La qué me puede caer encima. Con
todo lo qué está pasando y yo me pongo a hablar de la dignidad de la política.
Pues sí. Creo que la política es digna y además necesaria, perdón, imprescindible.
Nuestra sociedad -no se asusten que no mencionaré la democracia ateniense y de
ahí para adelante- necesita una organización y hasta hoy no hemos sido capaces
de encontrar nada mejor que una democracia parlamentaria. Con todos los
defectos que tenga, no hay nada más
conveniente.
Vale, todos nos sabemos la tesis. A
lo que iba: la política no es indigna, lo son algunos personajes que se dedican
a ella. No nos engañemos. Las personas que ocupan cargos públicos lo hacen
porque nosotros les hemos votado. Otra cosa es que después ejerzan su poder a nuestra espalda. Ese es otro
cantar.
Su obligación es gestionar lo
público, lo de todos. Les otorgamos nuestra confianza para que nuestros
impuestos –nuestro dinero- lo distribuyan, lo inviertan de forma razonable,
prudente y sensata. Y claro, para que organicen todo el entramado social de forma equitativa y responsable. No todo es el dinero.
No me riñan, por favor, ya sé que
soy un iluso. Esa es la teoría, la realidad ya estamos viendo que es otra. De acuerdo,
pero en política también hay personas con mucha dignidad. No podemos engañarnos
ni dejarnos engatusar, personajes siniestros nos acechan esperando que nos cansemos de nuestra democracia para
colocarnos un salvador. Los
entraditos en años ya sabemos lo que supone eso.
Ejerzamos de ciudadanos. Seamos
críticos con el poder, sea del signo que sea. No les hagamos creer que les
otorgamos impunidad e inmunidad. La democracia significa debate permanente,
solidaridad, respeto al individuo, pero sobre todo derechos universales para
todos los ciudadanos. La democracia es un bien colectivo donde los individuos
ejercen su libertad. Les aseguro que no es mera palabrería. Creo en ello. En
esta afirmación reside mi libertad, nuestra libertad. Nunca me cansaré de
repetir que la democracia son leyes y formas. Unas y otras son los pilares de
nuestra sociedad.
A los que no cumplen con estas
reglas que nos hemos dado; a los que dilapidan nuestros dineros; a los que
hacen uso fraudulento de los bienes que pagamos todos; a los que convierten la
política en una forma de ganarse la vida y no piensan jamás en los demás; a los
que se creen por encima del bien y del mal; a los que estiman que están en
posesión de la verdad absoluta; a los que se han arreglado la vida con cuatro días en un puestín; a los que solo saben trabajar
en esto de la política; con todos y cada uno de esos – y a los que se les
ocurra a ustedes de este pelaje- solo nos queda una solución: echarlos.
Salvando las distancias,
infinitas ciertamente, me vienen a la cabeza estas estrofas de Rafael Alberti:
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Seamos demócratas. Hablemos. Participemos. Votemos.
La dignidad de la política by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
si ,si , todo muy bonito....pero a ver quien los hecha.....la verda e sque uno se cansa y pierda la confianza.
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