca de Petros Márkaris: «En los centros de
enseñanza secundaria no mandan los directores, ni siquiera el Ministerio de
Educación. Mandan las asociaciones de padres y tutores legales. Si un profesor
pone una mala nota a un alumno, enseguida se enfrentan a la ira de los padres o
del tutor. Se dan cuenta de lo que pasaría si el director de un instituto se
atreviera a imponer un castigo a un alumno que hace bullying?» (pág. 126).
Quienes tengan conocidos que se dedican a la enseñanza les confirmarán estas
palabras. La «autoridad» del docente se la han cargado en aras de una supuesta
«apertura» a la sociedad. Enorme mentira que deja a los profesores a los pies
de las hordas de padres furibundos que piensan que tienen unos premios Nobel en
casa cuando realmente tienen un ceporro.
Zisis, ese personaje entrañable, solidario
hasta más no poder, también se suma a las críticas de esta sociedad que no
sabemos muy bien hacia donde se dirige, así dice: «Hoy en día reina la
competitividad. Los jóvenes de ahora viven en una sociedad competitiva. Y la
competitividad se fundamenta en la envidia del otro y su aniquilación. Sin
envidia del prójimo, no hay competitividad» (pág. 126). Yo añadiría que además
es fruto del individualismo que les han inculcado.
No puedo estar más de acuerdo y firmaría cada
una de estas citas.
Para redondear termino con otra cita que deja
bien claras la ideas del autor y aunque es un poco redundante con la primera
creo que es necesario reafirmarse en ese pensamiento: «El conocimiento de la
historia y de la civilización es la base sobre la que se sustenta una
ciudadanía concienciada. La reducción
del interés o la indiferencia hacia estas materias podría tener consecuencias
nefastas para la sociedad y para la política» (pág. 162).
Perdonen por la insistencia, pero por
deformación académica y convencimiento personal creo que estas palabras
encierran una gran verdad. Las tensiones sociales sociales que sufrimos son
fruto de la propaganda mal intencionada de la extrema derecha que asienta sus
eslóganes, pues no son otra cosa, en jóvenes sin un mínimo conocimiento
histórico o personas con nula capacidad crítica y que se dejan llevar por
instintos primarios.
Las Humanidades nos reconcilian con nuestro
pasado y nos preparan para un futuro en el que seamos capaces de pensar por
nosotros mismos. Petros Márkaris contribuye, desde la sencillez de sus novelas,
a pensar en grandes problemas de nuestro tiempo.
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